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[OSCARS] Crítica a Mank: El sistema sigue vigente

Por John Lake

El último largometraje de David Fincher, después de seis años de ausencia en las pantallas, describe los entretelones de la redacción del guión de El ciudadano, film icónico de la cinematografía mundial. El guión de Mank escrito en los años noventa por Jack Fincher, padre del director, se basó en la postura de la crítica de cine norteamericana Pauline Kael en su ensayo de 1971 “Raising Kane”, publicado en la revista The New Yorker. El escrito aseveraba que la autoría del libreto le correspondía en exclusividad a Herman Mankiewicz sin ninguna intervención de Orson Welles, en claro rechazo a la teoría del autor, que sostenía que una película era la expresión directa de la personalidad del director y no el producto de un grupo de colaboradores. Kael, cometió el error de desnivelar la balanza al atribuirle demasiado a Mankiewicz, con el agravante de no poder sustentar su teoría con pruebas contundentes. Jack Fincher, al aceptar el posicionamiento de Kael sin ningún tipo de cuestionamientos como si se tratase de un dogma, desmitifica la figura de Welles y revaloriza la de Mank (apodo del guionista).

La acción tiene como epicentro un rancho de huéspedes en California donde se instala Mank, postrado por un accidente automovilístico, junto a una secretaria, a la que le dictará los textos, una enfermera y el productor John Houseman para supervisar su trabajo. El director utiliza una estructura narrativa similar a la de El ciudadano, con flashbacks que van y vuelven al año 1940. No es la única referencia a la obra de Welles: los múltiples puntos de vista para enfocar a los personajes principales; la profundidad de campo utilizada sobre todo en el rancho para eludir lo claustrofóbico; el detalle de la botella de whisky que cae de la mano del protagonista dormido, emulando al globo de nieve que cae de la mano de Kane en su lecho de muerte; la reverberación de las voces en algunas escenas.

Por otra parte, se perciben claras connotaciones al cine clásico como el uso del blanco y negro, aunque en un tamaño similar al del Cinemascope, la quema del cigarro en el vértice de la pantalla para indicar el cambio de rollo, la utilización de la “noche americana” (efecto en el que se recrea una escena nocturna filmada de día) en la secuencia en la que Mank y Marion Davies pasean por los jardines de San Simeón.

El tratamiento de la imagen, la textura, la iluminación, el uso de planos de establecimiento (cuando Joe, el hermano de Mank, acompaña al guionista Charles Lederer desde el baño hasta las oficinas), para mostrar dónde se desarrollará la escena junto a los cortes en movimiento en la misma toma para dar mayor fluidez, dan la sensación de estar viendo una película de aquella época. Además, los distintos segmentos en el que se divide la trama, son presentados con un texto, en el que se informa al espectador sobre el lugar y la fecha de los hechos, con los efectos de sonido de una máquina de escribir como creando un guión.

Muchos personajes y hechos políticos de la década del treinta aparecen en pantalla o son mencionados, lo cual puede causar confusión o indiferencia para aquellos que no están consustanciados con los acontecimientos y sus participantes. Mank (Gary Oldman) es un antihéroe golpeado por todos, un alma perdida que se autodestruye con la bebida y el juego al cual recurren directores y productores por su talento y erudición. Marion Davies (Amanda Seyfried) sale favorecida lejos de los clichés con los que se solía retratarla. No es la mujer frívola, díscola e insustancial como la presentaba Peter Bogdanovich en El maullido del gato (2001). Por el contrario, se la muestra humana, inteligente, reflexiva y apegada a su marido.

El magnate Randolph Hearst, a cargo de Charles Dance, también está lejos de los estereotipos del personaje déspota y maligno. Pausado, medido, paciente y tolerante se comporta ante las bufonadas agraviantes de Mank. El productor Louis B. Mayer (Arliss Howard) es uno de los villanos al que se lo describe en toda su ruindad. En el largo plano secuencia en el que se dirige al auditorio donde lo esperan actores y técnicos acompañado por Mank y su hermano, manifiesta su desprecio por las personas al exponer sus reglas para dirigir la industria del cine. El productor Irving Thalberg (Ferdinand Kingsley) es el otro malvado, al ser el promotor de los falsos noticieros (precursor de las fake-news) para mostrar la influencia que podían tener los estudios en la política de Los Estados Unidos.

Por último, una referencia a Netflix, la empresa responsable de la película con más nominaciones al Oscar de la presente temporada. La plataforma digital se presenta como un adalid de un regreso al sistema de estudios. Durante el auge del cine clásico norteamericano los estudios tenían un emblema, una estética que los identificaba: la amistad y lo familiar en la Warner; lo puro, lo perpetuo en la Metro. Los productos exclusivos de Netflix, las series y películas que producen, no tienen nada que diferencie unos de otros. Los colores, la planificación, el uso de las cámaras parecen calcados, todo luce igual, ya sea una serie española, una nórdica u otra producida en Chile.

En el afiche de Mank, el nombre del director prácticamente no se lee, se necesita agrandar la imagen o utilizar una lupa para identificarlo. Lo mismo sucede con las reseñas donde el director es dejado de lado, salvo los prestigiosos como Fincher, Cuarón y Scorsese que sirven a la plataforma para ganar prestigio en festivales y premiaciones. Netflix, parece seguir los pasos de Louis B. Mayer cuando su personaje manifiesta: “La Metro tiene más estrellas que el cielo. Jamás lo creas. Solo tenemos una estrella: Leo el león. Nunca lo olvides. Muchas estrellas lo olvidan y ahora brillan en otra parte”.

Mank es un homenaje y a su vez una crítica al Hollywood de los comienzos del cine sonoro, una ciudad en la que nadie está contento con su trabajo donde los productores son amos y señores. Es una reflexión de cómo se crea en el cine, al resaltar la labor de los guionistas con centro en Mank, un “ghost writer” que había caído en el olvido, un engranaje en la cadena de producción de gran talento, cuya sinceridad hiriente perjudicó su carrera.

Valoración: 7

John Lake

Adolfo Giraldo alias "John Lake" es fanático del cine desde chico, asistió a cursos de cine con Gisela Manusovich y completó la carrera de crítico de cine en la Escuela de la revista El Amante. Sus críticas aparecieron en diversos sitios como cinemascine.net, todaslascriticas.com y en la revista virtual Pez Dorado.