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Grace and Frankie, comedia para todas las edades

Por Victoria Barberis

Uno pensaría que entrada la tercera edad, la vida ya no viene con sorpresas. El plan es retirarse a tiempo para disfrutar los años venideros, cosechar los frutos de la experiencia y sentarse a ver crecer a los hijos y nietos. Los más afortunados gozarán algunos viajes en pareja y re-descubrirán su relación de años con la persona que eligieron para completar el viaje de toda una existencia. Y no hay mucho más que eso, al menos en el imaginario colectivo de aquellos que desde la juventud casi no pueden visionar ésos momentos que se viven después de la edad adulta.

Pero qué pasaría si, por ejemplo, al cabo de varias décadas de matrimonio y familia felizmente constituida en una subsistencia apacible, un marido le confesara a su esposa que durante los últimos veinte años ha mantenido un romance oculto con su socio y amigo, decidiendo quebrar por fin el silencio en torno a su sexualidad. Algo así es lo que les sucede a Grace y Frankie, dos mujeres completamente diferentes que –lejos de ser amigas- se han soportado con decoro a lo largo de los años debido a la entrañable relación de negocios y amistad que unía a sus maridos.

Grace (Jane Fonda) y Frankie (Lily Tomlin) son las protagonistas de esta historia que lleva ése sencillo nombre y que comienza describiendo muy lentamente la caída de dos familias otrora perfectas en torno a la confesión de los maridos. Sol Bergstein (Sam Waterston) y Robert Hanson (Martin Sheen) se reúnen con sus esposas para hacer un anuncio inesperado: después de veinte años, deciden vivir de acuerdo a lo que sienten confesando que llevan un largo tiempo en pareja y que, gracias a las leyes que apoyan el matrimonio de personas del mismo sexo, han decidido casarse. Claro que, ante el inminente e irremediable divorcio y la confesión guardada durante dos décadas, ambas mujeres entran en un proceso que va desde la negación hacia la comprensión y de vuelta hacia la absoluta locura.

Con lo que bien podría ser una película de ésas que nos atrapan en alguna tarde de domingo otoñal, Netflix irrumpe una vez más en escena para contarnos una historia encantadora con elementos agridulces de comedia familiar. Es una serie, sí. Pero tiene algo de largometraje en su composición y en su estética, tomando de las series lo que mejor las caracteriza: las ganas de ver todo el tiempo otro episodio más. Grace and Frankie es una prueba más de que Netflix no se contenta con el éxito arrollador de sus primeros y triunfantes dramas, sino que evidencia la brillante apuesta de proponer contenidos para diversos públicos, preocupándose más por la calidad que por la cantidad como garantía de excelencia.

Hay mucho más en esta serie que una comedia que puede ser juiciosamente calificada como humor para parejas maduras. Se trata de una propuesta en la que todos podemos identificarnos y que habla, más allá de todo, de lo más sencillo y a la vez complejo del amor. Jane Fonda y Lily Tomlin componen una dupla fabulosa y con excelente química interpretando a dos mujeres más que diferentes. Por un lado, una pretenciosa ex modelo un tanto superficial y preocupada por las apariencias y por el otro, una hippie con cierto gusto por las drogas y las vestimentas llamativas. El reparto se completa con Brooklyn Decker como Mallory y June Diane Raphael como Brianna, las dos hijas de Grace y Robert; mientras por su parte aparecen Ethan Embry interpretando a Coyote Bergstein y Baron Vaughn en el rol de Nwabudike, los dos hijos de la familia de Frankie y Sol. Los hijos terminan de cerrar esta idea de familia ideal cuando nos adentramos en sus vidas y descubrimos las miserias personales de cada uno de ellos y cómo los padres juegan un papel crucial en algunas de estas cuestiones.

La cabeza detrás de esta propuesta es Marta Kauffman, una de las mentes creativas que puso en marcha a Friends, y si bien con esto solo no basta como garantía de calidad, es cierto que un buen guion asociado a un libro al menos correcto, dan como resultado un producto al que vale la pena darle una oportunidad. Es interesante ver cómo los personajes son simples y a la vez confusos, cómo por momentos los hijos del matrimonio de Frankie y Sol, un adicto en recuperación y un hombre de raza negra que emerge como el hijo adoptado que busca posicionarse como el muchacho perfecto, son tratados con liviandad de comedia de situación al mismo tiempo que se ponen en el tapete temas complejos que apelan más bien a la dramedia.

Más allá de la manifestación del amor entre dos hombres de edad avanzada y la decisión firme y audaz de vivir al fin la vida que soñaron juntos, hay otro tema importante de fondo que tiene que ver con la caída de los ideales absurdos de la familia impoluta. Esto se refleja especialmente en el lado de Grace y Robert, quienes han criado a sus dos hijas perfectas, blondas y delicadas en el marco de la apariencia y las buenas costumbres. Es hasta divertido ver cómo una señorona de gustos extravagantes se ha esforzado toda su vida por aparentar al extremo, mientras tiene que afrontar su inevitable divorcio, peor aún, porque su marido, el exitoso abogado y ejemplar padre de familia, ha estado teniendo una aventura con su socio. Hay algo de crítica a esas familias que viven para el qué dirán y en este sentido, esta no es una comedia obvia sino que hay mucho de un humor refinado para leer entre líneas, bien intercalado con algunos necesarios gags.

Uno de los puntos sobresalientes es cómo la serie se las ha arreglado a la perfección para no demonizar a ninguno de los dos costados que retrata: ni las ahora amigas se convierten en resentidas despiadadas que buscan atentar contra la felicidad de sus ex maridos, ni ellos se victimizan, sino que buscan dar alguna suerte de confort a ambas mujeres en un momento que para ellas es difícil de sobrellevar, mientras los hijos se debaten en medio de los conflictos de sus vidas personales balanceándolas con la búsqueda de la felicidad para sus padres. Al fin y al cabo, de eso se trata el amor: de aceptación, de apoyo y de la determinación de velar por la felicidad del otro sin intentar cambiarlo, aunque en algún momento los caminos se separen.

Ciertamente, es complejo plantear esta temática en un formato que está obligado a ser gracioso, abordando al mismo tiempo el sentimiento de pérdida y abandono con el apoyo incondicional de la familia y el derecho pleno de dos hombres de vivir abiertamente su homosexualidad. Mientras Frankie y Grace deben aprender por el camino de la aceptación, tanto en la comprensión de una hacia la otra como una persona diferente como en el cambio que atraviesan sus vidas en conjunto, los hombres de esta historia nos van enseñando sobre el valor de confrontar los sentimientos con una reflexión sincera sobre el amor y los efectos colaterales de todas las decisiones que se toman en pos de la felicidad.

Aquí hay comedia y aprendizaje, humor y humanidad. Se trata de una serie que nos invita a escribir nuestra propia historia y a ser los protagonistas, una comedia en la que todas las edades pueden encontrar algo para identificarse (y reírse) bastante.

Victoria Barberis

Es periodista de profesión y escritora de corazón. Es "seriéfila" y una aficionada a las sagas. Su pluma a veces es sarcástica, pero siempre divertida.