Cine

Tesis sobre un homicidio: la mirada de los otros

Por Luciano Mariconda

Hay un claro intento por hacer cine de género en Argentina. Tesis sobre un homicidio traslada ciertos elementos de la intriga y el suspenso adaptándolos al territorio nacional. Es un producto tan bien armado como distante, que recuerda a otro film protagonizado (y en ese caso dirigido) por Ricardo Darín. En La Señal también se pretendía trasladar los elementos del policial clásico de Hollywood a la esfera criolla. Sin embargo, cada uno de estos componentes era tan falso y frío como la película misma. El gran problema era que los personajes y las situaciones ya se habían visto con anterioridad y, además, mejor hechos.

Tesis sobre un homicidio es la historia de una obsesión. Bermúdez es un profesor de derecho que piensa, casi hasta la locura, que un alumno suyo cometió un crimen en las afueras de la facultad. Los elementos están presentes: un antihéroe, un supuesto villano, un asesinato, pistas, posibles evidencias y un juego del gato y el ratón entre ambos. Bermúdez está seguro que Gonzalo, su ejemplar alumno e hijo de un amigo suyo que vive en España, es el asesino. Por momentos hace recordar a ciertos pasajes de El detective, de Joseph L. Mankiewicz, en el que dos personas se retan a un juego en el que prima la inteligencia y la astucia.

Más que un policial, se trata de una film de suspenso o un thriller psicológico, en el que lo único que vemos es parte de la visión de Bermúdez. La película, como representante del género, tiene sus fallas y muchas veces no concreta escenas de suspenso que podrían estar mejor resueltas. Sin embargo, contiene un elemento interesante de observar y que se centra en la mirada de los personajes.

Lo que vemos proviene de la mente del protagonista y nuestra única solución es aferrarnos a este punto de vista. Por ende, confiamos en lo que imagina o supone Bermúdez. Sin embargo, cuando las pistas se confunden y nada es lo que parece comenzamos a dudar de lo que sucede. Ahí es cuando el film cambia, de a ratos, hacia la mirada de otros personajes, como el de Calu Rivero (la hermana de la chica asesinada). Es interesante que ocurra esto porque significa que aprendimos -internamente- los códigos del cine.

Sin necesidad de explicarlo con una voz en off o una cámara subjetiva, el público se identifica con un personaje con sólo observar que el relato gira alrededor de su visión. El director Hernán Goldfrid juega con el espectador haciendo que desconfíe de ciertos hechos vistos por el protagonista. En definitiva, se trata de un juego no sólo entre Bermúdez y Gonzalo, sino entre realizador y audiencia.

Es difícil no desprenderse de tres figuras del cine mundial con respecto a esta película. Sobre el final se percibe un cierto aire a un famoso film de Orson Welles, pero el resto es invadido por el espíritu de Hitchcock y De Palma, en especial por la visión distorsionada del protagonista (hay mucho de Blow OutDoble de cuerpo y Ojos de serpiente). Se tratan de homenajes que, a pesar de estar recubiertos por cierto cancherismo, le proporcionan al relato una lógica que va más allá de lo que es verdad y lo que es mentira. Es una película que exhibe la conexión entre el espectador y el personaje sólo con el poder de una cámara.

Luciano Mariconda

Hawks, Bresson y Tom Cruise. Eterno apasionado por toda la experiencia cinematográfica e interesado en otras disciplinas artísticas. Siempre en movimiento.