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The Affair: vemos lo que queremos ver

Por Victoria Barberis

Crecemos para creer que toda nuestra vida adulta consistirá en terminar la Universidad y encontrar un trabajo más o menos decente. Comenzamos ésa madurez en una meseta, idealizando a la pareja como una mitad que nos falta y que nos completa de algún modo, para terminar casándonos, teniendo dos o tres hijos y sobreviviendo el día a día con reuniones escolares, vecinas chismosas, suegros insufribles, grandes autos familiares y vacaciones modestas. Porque parece que la vida debe tratarse de eso, como una suerte de escalera donde hay que ir subiendo de a un peldaño a la vez para llegar a un final incierto. Es lo cómodo, lo establecido, lo fácil, lo que no nos obliga a pensar ni por un segundo, porque, qué susto tener otra opción y tener que elegir.

Y si un día aparece otra opción, si encontramos una tangente, si alguien nos abre los ojos y descubrimos que no somos felices, todo se desmorona y nos comenzamos a hacernos las preguntas que jamás nos hicimos, pero de una sola vez. Ahí es donde puede pasar cualquier cosa, donde hay opciones, pero ninguna nos deja satisfechos. Otras veces, son los años de monotonía los que abren la puerta hacia otras realidades, los que nos hacen olvidar por un segundo de todas las decisiones tomadas y nos empujan a un abismo del que buscamos escapar. Quizás la mayoría de los matrimonios con hijos experimentan en algún punto la desidia y el abandono que azora a Noah y Helen al comienzo de The Affair.

Aunque el nombre nos suene a culebrón, a drama de matrimonios rotos, la serie de Showtime propone mucho más (en efecto, mucho más que escenas subidas de tono, aunque en un comienzo parezca lo contrario). En un primer momento nos encontramos con una propuesta que parece simple: una pareja que aún se ama, pero que en medio de las corridas de la vida, sus cuatro hijos y el desgaste de los años, ha comenzado a desencontrarse y a cansarse uno del otro. Ocasionalmente, Noah Solloway (Dominic West) comienza a notar otras mujeres y a cansarse –primero en un nivel subconsciente- de la rutina, de los pocos espacios de intimidad que deja la familia y de que la vida se pase así, sin más.

Pero a medida que nos vamos adentrando en el relato, descubrimos que la trama se hace más profunda, despegándose un poco de la ficción pasional, para virar sobre el misterio y el crimen. Más aún, se manifiestan varias historias que aguardan un cierre prometedor, como el desarrollo de la rebelde hija adolescente y del hijo problemático, la gota que va rebalsando el vaso de la familia política y todo el universo de posibilidades que permite una historia situada en un pueblo, donde todo adquiere un aire misterioso y complejo, mezclado con ésa conocida sensación nostálgica y tediosa que nos proporciona el escenario vacío, la calma y el silencio.

La historia comienza cuando Noah deja Nueva York junto a su esposa Helen (Maura Tierney) y sus cuatro hijos para pasar el verano en la casa de sus suegros, con la esperanza de encontrar un espacio –aunque poco placentero- silencioso y calmo donde comenzar a escribir su segundo libro. Con el correr del primer episodio vamos adentrándonos en la vida de los Solloway y nos vamos compadeciendo de ésos pobres padres que tienen que lidiar con cuatro hijos en edades muy diferentes, encontrando escasos segundos para la intimidad, ya desgastada por el paso de los años. Si bien el padre de Helen no es de las personas favoritas de Noah, el verano en casa de los abuelos maternos en el apacible Montauk, es casi como un ritual familiar.

A poco tiempo de llegar, la familia hace su paso por un tradicional restaurante del lugar, y allí (en medio de circunstancias para nada cómodas), Noah se cruza con la mesera, Alison (Ruth Wilson) y la atracción entre ambos parece tan instantánea que, hasta desde el lugar del espectador, nos planteamos nuestras serias dudas sobre la verosimilitud del asunto. Se conocen, se atraen, se buscan, se encuentran y se desencuentran. Todo esto en un nivel aún inconsciente, esperando en algún lugar de su interior que la imagen del otro se desvanezca, como se desvanece la cara de un extraño que nos llama la atención caminando por la calle. En el medio, el hastío de la casa golpea a Noah, que aún sin reaccionar, va cargando sobre sus hombros el peso de su engreído suegro, su tibia esposa y sus hijos.

Alison también está casada. Su marido es un joven ranchero llamado Cole Lockhart (Joshua Jackson). Su relación también atraviesa una crisis, luego de los duros años sin poder superar la muerte de su pequeño hijo en circunstancias que tardamos en conocer. Mientras a Noah le pesa su monótona vida en la ciudad y la dependencia que ella y su esposa mantienen para con su acaudalado suegro, a Alison le duele cada día que pasa, rememorando aquel terrible suceso y sin poder perdonar a su marido por querer ser feliz.

Hasta aquí, tenemos intrigas que viran sobre lo mismo: qué pasará con ellos dos, cómo será su primer encuentro o si su atracción perdurará más allá de un simple amor de verano de la edad madura. Pero aparece otro elemento que le da un giro a la trama: un crimen sobre el que poco sabemos y del que vamos escrudiñando datos en cuentagotas, mientras intercalamos las vacaciones en la playa con el interrogatorio policial al que los protagonistas son sometidos, en apariencia, varios años después. Así, la serie va sembrando preguntas que sirven como señuelo para atraparnos y convencernos de ver otro episodio más: ¿a qué crimen hacen referencia? ¿Hubo en verdad un asesinato? ¿Quién murió? Y la más intrigante de todas: ¿Qué fue de Noah y Alison en aquel futuro?

Los creadores, Sarah Treem y Hagai Levi (In Treatment) se las arreglaron de manera impecable para conseguir una historia contada a la perfección. Haciendo uso de un recurso muy similar al que aparece el True Detective, los propios protagonistas nos van narrando la historia en otro espacio temporal y nos despiertan interés a medida que avanza el relato: interés por aquello que nos están contando y por saber cuáles serán las circunstancias que los pusieron en donde están ahora. Uno de los recursos que le da una vuelta interesante al asunto y que nos despeja por completo las dudas sobre la trama romántica tiene que ver con la introducción en cada episodio del punto de vista de ambos personajes. En The Affair tenemos media hora dedicada a Noah y media a Alison, de manera que podemos ver las dos versiones sobre el mismo relato. Nos cuentan cómo se conocen, qué impresión tenían uno del otro cuando se vieron por primera vez y cómo fue su primer encuentro sexual desde la óptica de cada uno de ellos, que por supuesto, son bastante diferentes y nos hacen pensar en cuál de los dos estará diciendo la verdad sobre lo ocurrido.

 

Cuando Noah nos narra los primeros episodios, se ubica como el modesto profesor de escuela, escritor en ascenso y esposo devoto que no consigue que su esposa se interese tanto en el sexo como él. Nos describe a Alison como una mujer hermosa y provocativa, con faldas cortas y actitud solitaria pero desinhibida, suelta y sin prejuicios. Cuando Noah nos narra el episodio, fue Alison la que se le insinuó en primer lugar. Cuando Alison nos cuenta su versión en la segunda mitad de cada entrega, nos describe a Noah como un tipo apuesto, sin tapujos. Nos muestra que las circunstancias en las que se conocieron fueron completamente diferentes (mucho más dramáticas y hasta traumáticas) y lo hace ver como un seductor nato, un dulce hombre de familia que a su vez, no lo pensaría dos veces antes de iniciar un romance. Cuando Alison nos narra el episodio, fue Noah el que la persiguió hasta conquistarla.

En este sentido, es notable el trabajo que realiza la serie en su producción para contar dos veces la misma historia, pero desde miradas completamente diferentes. Aparecen las mismas locaciones y los mismos personajes; pero los estados de ánimo, los diálogos, el vestuario y hasta las expresiones son diferentes. Al ver el relato de Noah sobre el momento en el que nota a Alison en el restaurante, ella lleva puesto un uniforme de mesera con una falda que apenas la cubre, el cabello suelto y una sonrisa radiante. Lo que Alison describe, teniendo en cuenta la tragedia que azotaba su vida en aquel entonces, la hace ver como a una muchacha infeliz, de ropas mal combinadas, que jamás usa vestidos y que siempre lleva su enmarañado cabello recogido. Hasta la narración sobre el encontronazo sexual de ambos es notablemente diferente: él lo describe de un modo pasional, mientras que la versión de ella es completamente gris y colmada de culpabilidades.

Los personajes (y los actores elegidos para representarlos) son tan reales que es imposible creer que algo así podría pasarnos a cualquiera de nosotros en este mismo instante. Aquí hallamos otra fortaleza de uno de los estrenos más apasionantes de la temporada 2014: no solo es original y desenfadado en el tratamiento de las múltiples escenas de sexo, sino que sabe combinar con excelencia varios géneros. Otro punto a favor es precisamente ése: tanto los detractores del romance como los esquivos a las tramas policiales, encontrarán una razón para reconciliarse a través de The Affair.

Aquí se pone en evidencia un punto considerable y quizás lo más importante de todo, que es lo que le da sentido a toda la serie: vemos lo que queremos ver y nada más allá. No existe una única verdad, sino que cada uno va construyendo la suya y la acomoda y la desarma según los recuerdos y las representaciones sociales lo permiten, sin más garantía que saber que al final, ésa verdad, ésa realidad recortada, es lo único que nos pertenece.

Victoria Barberis

Es periodista de profesión y escritora de corazón. Es "seriéfila" y una aficionada a las sagas. Su pluma a veces es sarcástica, pero siempre divertida.