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The end Of the F**king World: La juventud no está perdida, aún

Por Gervasio Guiñazu

En una confrontación constante de tener que señalar que series como Game Of Thrones o House Of Cards me parecieron tan buenas que prácticamente han arruinado mi gusto seriefilo de manera definitiva, tengo que admitir que hay ciertas opciones que llaman mi atención de entrada. Puede ser Dark, Stranger Things o True Detective por citar ejemplos.

Es la promesa que hacen las series lo que a veces decepciona. El hecho de que la velocidad con la que funcionan las plataformas de streaming no deja a las historias, al relato y a la vida misma de una serie y sus personajes crecer de manera indicada, nos deja con muchas opciones pero con muy pocas verdaderamente exprimibles.

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Habiendo dicho esto, puedo decir que la promesa de The end Of the F**king World me pareció, de entrada, algo fantástico. No solo por el simple hecho de ser microcapítulos de 20 minutos o sumar ciertos condimentos como su banda sonora, sino que, la idea de un joven auto identificado como psicópata queriendo darle formato material, sonaba por demás atractivo.

De esta manera “The end…” nos envuelve en la historia de amor (?) entre James (Alex Lawther) y Alyssa (Jessica Barden), dos jóvenes mentes torturadas que deciden escapar de sus realidades dispares y maltratadas de la ciudad en donde viven; y juntos emprenden un viaje que los cruza con diferentes situaciones que los unen y los separan por igual.

Entendamos que nuestros protagonistas tienen 17 años, son parte de una generación que su juventud ya los cansó y piensan que el mundo ya está preparado para cualquier cosa que ellos quieran pensar. Este es el punto justo donde se sostiene el relato de la serie una especie de grito “Puedo hacer lo que quiera, por que conmigo hicieron lo que quisieron” y una especie de pre maduración mental que es totalmente falsa. En medio de este encuentro generacional, muy bien logrado por suerte, están los cambios perceptibles que ellos generan entre sí: del amor al odio, de la felicidad a la tristeza, de querer matarse a extrañarse. De nuevo, situación generacional explotada por MIL.

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Pero no es en este relato de época en donde falla a mi entender la serie. El quiebre se genera cuando estos sentimientos son llevados a un extremo sin dejarnos pensar. Si bien -y de vuelta por suerte- la historia se narra en pocas minutos y la percepción juvenil del empuje de su edad está muy bien representado, el cambio de climas genera por momentos cierta incomodidad. ¿Realmente el amor es necesario en cualquier historia? Yo entiendo que “The end…” es más bien un relato sobre encontrarse, sobre descubrirse, sobre las diferencias entre lo que el mundo ve en nosotros y lo que nosotros vemos del mundo, pero esa no es la promesa que nos hicieron.

El personaje de James se diluye a medida que avanza la serie. Su tono psicópata se cambia por el rol de protector y esto no nos gustaba de él. Su promesa era darnos su comedia negra donde el era un psicópata. Y enfrente nos encontramos, con la cínica y poco encantadora (yo la amaba) Alyssa, quién- a modo de heroína teen- espesa todo el caldo en la receta de esta serie. Alyssa era un personaje fuerte, que termina dándonos pena y James un personaje oscuro que termina lleno de luz. ¿No creen que toda la generación “Jude Apatow” ya nos hizo ver demasiado de eso para verlo, hasta en una serie inglesa?

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Creo que “The end…” comete lo errores clásicos de la masificación, al necesitar un producto que nos sea agradable. Bueno por lo menos para mí no lo fue tanto, o lo fue solo parcialmente, la promesa donde se sostiene la diferenciación radical de la historia, se perdió. Tomó un camino hollywoodesco y se quedó sin nafta a la mitad. Aún así voy  bajar las exigencias y voy a decir que a nivel conceptual “The end…” es una gran serie. Con grandes diálogos, grandes pasajes visuales y una banda sonora compuesta por Graham Coxon de Blur que completan un combo bastante simpático. El otro punto a resaltar es que son 8 capítulos de 20 minutos, no nos genera una carga emocional significativa.

Y aunque en algún punto necesitaba compartir esto que pensaba para poder sacarme mi enojo, puedo decir que la serie la recuerdo con algo de estima. Solo espero que las promesas no sigan siendo promesas y nos regalen contenidos que sean imposibles de diluir en orden de ser masificados.

Gervasio Guiñazu

Nada en el mundo es más lindo que encontrar a tu próxima banda favorita. No quiero ser tu amigo si no llorás al menos con tres de tus canciones preferidas. Si no hay Pink Floyd, que no haya nada.