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The Last Man on Earth, el apocalipsis alternativo

Por Victoria Barberis

Este es un interrogante que todos nos hemos hecho alguna vez, elucubrando las más disparatadas fantasías: ¿qué pasaría si yo fuese el último ser humano en el planeta? ¿Qué haría si, por alguna extraña razón, el mundo entero quedara a mi disposición? Es tan intrigante como maravilloso a la vez. Pero también se trata de una pregunta que la industria de la televisión norteamericana se viene planteando hace varios años y que ocupa un papel fundamental en un gran número de propuestas en los últimos tiempos. Tenemos a The Walking Dead y toda la familia de series apocalípticas que le ha sucedido, en las que se plantea de algún modo u otro un mundo donde en un futuro cercano la Tierra es azotada por un evento desconocido que provoca, en líneas generales, la desaparición de toda (o casi toda) la población, poniendo en crisis las normas y leyes por las que se rige la sociedad en general.

En esta oportunidad, Fox lo hace con ironía, humor y descaro. The Last Man on Earth es una comedia en esencia, pero tiene mucho de eso que nos maravilla en este tipo de propuestas, eso que nos invita a quedarnos viendo porque no sabemos hasta dónde los personajes –y los creadores- son capaces de llevar una desopilante historia. Phil Miller es (o a priori, parece ser) el último hombre sobre la faz de la Tierra, sobreviviente de una suerte de apocalipsis o virus desconocido que ha acabado con todo indicio de vida humana sobre el planeta (sin dejar rastros, cadáveres o incluso zombies). Luego de recorrer de punta a punta los Estados Unidos, descubriendo horrorizado su absoluta soledad, nuestro protagonista decide asentarse nuevamente en su Tucson natal.

Y ser el único habitante del mundo tiene sus ventajas, desde la posibilidad de vivir con todas las comodidades imaginables en cualquier mansión que a uno le plazca, andar en ropa interior por las calles o hacer todo tipo de desmadres en lugares públicos; hasta robar arte, joyas y autos costosísimos. En fin, todas esas locuras con las que la mayoría de nosotros fantaseamos cuando nos preguntamos por el un hipotético apocalipsis. Pero claro que no todo es color de rosa y vandalismo arbitrario: está el pequeño gran detalle de la soledad y la incapacidad del ser humano para vivir aislado de sus pares, sin entablar relaciones sociales.

Todo este planteo hasta ahora puede sonar como un drama con pequeños toques de comedia, si no fuera porque el último hombre sobre la Tierra es un completo imbécil. Y no es solamente un imbécil: es uno que se apega al estilo Fox/FX: grosero, desmedido, inadaptado y todas las miserias del hombre moderno en una sola persona. Phil Miller está magníficamente interpretado por Will Forte (probablemente todos lo recuerden por su paso por SNL o por el film Nebraska), quien también es el creador de esta serie que se desarrolla en el año 2021 y que pretende dar un giro al ya clásico subgénero apocalíptico.

A sus cuarenta años, Miller no ha conocido más logro que el de ser un vago y un mantenido por su familia. Claro que, teniendo en cuenta que es el único de nosotros que ha sobrevivido, poco importa su escaso nivel de valores morales y sus tendencias sociópatas se van haciendo cada vez más peligrosas a medida que van pasando los meses en soledad. Mientras recorre ciudades en busca de sobrevivientes, va acumulando basura y objetos valiosos en su casa rodante, desde cantidades abismales de alcohol y pornografía, hasta premios Oscar, fósiles y pinturas de Picasso. Todo eso que siempre quisimos hacer nosotros.

Durante sus extenuantes charlas con Dios, descubre que estar completamente solo no es tan fabuloso y comienza a enloquecer sin notarlo (haciendo un desopilante guiño a Náufrago). Sin poder soportar el aislamiento (y claro, la falta de sexo), los límites de la moral y las buenas costumbres se van desdibujando y dormir en una piscina de bebidas alcohólicas ya no es tan divertido como parecía al principio. Es así que Phil decide terminar con su vida, justo cuando descubre algo asombroso que termina por salvarlo.

Más allá del humor y de la originalidad de la propuesta, hay muchas otras razones por las que The Last Man on Earth es una gran idea y una historia que esperemos que no se encierre sola con el correr de las temporadas. Se trata de una apuesta muy arriesgada, porque el propio concepto puede arruinarlo todo y porque es muy complejo trabajar este guión con diálogos escasos, que se van abriendo de a poco a medida que la serie avanza.

Sin embargo, es definitivamente algo diferente, de ésas cosas que hace bastante que no vemos: es una historia capaz de tomar un concepto ya trabajado y repensarlo nuevamente para lograr algo que se destaque. Esta vuelta de tuerca al género apocalíptico combinado con comedia requiere de mucho esfuerzo para asegurar la calidad del producto, pero sin dudas es una de las mejores propuestas que hemos visto en estos últimos tiempos, especialmente aquellos que ya están hasta el cuello de las tradicionales sitcoms. Gran parte de esto, está en el mérito de Will Forte, un gran comediante nacido de los últimos años dorados de Saturday Night Live y un histriónico actor sin miedo a nada.

Por otro lado, está lo bello del género: eso que sucede cuando nos atrevemos a dramatizar la comedia, cuando siempre encontramos algo de certero en lo que el libro nos va contando. Un gran ejemplo de eso es la batalla entre lo que está bien o lo que está mal dentro del entramado social y cómo esto afecta al individuo cuando ya no existe tal cosa. Hay algo magnífico en el planteo de la pregunta ¿Es que ahora todo vale? ¿Tiene sentido, por ejemplo, un espacio para estacionar reservado para discapacitados en este mundo despoblado? Porque como bien dice Phil, «ahora todo el mundo es un espacio para estacionar. Hasta yo soy un maldito espacio para estacionar». El sentido que tiene la norma implícita se desvanece ante esta realidad y las preguntas que surgen de ello son fascinantes. Es triste y es divertido a la vez. Así es todo lo bueno.

Victoria Barberis

Es periodista de profesión y escritora de corazón. Es "seriéfila" y una aficionada a las sagas. Su pluma a veces es sarcástica, pero siempre divertida.