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Tron nos deja su legado

Por Milly Sur Bianchiman

*Por Milly Bianchiman Sur

Para impresionar a los espectadores ansiosos a la espera de Tron, Joseph Kosinski, su director, solo tenía que hacer dos cosas: crear impresionantes efectos visuales que rivalizaran, y sinceramente esperábamos que superaran  los de Avatar, y en segundo lugar, crear una historia memorable, extravagante y divertida de celebrar que pudiera sostener todo junto. Él ha logrado medianamente la primera, y fracasó estrepitosamente en lo segundo.
Los efectos te encantan en su comienzo, pero luego te das cuenta que ya lo viste todo en sus tráilers. El 3D no se dispara hasta que Sam (Garrett Hedlund), el hijo del desaparecido genio de Kevin Flynn (Jeff Bridges), se transporta a La Grilla (trama de la antecesora) – un ciber-mundo creado por Flynn, en la que ha sido atrapado por los últimos 20 años. En el lapso de los 20 años, lo rudimentario, el casi análogo minimalismo del neón que se vio en la realidad alternativa de la película original ha evolucionado a lo largo de la infinidad de ciclos para producir un mundo tan rico en textura vítrea y ciudades elegante  que se asemeja más a una visión futurista de la tierra que una idea más abstracta de un «mundo cibernético». La base de conocimiento sobre arquitectura de Kosinski, es clara. La Grilla es una visión futurista impresionante, un cruce entre Philip K. Dick y la Bauhaus. Kosinski estaba determinado a hacerle honor  a la película original, por lo que muchos de los sets son tangibles, creado a partir de hormigón y vidrio, y se puede sentir su peso en la pantalla. Pero es este un punto del todo positivo?  No, por lo menos para mí no es suficiente. Hay algo decepcionante sobre esta interpretación de La Grilla, que en la película original fue un espacio mucho más abstracto, simplemente debido a las limitaciones de la tecnología. Las maravillas del mundo moderno han permitido Kosinski representar una visión verdaderamente excepcional en la pantalla, pero si es la visión correcta o la visión honesta de TRON es discutible. Sin embargo dos triunfos indiscutibles deben mencionarse: el primero es el glitchy de Daft Punk y su tecno soundtrack, aunque por momentos me pareció que se utilizaban composiciones muy parecidas a las de El Origen a la hora de imponer tensión. Su pop infeccioso y la danza cósmica son una perfecta fusión de lo orgánico y lo «tecnológico». Es a la vez frío y monótono pero lleno de energía vibrante. El segundo es el elemento más importante del idilio TRON … las batallas de discos y ciclos de luz son absolutamente impresionantes. La aparición de rastros de mercurio brillante de las motos es alucinante en 3D, y las propias batallas son casi tan emocionantes como cualquier creación de James Cameron. Pero el éxito de una cinta de este tipo, a estas alturas de la historia del cine no puede recaer en escenas así por más brillantes que sean. El éxito de Tron o la falta de él, es culpa de lo que se cuenta y no del cómo se cuenta. La historia, por desgracia, cae en las grietas de las maravillosas decisiones estéticas. Tron es como un film «épico de acción y de ciencia ficción ‘- donde en una olla a ebullición pusieron un poco de Gladiador, Star Wars, Matrix y El Origen pero todos los tópicos e ideas quedaron a medio cocer.

La evolución de este otro mundo se ha visto afectado por la influencia cancerosa y dominante de Clu – un «programa» construido por Flynn de su propia imagen para crear un ‘mundo perfecto’ en La Grilla. La búsqueda de Clu de un ideal inexistente ha dado lugar a un mundo peligroso y oscuro, donde reina la destrucción y el genocidio. La llegada de Sam ofrece una breve oportunidad para derrotar a Flynn y escapar de este sub mundo y poder llevar la perfección al mundo real. Esto podría haber sido una historia interesante a mitad de camino, pero en realidad no lo es. Esencialmente, la historia trata de la relación padre e hijo, viajando a través de un paisaje árido para poder entrar en una pelea antes de tiempo,  así poder ganar. De alguna manera este viaje al azar proporciona a Sam la inspiración que necesitaba para «encontrarse a sí mismo» y cambiar su vida al regresar al mundo real.
La actuación por desgracia, no salva este gran trabajo de arte tecnológico. Jeff Bridges no le va nada mal como Flynn o, gracias a unos efectos visuales maravillosos, en su encarnación más jóvenes como Clu gracias a CGI (Computer-Generated Imagery). Garrett Hedlund es inofensivo como Sam, que construye un personaje vacío que intenta transmitir su dolor de hijo abandonado sin ningún éxito. Probablemente el personaje más interesante de la película es Castor (Michael Sheen) interpretando una especie de un delirante David Bowie.

Tron: Legacy es un éxito de taquilla insípida y poco inteligente, estimulante en el plano de lo  puramente estético, que sufre de diálogos ridículamente pomposos. Su historia puede resultar compleja o pobre, pero puede que te baste con solo ser complacido por las experiencias sensoriales que producen el dúo de Daft Punk y las magníficas imágenes en 3D. El error está en entrar a la sala con demasiadas expectativas sobre la historia, y salir lastimado porque te quedaste con ganas de ver otra pelea en motos, y ni siquiera saber porque todavía se llama Tron.


Milly Sur Bianchiman

Cinéfila. Cómic fan. Amante y defensora del hábito de leer y los animales. Detallista a ultranza. Apasionada de los recovecos del séptimo arte.