Cine

Un hombre y sus fantasmas: Crítica de La Sombra del Gallo

Por John Lake

Lautaro Delgado siempre se ha caracterizado por personajes duros muy cerca de los extremos, marginados, perseguidos, fuera de la ley, en los cuales empuñar un arma es algo habitual. Su tez irregular y su mirada penetrante se adaptan a la perfección a roles que conviven con la violencia, la dominación y la sonrisa burlona. Su composición de Román Maidana en La Sombra del Gallo figura dentro de esos cánones. Los ambientes en los que se refugia por lo general son guaridas, como la habitación en una alejada pensión del delta en Caño dorado (Eduardo Pinto – 2009), el mundo subterráneo de Topos (Emiliano Romero, 2012) o la deteriorada casa familiar en el presente film.

Román, un ex policía, sale con libertad transitoria por la muerte de su padre tras ocho años de prisión y su retorno al pueblo no pasa desapercibido. El lento ingreso que acompañan los créditos iniciales es seguido de cerca por los vecinos con miradas que denotan desconfianza, entre ellos el comisario que compone Claudio Rissi. La reciente desaparición de una adolescente mantiene alerta a los habitantes que hacen oír sus reclamos en protestas callejeras; su andar sosegado pronto se trastocará en intimidaciones, excesos y presiones que lo obligarán a utilizar sus puños  y protegerse con un revólver. Los fantasmas lo acechan, le traen recuerdos que añora a la vez que le exigen responsabilidad por sus actos; la culpa lo carcome, no lo deja dormir en paz, la figura de un gallo se interpone en sus sueños.

 

Nicolás Herzog (que vivió mucho tiempo en Concordia, Entre Ríos) utiliza locaciones de la ciudad de su adolescencia que dan buen marco a un film que se pasea por varios géneros: el thriller, el western urbano y el policial negro. En su ópera prima de ficción, las imágenes – que cuentan con una excelente fotografía de Fernando Lorenzale – ocupan un lugar destacado en el desarrollo de la trama. Los diálogos, mínimos e indispensables, permiten que Delgado ponga de manifiesto toda su gestualidad y expresividad al servicio de la cámara, en las escenas que solo son acompañadas por el silencio o por la eficaz banda sonora a cargo de Matías Sorokin. El suspenso atraviesa toda la trama que tiene su columna vertebral en el deambular de Román. Las escenas nocturnas, muy bien iluminadas, acrecientan la intriga de un film sórdido que abrirá una caja de Pandora. El director de Orquesta roja (2009), respaldado por un sólido elenco y equipo técnico, retrata con oficio un tema enquistado en la sociedad. Valoración: 65.

John Lake

Adolfo Giraldo alias "John Lake" es fanático del cine desde chico, asistió a cursos de cine con Gisela Manusovich y completó la carrera de crítico de cine en la Escuela de la revista El Amante. Sus críticas aparecieron en diversos sitios como cinemascine.net, todaslascriticas.com y en la revista virtual Pez Dorado.