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Whiplash: la grandeza tiene un precio

Por Josefina Chalde

Andrew Neiman quiere ser el mejor, quiere triunfar en el mundo del jazz haciendo lo que mejor sabe hacer: tocar la batería. La tarea, por supuesto, no es sencilla. Muchos quieren alcanzar la gloria pero muy pocos lo logran. Algunos tienen potencial pero terminan desmotivados, desganados, desalentados por diversas circunstancias. Otros lo intentan de todas las maneras posibles y se esfuerzan, pero simplemente no tienen el don. Y después están aquellos que saben que poseen la cualidad y están dispuestos a hacer cualquier cosa para lograr su objetivo. No importa qué tan duro tengan que pelearla, cuántas horas de práctica necesiten, cuánta sangre, sudor y lágrimas derramen por ello. Ellos quieren ser grandes y saben que la grandeza tiene un precio. El tema es estar dispuesto a pagarlo.

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De eso se trata Whiplash, la segunda película de Damien Chazelle (Guy and Madeline on a park bench), basada en un corto que él mismo realizó hace unos años. Cuando el profesor Terence Fletcher descubre a Andrew tocando la batería en un cuarto del Conservatorio Shaffer, ambos saben que algo interesante se está por gestar. Pero Fletcher no es cualquier profesor: es exigente, agresivo y despreciable. Él empuja a la gente más allá de lo esperado, porque quiere sacar esa grandeza que llevan dentro, explotar ese don que no todos poseen. El problema es que sus métodos de enseñanza no son para cualquiera.

Whiplash profundiza en la relación tensa, electrizante y nada saludable que se establece entre este alumno y este profesor; y habla de los límites a los que una persona puede ser llevada para lograr la perfección.

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Miles Teller es Andrew Neiman, este joven (por momentos bastante arrogante) dispuesto a todo con tal de ser el mejor; mientras que J.K. Simmons se pone en la piel del temible Fletcher, brindando una actuación soberbia y creando un personaje detestable que lleva a sus alumnos, sobre todo a Neiman, al borde del desquicio. Desde que ambos personajes cruzan caminos, cada vez que se encuentran en una misma habitación el ambiente se vuelve tenso y los intercambios de palabras (y algún que otro golpe) intensos.

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Con un montaje frenético, Chazelle nos mete en el mundo del jazz y nos vuelve testigos de una batalla musical y psicológica entre estos dos personajes.

Whiplash es una de las mejores películas del ya terminado 2014. Su triunfo en el Festival de Sundance fue el primer paso en un camino de gloria que culminará en los Oscar, donde tiene 5 nominaciones, entre ellas mejor película. Si gana o no, es otro tema: el film de Chazelle ya dejó huella.

Josefina Chalde

Estudiante de Cine. Amante de la música internacional. Un buen libro, un buen disco y una buena película es todo lo que necesita. Londres es su lugar en el mundo.