En la ya estresante formula de exprimir la franquicia que inicio con El Conjuro (The Conjuring,2013), La Monja (The Nun es su idioma original) demuestra con gravedad la necesidad de explotar y desaprovechar grandes oportunidades. Producida por James Wan y protagonizada por Demián Bichir y Taissa Farminga esta nueva entrega del universo de demonios «Wanescos» consigue abofetear en casi todos sus aspectos al espectador fanático del susto fácil.
La acción se sitúa sobre la década de 1950 en Rumania, en el Monasterio de Cartas, un lugar azotado por la guerra y con una oscura maldición que pone a temblar a todo lugareño. El padre Burke (Demián Bichir) y la hermana Irene (Taissa Farminga) son los «cazafantasmas» enviados por la iglesia para investigar un suicidio que no tiene indicios claros; poco a poco a medida que estos dos personajes se internan cada vez más en lo profundo de esta especie de «Abadía del Mal» el miedo crece por la presencia de La Monja.
Dirigida por Colin Hardy (The Hallow) La Monja se establece en un lugar cómodo y comunica al espectador en cuestión de pocos minutos que no piensa cambiar súbitamente su predisposición en el género de horror. Lamentablemente esa posición se siente sucia, casi bastardeada por un guión nefasto a cargo de Gary Dauberman (it chapter 1, Annabelle). El Trabajo de Dauberman es tan pobre que cada situación presentada o dialogo puesto en escena se sienten familiares y apuntan a desenlaces ultra quemados en un género que necesita una pizca extra de cariño tras la hoja y el papel.
El susto tonto se utiliza de manera continua y se desperdicia por la misma, los espectadores van a encontrarse con clichés desproporcionados de un proyecto que permitía una basta cantidad de interesantes ideas que predestinaban ramificarse en cualquier dirección, pero al final, busca una la salida cómoda, casi perezosa, de escapar positivamente de los problemas.
Para colmo la archiemencionada monja es simplemente una burda excusa para atraer al público hacia un lugar interesante que no consigue el peso necesario para que el espectador diga: Me cago de miedo. Vemos un monasterio, vemos monjas y vemos a LA monja, ahora bien, ¿importa?… en absoluto, el espectador se queda con ganas de más monja por un proyecto que va a media marcha todo su trayecto.
El personaje de La monja instala un interés falso y ese temor predispuesto se termina cuando la idea de similitud entre el mismo y la musa de Almodóvar, Rossy de Palma, inunda los pensamientos y la risa se apodera de la situación. Se puede ver a una monja pero también se aprecia una Rossy furiosa sedienta de sangre en búsqueda de nuevo proyectos junto a Pedro.
Una película que no logra convencer en lo absoluto, no obstante Taissa Farminga hace todo lo que puede en un rol que pide lo justo. Una decepción de film que solo resulta interesante si se busca perder el tiempo para fingir miedo. Valoración: Regular.