Cine

The Wolfpack, un documental sobre lobos citadinos

Por Felipe Restrepo

Siete hermanos viven encerrados desde su nacimiento en un departamento de Nueva York. Su padre, un excursionista de nacionalidad peruana y que se considera a sí mismo un ser iluminado, nunca les ha permitido salir de esas paredes porque quiere conservar en ellos un estado adánico para que no se contaminen del desenfreno de la sociedad moderna.

Él prefiere mantenerlos encerrados que someterlos a la hostil urbe y conformar con ellos una pseudo tribu mientras los obliga a mantener el pelo largo para que reafirmen el poder heredado. Por otro lado su cándida madre, de origen norteamericano, los educa fervorosamente para que no tengan que ir a la escuela y aprendan lo esencial.

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En la medida en que van creciendo, los hermanos encuentran en el cine la principal ventana para escapar de la cotidianidad en la que están inmersos. Como enfermos cinéfilos ven y revén sus películas favoritas anotando rigurosamente todos los elementos que las componen. Reescriben el guión y anotan cada uno de los diálogos.

También hacen un meticuloso desglose de vestuario y utilería. Una vez descomponen todo, se entretienen haciendo sus propios remakes encarnando los personajes de las películas: Batman, Vincent Vega y los matones de Reservoir Dogs son algunos de ellos. Para la utilería y los vestuarios se valen de cualquier elemento que encuentran a su alcance para construir el verosímil: armaduras, pistolas y cuchillos armados con cajas de cartón terminan componiendo el atrezo de la puesta audiovisual.

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Pero un día uno de los hermanos, en un descuido de su padre, se escapa del departamento para ir a dar una vuelta por el vecindario disfrazado con una máscara de Michael Myers (el asesino serial de la película Halloween) para ocultar su identidad. En un inicio, su recorrido por el mundo exterior no es tan extraño, pero después se torna enrarecido cuando decide conocer un banco y una farmacia. Las personas paranoicas por el extraño personaje que deambula por sus calles, deciden llamar a la policía para que rápidamente intervenga. El chico es esposado y llevado hasta su departamento y después a un hospital psiquiátrico.

Este evento sirve de detonante para dar a conocer la condición de aislamiento y de sometimiento al que su papá los exponía. Desde ese instante los hermanos adquieren mayor autonomía y empiezan a salir todos en grupo del departamento.

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Debido a los años de encierro los hermanos adoptan un look excéntrico pero con cierto estilo (emparentado con las películas que suelen ver) que llama la atención de los transeúntes cuando exploran el mundo que veían desde la ventana del departamento. Tanto así, que un día una directora de cine, Crystal Moselle, se los encuentra corriendo por las calles de Nueva York y automáticamente queda fascinada por su apariencia y los convida a hacer un documental sobre sus vidas después de conocer su historia.

Lentamente la directora va mimetizándose en el entorno de la familia mientras se van revelando espontáneamente los testimonios sobre el padre, la madre y la relación entre ellos. El padre, internado en su habitación, se alcoholiza mientras ve televisión y sigue dictando cátedra espiritual y filosófica; la madre, con gran devoción por sus hijos, se convierte en una más del grupo mientras los ayuda a cocinar lasaña, el plato favorito de los chicos. En la medida en que se desarrolla el documental, la madre también parece emanciparse del yugo de su esposo que solía golpearla para que silenciosamente siguiera adoctrinando a sus hijos.

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Los hermanos, algunos más que otros, crean un obvio resentimiento en contra de su padre, pero otros, en el fondo, parecen reconocerle algo de acierto en la manera en la que decidió criarlos. Independientemente del análisis que haga cada espectador sobre la película y la forma en que fueron educados, la verdad es que los siete hermanos parecen irradiar una energía y una inteligencia que hacen pensar en que pueden consolidarse como grandes artistas audiovisuales.

Un cautivador documental para ver cine dentro del cine por los instantes en que los chicos representan creativamente sus películas favoritas y también porque la película se adentra en un interesante fenómeno en el que siete jóvenes inmersos en cuatro paredes logran crear un universo en el que florecen sus fantasías distanciados de la sociedad moderna, como si fueran una manada de lobos que crecen aislados en el interior de una inhóspita cueva.

 

Felipe Restrepo

Su papá le incentivo el amor por el cine llevándolo a ver películas para mayores de 13 años cuando él aún era un niño. Productor y director audiovisual independiente.