Cine

7 días en La Habana: los turistas regulares

Por Luciano Mariconda

Este tipo de películas nunca dio resultados perfectos. No hay que retroceder muchos años para encontrar un ejemplo acorde: en París je t’aime, 22 realizadores exponían su visión de la ciudad de las luces en 22 cortometrajes. Años después se produjo su versión neoyorkina, con resultados similares (se pretenden hacer estos cortometrajes también en Río de Janeiro, Shanghai y Jerusalem).

7 días en La Habana se centra en siete historias que corresponden a los días de la semana. Como en los demás exponentes, hay segmentos logrados, algunos discretos y otros absolutamente fallidos. Los directores del proyecto conforman un crisol de nacionalidades: el puertorriqueño Benicio Del Toro, los argentinos Pablo Trapero y Gaspar Noé, el español Julio Medem, el palestino Elia Suleiman, el local Juan Carlos Tabío y el francés Laurent Cantet.

El primer cortometraje, a cargo de Del Toro, se centra en un joven actor estadounidense que llega a La Habana para asistir a una universidad. Simpático y bien narrado, el segmento sirve como inauguración de la mirada buscada por todos los directores involucrados: mostrar una ciudad pasional, sorprendente, cálida e inolvidable.

El corto de Buying online propecia Trapero es mucho más interesante, oscilando entre la ficción y el documental: el propio Emir Kusturica llega a la ciudad para recibir un homenaje del festival de cine. La mayor parte del tiempo ebrio, el realizador de Underground vaga por diferentes lugares hasta terminar escuchando a un conjunto de músicos hasta el amanecer. Uno de los puntos más altos del film es el momento en el que Kusturica, en un estado cercano a la inconsciencia por el alcohol, escucha un hermoso solo de trompeta. Es una secuencia en la que la condición abstracta del sujeto se unifica con la materia intangible del sonido proveniente del instrumento. Todo enmarcado en un instante capturado de la mejor forma cinematográfica. El protagonista, Trapero y la cámara danzan hipnotizados alrededor de aquellos acordes.

El corto de Medem es absolutamente catastrófico. Un melodrama lleno de lugares comunes, un montaje fallido y la musicalización más obvia en mucho tiempo. Lejos quedó el director de Los amantes del círculo polar y Lucía y el sexo de sus mejores trabajos. El resultado es de lo peor visto no sólo en este film sino en la totalidad del año cinematográfico. La misma suerte corre el segmento de Juan Carlos Tabío (Guantanamera). Apenas competente, la historia comienza como una comedia sobre las desventuras de una familia que debe preparar comida por encargo para derivar en algo más oscuro. Luego deriva en un melodrama obvio, remarcado y sin emoción.

Lo de Elia Suleiman es glorioso. Su personaje se transforma en una mezcla de Jacques Tati y Buster Keaton que vaga por la ciudad y observa la vida cotidiana de los habitantes. Su personaje se pierde en el hotel, visita la embajada palestina, recorre el zoológico, observa una playa habitada por algunas personas, va al mítico bar La Floridita (frecuentado por Ernest Hemingway en su años en Cuba). Pero también espera entrevistar a Fidel Castro mientras el revolucionario se encuentra pronunciando uno de sus interminables discursos. Con mucha gracia, sin utilizar diálogos, el protagonista escucha al revolucionario cubano sin inmutarse por la cantidad de tiempo transcurrido en su oratoria. Suleiman ahorra los diálogos para centrarse en el poder de su mirada serena e imperturbable. Esto le otorga a su cortometraje una visión casi documental de la vida diaria en Cuba. Una emocionante obra maestra.

Es sorpresivo lo de Gaspar Noé, un director que tiende a la brutalidad gratuita, a los golpes bajos y al impacto por el impacto mismo. Su cortometraje Ritual muestra justamente un rito en el que los padres de una joven quieren «limpiarla» de sus deseos lésbicos. Si el segmento no se aproxima a sus desastrosos largometrajes es porque Noé se ajusta a lo que dictamina la esencia del cortometraje. No hay ningún tipo de necesidad de excederse en humillaciones ni desprecio por sus personajes. Por momentos, la mirada se aproxima a lo realizado por Jean Rouch en sus documentales etnográficos, pero sin llegar al nivel de complejidad poética del maestro francés. Los fanáticos de Irreversible y Enter the Void se quedarán esperando algo más, los detractores estarán agradecidos de no tener que ser testigos de sus habituales defectos.

Muy agradable es el cierre con El mural, a cargo de Laurence Cantet. Es la historia de una mujer que, luego de ver a la Virgen, le pide a sus vecinos que la ayuden a armar un santuario. Hermoso relato del poder colectivo, el realizador de Entre los muros muestra a cada personaje colaborando para satisfacer no sólo a la mujer, sino a ellos mismos. Una fábula moderna sobre la fe, contada con gracia y pasión. Un cierre más que digno para un film, previsiblemente, disparejo.

Descubre la Banda Sonora de 7 días en la Habana

Luciano Mariconda

Hawks, Bresson y Tom Cruise. Eterno apasionado por toda la experiencia cinematográfica e interesado en otras disciplinas artísticas. Siempre en movimiento.