Llegar a una sala de cine alternativo y no comercial es tener el privilegio de ver una gran película gratis o, en algunos casos, por un precio absurdamente bajo, sobre todo en comparación con lo que cobran las grandes cadenas de cine. Igualmente, siempre se puede recurrir al dvd club y probar suerte, o sentarse a la computadora y toparse con alguna “joya” dando vueltas en la red. Y hasta raras veces en la TV también podemos encontrar algo.
Sin embargo, lo mejor es “hacerla completa” y acercarse al cineclub o a la casa de cultura que proponga algún ciclo de cine diferente y engolosinarse con toda la situación que de ello se genera. No hay pochoclo, no hay gaseosa extra grande ni combos pareja, pero se encuentra todo tipo de personajes.
Ir a una sala de cine “independiente” -como comúnmente se lo llama-, significa una suerte de aventura. El ir preparado para todo, sin saber que tal comedia romántica termina con un matrimonio felizmente casado después de haberse conocido “por accidente”, haberse separado por un engaño mal interpretado (la chica que el invitó a salir era en realidad su propia hermana) y haber logrado una romántica reconciliación después de que ella se diera cuenta de su error y viajara kilómetros cruzando el océano atlántico para decirle lo que verdaderamente siente. Bla, bla, bla. Me aburro.
El otro cine convoca a todos esos directores y actores que quieren decir algo de modo no convencional, que quieren compartir con el espectador una historia que muchas veces queda inconclusa o que necesita de otra perspectiva para ser entendida. No todo está servido en bandeja, se nos invita a hacer una elaboración personal y rematar con nuestras propias elucubraciones.
Se trata de disfrutar de manera innata de esa película que mucha gente corriente encontraría vulgar, aburrida, tediosa y tantas otras cosas que se escuchan acerca del “otro” cine. Suelen ser films totalmente impredecibles, los que muchas veces, a falta de diálogos, aturden con imágenes o deleitan con música que despierta todos nuestros sentidos. Es cuestión de dejarse cautivar y no tratar constantemente de buscarle un sentido racional o un grand finale obvio y sumamente palpable desde el principio.
Es cierto que no siempre el otro cine es bueno, pero no se pierde nada con intentarlo: dejar un poco de lado las superproducciones hollywoodenses y disponerse a escuchar esas otras voces, que seguro -y con gran esfuerzo- tienen mucho que contar.