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[BAFICI]La muerte de la infancia: Critica de Death of Nintendo
Katie es una joven universitaria canadiense con una presencia muy activa en el campus. Practica ballet, tiene una fundación a su cargo para recaudar fondos para el tratamiento de su cáncer en Seattle, está rodeada de amigos, los afiches con su nombre se asoman en los pasillos, tiene una novia que la protege y la ayuda económicamente, a su paso se suceden las muestras de cariño. Todo parece bien encaminado, con la pequeña salvedad de que está basado en una gran mentira, en un falso diagnóstico que Katie se inventó para obtener dinero que utiliza para su propio beneficio.
La supuesta enferma es una impostora que no repara en los medios ni a quién perjudica con tal de salirse con la suya. Engatusa a todos los que la rodean con excepción de su padre que la conoce bien. No le cree, la difama por las redes al no atender sus consejos, lo cual pone en duda la tremenda telaraña de mentiras construidas. Los directores Yonah Lewis y Calvin Thomas construyen un preciso thriller psicológico cuyas situaciones incomodan e inquietan al espectador mucho más que a la protagonista. Su llamativa frialdad, sumado a su rostro de niña inocente, le permite manipular, manejar a su antojo y hasta maltratar a sus interlocutores. White Lie pone en el tapete no solo el uso indebido de los medios, sino también el tema de la aceptación social y hasta donde llegar para obtenerla. Sin duda, una de las mejores propuestas de la Competencia Internacional.
Mario es un docente universitario al que se le encarga una investigación sobre el ensayista Ezequiel Martínez Estrada, autor de “Radiografía de la pampa”, a realizar en Bahía Blanca durante un mes. El encuentro fortuito con un amigo destapará un pasado reciente siniestro que intentaba dejar atrás. La ópera prima de ficción de Rodrigo Caprotti está basada en la novela homónima de Martín Kohan, que tiene un cameo ni bien se inicia el film.
Bahía Blanca se articula sobre una expresión dicha por el personaje del amigo que compone Javier Drolas: “la clave del contrasentido”. El vecino de habitación (Marcelo Subiotto) en el campus, por un lado, exalta las bondades turísticas de las cercanías y por otro le habla de cábalas, supersticiones y de la mala suerte de la ciudad. El personaje de Ailín Salas es una fría y monosilábica empleada de un ciber de día y de noche se transforma en una prostituta ardiente en uno de los bares de la zona. El accionar del protagonista (Guillermo Pfening), que se mueve con una pasmosa tranquilidad por el sur de la provincia de Buenos Aires, contrasta con el violento hecho del que fue partícipe semanas atrás. La conducta de su exesposa (Elisa Carricajo), sumisa y pasiva al principio, se contradice con la firmeza y el rechazo en su decisión final. Hasta los diálogos suenan incoherentes, al contraponerse los que suenan artificiales con aquellos realistas y de gran compromiso dramático. El resultado final, pese al buen elenco, es una sucesión de incongruencias que no cierran y no llegan a conformar totalmente al espectador.
La última obra de Andrey Khrzhanovsky es un musical de animación, que también recurre a otras técnicas como el material de archivo, afiches y fotografías. La película se basa en el cuento La nariz de Gogol, una humorada sobre la burguesía rusa, con el fondo musical de la ópera homónima de Sostakovich, considerada una broma musical escrita en su juventud. Sin embargo, el trasfondo está lejos de la gracia que puedan provocar ambas obras. Si bien el director ruso incluye fragmentos de El Acorazado Potemkin (Sergei Eisenstein – 1925), con reiteración de la famosa escena de las escalinatas, incluso mediante el uso de animación, el foco está puesto en el régimen estalinista y sus famosas purgas. Rostros de las víctimas que lamentablemente no tienen carteles de identificación, y placas en ruso sin traducción, surgen como fantasmas de aquellas matanzas.
En la segunda mitad, que es donde aparece más fuerte la crítica, asoma la disyuntiva entre la música de los formalistas, considerada como un barullo y una cacofonía por el régimen, y la realista estimada como agradable, elegante, armónica y popular. Prokofieff y Sostakovich entre otros son defenestrados, mientras que Rimski-Kórsakov y Chaikovsky son ensalzados. En un momento dado, se interrumpe la música de Sostakovich, para introducir a modo de interludio el famoso sexteto del segundo acto de La Cenerentola de Rossini, un momento musical que, por su ritmo y marcado énfasis en las consonantes, suena como una marcha militar. El texto que habla de un nudo enmarañado y de una trama enrevesada se asemeja a la compleja situación política y ciudadana del gobierno de Stalin. Khrzhanovsky realiza un sentido homenaje a los disidentes del pasado y del presente, una obra actual, cuya postura va más allá del régimen dictatorial que prevaleció en la Unión Soviética durante más de dos décadas del siglo pasado.