Este año mi grilla se tiño de una arbitrariedad manifiesta, hace año he sido abonada de la Competencia Internacional. Pero este año todo cambio, mi inquietud en explorar el cine argentino, el independiente, se propuso recorrer la competencia argentina y también de la vanguardia género.
Generalmente los directores, muchos de ellos del interior, nos hacen transitar por historias con buen ritmo y una liturgia telúrica que dista del protocolo solemne de las producciones del maintream porteño. En esta cobertura, voy a tratar de afirmas mi axioma, sobre que la posta está en este nicho de directores que algunos son de Buenos Aires y filman en el interior o son de las provincias y se quedan ahí con sus cámaras, con sus actores y su idiosincrasia local. Arranqué de la mejor manera el BAFICI 21, y aunque esta nota llegue un poco tarde, a lo mejor alguna de estas dos gane algún premio y se proyecte en las funciones sorpresas del último día.
Badur Hogar
Siempre soñé con tener una vida en Salta, comer tamales y pasar mis días en una reposera contemplando los atardeceres en San Lorenzo. Ya desde La Ciénaga de Lucrecia Martel, que tengo una fascinación del sonido siestero, calmo, del norte argentino. Me gusta escuchar en el cine ese dialecto cancino, tonito que me seduce, de los salteños. La salteña Badur Hogar de Rodrigo Mocoso (Modelo 73) explota lo mejor de la comedia romántica. Desde El último verano del cordobés Leandro Naranjo, que no sentía esa sensación de mariposas en la panza con una del género de la comedia argenta. Juan es un kidult que vive en casa de sus papas, tiene un trabajo inestable – limpia pileta con otro chango- y esta negado al crecimiento profesional.
Sus padres, de una clase acomodada, son dueños de una casa de electrodoméstico “Badur Hogar” que es un mausoleo de artefactos noventosos, el local está cerrado, pero por nostalgia, sigue intacto. Pero la vida monocorde de este cuarentón, se ve alterada por el amor de una salteña porteñizada. Juan (Javier Flores) se pega un metejón importante con la bella Luciana (Bárbara Lombardo).
Los parajes hermosos de la provincia, y el cuento de “pueblo chico, infierno grande” convierten a la comedia en una screwball comedy, en donde una mentira piadosa, se transformara en un suceso de enredos graciosos. Badur hogar es romántica y tiene todos los clishes hermosos del género: un mejor amigo pata y gracioso, una lindo soundtrack, y el temblor del encuentro y desencuentro que genera empatía en el espectador por ver si la parejita terminaran o no juntas. Una de las mejores del BAFICI.
El diablo Blanco
Ignacio Rogers es uno de los actores más icónicos del Nuevo Cine Argentino, fetiche del director Ezequiel Acuña con quien filmo Como un Avión estrellado, Excursiones, La vida de Alguien. Ahora se mete a filmar y lo hace con el género de terror. Lleva su cámara al bosque montañoso de la provincia de Tucumán y tranforma ese paisaje hermoso, sombrío, en el escenario perfecto para una película de casería y muerte.
Un grupo de treintañeros liderado por el “mayor” del grupo Fernando (Ezequiel Diaz) se meten en un pueblo salido de una película de John Boorman (Deliverance). Las ansias de vacaciones y de descanso de los jóvenes, se verá alterada por una leyenda telúrica sobre desapariciones y muertes. Los secretos y murmullos de los habitantes, meterán miedo a estos jóvenes que se verán en problemas. Roger parecería conocer los códigos del género a la perfección, ya desde la primera escena – impecable- antes de los títulos de apertura, logra captar la atención: un colono corre por un valle entre las montañas, la cortina musical, áspera, movilizadora, genera un clima de tensión.
Los sonidos diegeticos, meten bastante susto, en este slasher que está bien actuado. Incluso actores del indie como Martina Juncadella y Julián Tello se muestran cómodos y acompañan a la perfección el ritmo de la película. Puertas que se cierran, ninfas en la noche (Ailin Salas nunca falla) y el recorrido silencioso por la oscuridad de la luz mala. Gran comienzo como director para Roger.