Te recomendamos:
El sentido común indicaría que un pequeño pueblo olvidado es mucho menos propenso a ser testigo de algún siniestro asesinato. Al menos es un poco más improbable de lo que sería, por así decirlo, en una gran ciudad. Y también podemos agregar aquello de que pueblo chico, infierno grande y entonces, resultaría que cuando en una reducida comunidad surge un evento tan fuera de lo común como lo es un crimen, probablemente ésa población se verá mucho más afectada por el inevitable cotilleo, las insoportables especulaciones y la extenuante idea de que el vecino, el almacenero o el farmacéutico pueden ser considerados culpables de un terrible homicidio.
Algo así es lo que sucedió en el imaginario pueblo de Broadchurch, en el Reino Unido. La idea principal es claramente perceptible desde el primer episodio: se trata de una de ésas propuestas que buscan despertar el más antiguo placer de todo gran seriéfilo: pasar una temporada entera buscando pistas sobre quién es el asesino, para finalmente quedarse boquiabierto en el capítulo final ante la revelación del personaje más inesperado. La trama está centrada en torno a la familia Latimer y la reciente muerte de Danny, su hijo de 11 años, en circunstancias sospechosas que apuntan a un supuesto asesinato. Pero en un pueblo donde casi todos se conocen y donde no existe posible anonimato ¿quién podría hacer algo así? ¿Qué motivos tendría para arremeter contra la vida de un niño inocente?
El encargado de sacar los misterios a la luz es nada menos que David Tennant en el rol del detective Alec Hardy, un recién llegado a Broadchurch que busca un nuevo comienzo en un sitio tranquilo, de manera que pueda dejar atrás un escándalo que azoró una investigación previa donde sus errores se pagaron muy caro. Por su parte, la Sargento Ellie Miller (Olivia Colman) hace las veces de nexo entre Hardy y la familia Latimer, a través de su conexión personal con la víctima por medio de su hijo Tom. Es por esto que el crimen del pequeño Danny afecta tanto de modo personal como profesional la vida de Ellie, lo que termina de completar una jornada por demás inusual, en la que además se entera de que Hardy se quedaría con el puesto que su jefa le había prometido.
La idea que da vida a esta serie versa sobre cómo un suceso que afecta principalmente a una familia tipo puede desencadenar en una gran variedad de emociones y reacciones para toda la comunidad: en términos simples, tiene que ver con una muestra de cómo un acontecimiento es interpretado y asimilado por diferentes personajes, dependiendo de su realidad individual y cómo lo impensado puede causar efectos en la personalidad que hasta el propio individuo desconoce.
Uno de los platos fuertes en este tipo de producciones tiene que ver con la anticipación que genera la búsqueda y develación del asesino, quien resulta ser a menudo un personaje que se balancea perfectamente con una importante presencia en la trama, pero que no acapara tanto las miradas como para que comencemos a sospechar. Es allí donde se nota la excepcionalidad del guion: solamente un buen libreto tiene la capacidad de tomar una idea sencilla y diálogos ya vistos para hacerlos decir las cosas de tal modo que simplemente resulta impactante en diferentes niveles. Podemos tomar un personaje y darle una línea cualquiera, pero solamente los actores adecuados con la construcción precisa de un escritor podrán convertir una escena sencilla en una pieza emocionante y profunda. Esta es una de las grandes cualidades (si no es la más sobresaliente) de la creación de Chris Chibnall.
Por su parte, el rol de la familia protagonista se desarrolla exquisitamente durante los puntos de alto contenido dramático. Andrew Buchan (The Honourable Woman) se destaca en el episodio piloto al dar una despedida cargada de emotividad y dolor mientras ve por última vez a su hijo. Mientras, Jodie Whittaker y Charlotte Beaumont llevan adelante otros personajes complejos: la madre y la hermana de Danny, donde cada una pasa por diversos estados y situaciones, resolviéndolas con crudeza y sensibilidad. Por otro lado, Maggie Radcliffe (Carolyn Pickles) y Olly Stevens (Jonathan Bailey) representan al periodismo, siempre acorralado entre revelar primicias a toda costa y -sobre todo en este caso- respetar los deseos de una familia cuya vida acaba de cambiar para siempre. En un pequeño periódico local, las cosas se mueven de un modo muy diferente, hasta la irrupción de los grandes medios que vienen de afuera a intentar hacer eco de la noticia.
En principio, esta producción fue concebida como una miniserie destinada a concluir en la primera temporada. Pero a raíz de su gran éxito en el Reino Unido, se comenzó a rodar una segunda entrega. Además, Broadchurch tuvo su repercusión en el escenario estadounidense, que adaptó la idea a un nuevo formato bajo el nombre de Gracepoint. Esta suerte de remake aparece por primera vez en los Estados Unidos el 2 de octubre de 2014 en la pantalla de Fox y tiene al frente a Anna Gunn (Breaking Bad) y al mismísimo David Tennant como la pareja de detectives que lleva adelante la investigación.
Broadchurch fue una de las series más premiadas durante su primera temporada en el Reino Unido, llevándose todos los aplausos en los BAFTA 2014. La serie se llevó importantes galardones otorgados por la Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de la Televisión, quedándose con las categorías de Mejor Drama, Mejor Actriz Protagonista para Oliva Colman y Mejor Actor de Reparto para David Bradley (el quiosquero Jack Marshall, a quien muchos recordarán por su rol como Walder Frey en Game of Thrones).
Cierto es que esta pequeña estrella de la televisión inglesa no ha descubierto nada nuevo, ni ha aparecido con un guion deslumbrante o de una envidiable originalidad (como sí sucedió en casos como Orphan Black o Black Mirror). Pero, lejos de ser un punto en contra puede resultar como una característica que juega a su favor: esto sucede solamente cuando se toma una idea ya trabajada para convertirla en una obra maestra de lo sencillo. Si bien no es nada que no hayamos visto en Twin Peaks, por ejemplo, apelar a una trama de intrigas donde nadie es quien parece ser en un comienzo, es siempre un gran acierto a los ojos de un televidente. A veces el mejor guion es aquel que trata algo con simpleza y sutileza, una característica muy arraigada en las producciones británicas.
Eventualmente, descubrir al asesino sigue siendo el motivo principal para sentarse a ver Broadchurch, solo que por momentos, entre finos acentos ingleses y escenas bien trabajadas, nos olvidamos un poco y nos dedicamos a disfrutar de algo de buena televisión.