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Poli Mariana (Antonia Segers), una cuadragenaria de la alta clase chilena, vive en su lujosa casa, manejada por su marido (Refael Spregelburd) y su padre (Alejandro Sieveking).
Pese a ser una mujer curiosa, fuerte e intrigante, sus días se basan en quedarse en su casa charlando con su cuñada (Juana Viale) o ir de compras al shopping. Su padre está atrás de toda su vida, inclusive del tratamiento para tener un hijo. Hasta que su aburrida cotidianidad cambia cuando conoce a su profesor (Alfredo Castro) de equitación, 20 años mayor, con un pasado bastante turbio durante el régimen miliar de Augusto Pinochet.
Esta nueva relación remueve recuerdos e historias que incluyen asesinatos y desaparecidos durante la dictadura y que serán develados por el inspector (Elvis Fuentes).
Este es el plot de una de las pocas películas latinas en el Festival de Cannes y una de las dos chilenas en la sección Semana de la Crítica, paralela al certamen francés.
Marcela Said es la realizadora de Los Perros. Esta directora chilena creció durante el gobierno de facto de Pinochet, por lo cual vivió el ambiente militar desde adentro y en su filmografía ésto se hace evidente a través de sus tres documentales previos: I Love Pinochet, sobre el fascismo; Opus Dei, un viaje sobre el movimiento católico; y El Mocito.
El origen de Los Perros se remonta a éste último, el cual retrata a Juan Morales Salgado, ex coronel, maestro de equitación y jefe del centro de represión Simón Bolívar en Santiago. «Cuando fuí a entrevistarlo, él no quería hablar de su pasado. Entonces le empecé a preguntar sobre su amor por los caballos. Fue así como le pedí que me diera clases de equitación y terminó siendo mi profesor hasta que lo condenaron. Hoy está en la cárcel con cadena perpetua. De ahí surgió este film».
En cuanto a la trama, la directora chilena indicó que no quería una historia de amor sino mostrar la excarcelación psicológica de una mujer por parte de su marido, padre, coronel e inspector: los «Perros» -término utilizado en Chile como «Gorilas» en Argentina-» de su vida.
A través de los ojos de Mariana, el espectador se sumerge en la clase alta chilena, una sociedad marcada por la violencia y el establishment de la dictadura. Es así como, durante los 94 minutos de film, la línea entre el bien y el mal se afina cada vez más. Donde se mezcla el crimen con la redención, le deseo y la repulsión, el dolor y el placer.
La realizadora construye la tensión mediante música instrumental original y el misterio a través de metáforas verbales e imágenes simbólicas que resaltan la violencia psicológica que sufre esta mujer. La cámara en mano proporciona la sensibilidad que le falta a la vida de Mariana, mientras que la luz natural le da calidez a esta historia tan fría. Los primeros planos que crean la intimidad faltante en esa familia son contrastados por los planos generales que muestran la lujosa inmensidad del universo falso en el que viven.
Auspicia esta cobertura, Colegio Mark Twain.