Te recomendamos:
“El tiempo pasa y ella no puede aceptarlo. Yo tampoco, supongo”. – Maria
Hay muchas frases que podrían rescatarse de Clouds of Sils Maria. Algunas hablan del tiempo, otras de la juventud y la vejez, otras de la superficialidad y la profundidad con la que se abarcan ciertos temas y ciertos sentimientos.
Con este nuevo trabajo, el director francés Olivier Assayas no tiene la intención de entregarnos un film “en bandeja”, simple y redondo, con un conflicto clarito y sin vueltas. Por el contrario, nos entrega un film lleno de capas que hay que pelar (como si fuera una cebolla) para descubrir lo que va sucediendo en su interior. Assayas trabaja en varios niveles, nos invita a rascar debajo de la superficie, a no hacer análisis simplistas.
Clouds of Sils Maria está planteada como una obra dentro de otra obra, para de esa manera sumergirnos en dos mundos a la vez, que se mezclan constantemente: el de la película y el de “La serpiente de Maloja”, la obra de Wilhelm Melchior que Maria Enders (Juliette Binoche) tiene la posibilidad de volver a interpretar, décadas después.
El director nos ubica en el ambiente de la actuación, más precisamente en Maria Enders, una actriz respetada que ya está en sus cuarenta y tantos años, y que saltó a la fama cuando tenía 18 interpretando a Sigrid, la joven de “La serpiente de Maloja” que seduce y enamora a una mujer mayor, Helena. Maria supo adentrarse en su personaje y conocerlo como nadie, pero el tiempo pasa para todos, y muchos años después recibe una propuesta que sacude su mundo, su presente y también sus recuerdos: un joven director, Klaus Diesterweg, se hará cargo de una nueva versión de “La serpiente…” y quiere a Maria en el rol de Helena.
Maria no quiere saber nada con tener que interpretarla, primero porque detesta el personaje, y segundo porque ella siente que siempre fue y será (en su mente) la única Sigrid. La sola idea de tener que ponerse en el rol de su “amante” la altera, al punto de querer rechazar la propuesta, pero es su asistente (y confidente, compañera), Valentine (Kristen Stewart), quien termina convenciéndola de lo contrario.
Lo interesante de este film es la continua ambigüedad con la que se desarrolla. Durante varios pasajes, Maria y Valentine ensayan la obra (en el rol de Helena y Sigrid respectivamente) y en ese ensayo, en esos diálogos, Assayas juega con la idea de confundir al espectador, al punto de no saber quién está diciendo realmente esas palabras.
Los personajes dentro de los personajes, la obra dentro de la obra. El francés nos lleva por diálogos complejos, profundos, sutiles, nos muestra a Maria frágil y desprotegida, y una Valentine que no se guarda nada y no tiene miedo de enfrentarla cuando es debido, de tirar abajo ciertos prejuicios, de tratar de abrir su mente cuando parece cerrarse en sus pensamientos.
El tercer personaje en cuestión es el de Jo-Ann Ellis (Chloë Grace Moretz), una actriz hollywoodense de tan sólo 19 años, que será la encargada de interpretar a Sigrid en la obra. Jo es lo opuesto a Maria, no sólo por su juventud si no por su actitud frente a la prensa, la fama y las obligaciones y responsabilidades que la profesión acarrea.
El paso del tiempo y la manera en que se lidia con él; el mundo de la actuación (visto de manera crítica), donde un día estás arriba y al siguiente llega sangre fresca dispuesta a tomar tu lugar; el pasado y el presente; son algunos de los temas que confluyen en este gran film de Olivier Assayas, que además cuenta con los imponentes paisajes suizos y una banda sonora compuesta de varias piezas clásicas que crean la atmósfera perfecta para acompañar lo que, es sin dudas, un conjunto de interpretaciones fantásticas, desde la indiscutida y brillante Juliette Binoche (a la que el paso del tiempo parece no afectarle en absoluto), pasando por una genial Kristen Stewart (que además recibió un merecido César Award por este rol, convirtiéndose en la primera norteamericana en lograrlo) hasta una correcta Chloë Grace Moretz, como la rebelde Jo-Ann.
