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A la hora de elegir y ver series, todos tendemos a evaluar algo. El género, el estilo, eso que hace que nos guste una cosa y no la otra. Algunos se fijan en los actores o en los personajes, otros en la temática, otros ven exclusivamente dramas porque no creen que puedan existir comedias de calidad; otros ven solo comedias de amigos, o de familia o de aquellas que tienen un humor más sutil, más irónico. Otros tantos creen que la comedia debe ser crítica o que debe ser absurda. Unos pocos valoran las sitcoms y otros piensan que se trata de un arte perdido.
Pero hay un elemento que atraviesa a todas las series, que es lo que las distingue y lo que las hace grandes o lo que las hunde después de una primera temporada. Lo más importante de una serie es cómo está escrita. Y después vienen los actores, la producción, la dirección y las locaciones. La clave está en un buen guion, porque desde allí se parte para crear, para montar una historia que tenga sentido, que genere intriga, que nos deje boquiabiertos, que sorprenda y que nos haga reír.
Hacer reír es una de las tareas más difíciles: hay que saber dar con diálogos que sepan mantener el ritmo y, en el caso de la comedia, que sean también capaces de llevarnos por un episodio de veinte minutos sin que falte ni sobre nada. Es por esto que en un mar de comedias, pocas son las que logran salir exitosamente a flote y las que tienen todos los elementos para atraer hasta a los más escépticos del humor convencional. Pareciera que se mueven siempre más o menos dentro de las mismas temáticas, que se dividen entre las que hacen gala del humor inteligente, las de situación o aquellas que saben cómo componer la gracia mezclada con el drama (este último también es uno de los más complejos y desafiantes subgéneros que se va consolidando en los últimos años).
Modern Family tomó algo que la televisión americana venía ofreciendo todos los años desde hace décadas. La comedia familiar es un producto visto hasta el hartazgo y desde Married… with children hasta The Middle, de una u otra manera, la consigna siempre ha sido mostrarnos – con una pizca de exageración- todos los trapos que se lavan puertas adentro: la frustración de los padres, el cansancio de la eterna vida en pareja, las peleas y hasta los momentos íntimos y felices. Pero el secreto de Modern Family radica en dos elementos fundamentales que la destacaron del resto, que la hicieron sobresalir por encima de una media que había puesto el listón muy bajo.
Primero, la comedia familiar tenía la obligación de ajustarse a los tiempos que corrían y por eso le dio un giro al concepto y nos presentó a una familia moderna, donde la separación de los padres ya no representaba un escándalo, donde los abuelos se casaban con mujeres jóvenes y los hijos ya no temían vivir su sexualidad frente a los parientes más conservadores. Claro que había que ir de a poco, y a veces el humor es un género cobarde, que teme profundizar en cuestiones complejas que requieren de más que una mirada superficial (quizás en este punto, una nueva precursora será Transparent, y posiblemente a futuro tampoco encuentre comparación entre sus compañeras de género).
Después, Modern Family hizo a un lado los formatos clásicos y se presentó de un modo que ha funcionado perfecto en varios productos, pero que en general se ha explotado poco: nos contó su vida a modo de mockumentary o falso documental, haciéndonos sentir cómplices y parte de sus secretos y de sus vivencias más privadas (¡y divertidas!). Luego vinieron otras propuestas de tono parecido, buscando encarrilar la ficción familiar por el camino que esta peculiar historia había marcado, pero ninguna tuvo su arrollador éxito. Y por sobre todo, ninguna estuvo tan bien escrita.
Lo que hace buena o mala (para usar términos sencillos) a una serie es sencillamente su libreto. Y Modern Family no tiene nada que envidiar a otras que acumulan miles de credenciales para exhibir. Hace aquello que por definición debe hacer toda comedia: nos hace reír. Tiene un elenco sólido y convincente y transcurre de un modo más real, más cercano de algún modo a muchas familias. Pero nada de esto sucede si el producto no está bien pensado y correctamente desarrollado.
La idea que da vida a esta producción paseó por las cadenas más importantes (a excepción de Fox, porque uno de los creadores había tenido algunos entredichos previos con los ejecutivos) antes de aparecer en pantalla. En los años previos al 2009, Christopher Lloyd y Steven Levitan pensaron en aquello de modernizar el humor familiar. Tuvieron varias dudas al principio sobre qué debía contener el producto definitivo, y así fueron pasando por una larga lista de opciones que en su momento diferían bastante de lo que finalmente fue la propuesta terminada.
Presentaron su creación ante CBS, que se vio obligada a rechazarla porque no estaba preparada para este tipo de rodaje, y a NBC, que tuvo que negarse porque en aquel entonces ya había podido presumir a Parks and Recreation y a The Office (¿para qué más?), y no quiso sumarla a su grilla. Finalmente, ABC se quedó con el trofeo. A este tipo de historias siempre les cuesta un poco abrirse paso, aunque parece una generalidad aquello de que mientras más duden de tu serie al principio, mejor le irá después. En general, es difícil ponerles un voto de confianza, porque existe una gran variedad de ofertas que fracasan estrepitosamente, aun cuando parecen tener un enorme futuro.
Sobra mencionar todos los galardones que Modern Family luce orgullosa después de tantas temporadas al aire (entre los que podemos destacar varios premios Emmy). Pero en realidad, el asunto de cuántas estatuillas colecciona una serie, en el fondo no significa nada. Lo único que importa es que nosotros la elegimos, que es uno de los tantos productos televisivos actuales que muchos se sientan a discutir, a recordar capítulos o a decir que Phil debería tener su propia serie. Y claro, más allá de todo eso, aún cuando no nos guste ni un poco, no debemos dejar de reconocer que no ha fallado nunca, algo que pocas pueden decir.
Los personajes evolucionan pero conservan siempre ése encanto en cada uno, que es lo que en definitiva nos hace enamorarnos. La frescura de Gloria (Sofía Vergara), la adorable torpeza de Phil (Ty Burrell) o las ocurrencias de la pequeña Lily son los elementos que nos llamaron a ver esta serie. Y luego nos quedamos para siempre porque sencillamente sobresale por encima de muchas de sus pares contemporáneas, por ofrecer algo que antes no existía, por invitarnos una vez más a todos los fanáticos del drama a ver una comedia de veinte minutos sin ningún tipo de culpa. Hasta por esos guiños hilarantes a otras producciones (cómo olvidar el episodio del bautismo de Joe, donde se hace un gran despliegue de humor basado en la mítica escena de El Padrino) y no muchos se atreven a grabar un episodio completo solo con dispositivos móviles.
Es mucho más complejo escribir sobre una serie como esta que hablar de las nuevas propuestas con estética indie que surgen desde los rincones más experimentales, porque todo lo que digamos sobre estas últimas será bien recibido. Es mucho más difícil concederle sus grandes virtudes sin intentar justificarla. También es mucho más complejo reconocerse como un admirador de las series de este estilo frente a aquellos que no pueden parar de echar en cara su intelecto citando a The Wire o filosofando con True Detective. Es difícil porque hay un juicio previo, que es sencillamente que algo como Modern Family jamás puede ser bueno o que en el último de los casos, solo podemos ver comedia cuando tiene algo que ver con Louis C.K.
Para los que alguna vez la han visto, es difícil creer que otros tantos no lo hayan hecho, que un producto excelente tenga detractores por el solo hecho de estar enmarcada en un género. Los que hemos visto Modern Family hemos hecho las críticas del caso (desde los pequeños estereotipos que lanza Gloria hasta alguna cuestión más o menos costumbrista que se asoma en algunas construcciones de la familia), pero no podemos dejar de admitir que esta serie nos dio vuelta la idea de familia cuando pocos se animaban a dar el paso hacia algo diferente, aunque sea un paso pequeño. Al final es solo una comedia, sí. Pero no deja de ser una de las mejores del momento. Será simplona, será del mainstream, tendrá sus pequeños puntos criticables, pero tiene un guion sin fisuras. Y eso es mucho más de lo que necesitamos, y también es un enorme talento que mucho snob devenido en crítico quisiera tener.