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No hay muchos artistas en estos días que tengan, literalmente, una audiencia global preparada y lista para recibirlos con los brazos abiertos. Tampoco son muchos los que logran que nos rindamos a sus pies, al momento de escucharlos, a menos que sean Courtney Barnett: cantante, compositora, guitarrista, australiana, adorable, todo-lo-que-está-bien-en-el-mundo, y mucho más. Empezó subiendo canciones en su cuenta de Bandcamp hasta que creó lentamente un zumbido desde Melbourne, Australia y se expandió al resto del mundo. «Avant Gardener» fue el primer tema que nos llamó la atención y su gira inicial cimentó la opinión de que sería una de las artistas jóvenes más prometedoras. Su maravilloso juego de palabras y la apreciación diferente que tiene sobre la vida diaria, hizo que su bomba sónica creciera a medida que se hacía más conocida. Y no hace falta conocerla demasiado para entenderla. La magia de Courtney Barnett radica en hacer un sonido conmovedor a partir de observaciones y reflexiones cotidianas que se convierten en puntos centrales. Sometimes I Sit and Think, and Sometimes I Just Sit, su álbum debut, representa la habilidad que tiene para difuminar la línea imaginaria entre la profundidad y la banalidad.
Las cosas pequeñas acaparan el protagonismo en Sometimes I Sit and Think, and Sometimes I Just Sit. La verdadera estrella, sin embargo, es el narrador. Así lo anunció a sí misma dos años atrás con su ingenioso The Double EP: A Sea of Split Peas. Ahora en su debut definitivo, Barnett llega como una voz de otro tiempo, alguien que va a sobrevivir a largo los personajes que (des)escribe. ¿Quién más escribe canciones – realmente buenas, para ser más precisos – sobre atropellamientos, fiebre, verduras orgánicas sin sonar un poco idiota? Se necesita coraje y entusiasmo para sacar adelante todo esto. Incluso si tratamos de colocar estas letras en otras manos -en nombres legendarios, por ejemplo- sería inútil. ¿Quién más puede escaparle a la lírica y decirle “more people die on the road than they do in the ocean / maybe we should mull over killing cars instead of sharks / or just lock them up in parks where we can go and view them”?
“Take what you want from me” repite casi al final de “Kim’s Caravan», un punto culminante del álbum. Ese grado de exasperación está rodeado de algunas líneas inteligentes y un solo de guitarra, on fire, pero que se encuentra en el núcleo de la canción, un recordatorio de que Barnett es más que una Seinfeldiana señalando pequeños caprichos de la vida. Como Stephen Malkmus o Kurt Vonnegut, mira lo mundano con una perspectiva sesgada, dándole vueltas en su mente y transformándolo en algo extraordinario. Eso no quiere decir que Barnett ha estado proyectándose a sí misma como un comentarista social infalible, siempre lista para rematar. En «Pedestrian At Best”, nos advierte de no debemos tener muchas expectativas sobre ella: “Put me on a pedestal and I’ll only disappoint you/“Tell me I’m exceptional, I promise to exploit you”. Como era de esperarse, es también uno de los momentos más enérgicos, en donde la distorsión de la guitarra y su voz casi afónica emparejan su entrega contundente.
«Depreston» detalla la búsqueda de una casa en los suburbios de Melbourne, pero abre sentimientos profundos sobre el envejecimiento, la mortalidad y la memoria. El cambio de vivir cerca de cafeterías a tener su propia cafetera eléctrica; la transición a la edad adulta. Aunque el mundo, en general, se reduce al valor a la propiedad, se centra en cómo la propiedad representa a las personas individuales. Es con un guiño y una lágrima a la vez. De hecho, algunas del resto de los tracks se deleitan en esa simplicidad. Cuando llegamos a «Aqua Profunda!», describe un monólogo interior sobre como impresionar a alguien conteniendo la respiración. Más tarde, en “Nobody Really Cares If You Don’t Go To The Party”, se encuentra dando vueltas en el pensamiento colectivo de cada viernes: “I wanna go out but I wanna stay home”.
Hasta ahora, Barnett aparenta sentirse bastante cómoda con todo lo que está proyectando desde su trabajo, y sus mensajes están llegando sin que lo planificara. Y si bien, sabemos que no quiere ser puesta en un pedestal, su talento para componer y narrar historias la elevan de cualquier manera. Por suerte, Courtney no parece ser el tipo de persona que cambia a causa el éxito. Ojalá que no. En todo caso, deberíamos darle la tarea de encontrar una nueva serie de situaciones extrañas, con las que pueda sacar nuevas realizaciones de profundidad, absurda, del mundo y divertirnos nuevamente con su hermoso sarcasmo juvenil.