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Da Vinci’s Demons y la otra historia de Leonardo

Por Victoria Barberis

Inventor, artista, ingeniero, dibujante, idealista, genio incomparable. Muchos son los calificativos de los que nos podemos servir para pensar a Leonardo Da Vinci, una de las mentes más brillantes de la historia, un hombre cuya vida ha ocupado y obsesionado a los estudiosos durante siglos. Hay quienes lo describen como un hombre altivo y arrogante, algunos insisten en polemizar en el terreno de su controversial sexualidad y hay otros tantos que lo ilustran como un bello rostro en aquellos comienzos de los que tan poco se sabe a ciencia cierta.

Para Da Vinci’s Demons, Leonardo es todas estas cosas. La nueva serie producida por la cadena Starz toma un poco de todos estos elementos para matizar a un joven que transita un pedregoso camino para convertirse en el hombre excepcional que pasó a las páginas de la historia. Durante los ocho capítulos que compondrán la primera temporada, la serie buscará ofrecer una interpretación de lo que fue la vida del genio italiano entre los 18 y los 23 años: la búsqueda de su identidad intentando desligarse del mote de hijo bastardo, la rebeldía, el enamoramiento y el sexo.

El piloto comienza ubicando al espectador en el momento en el que la tregua entre Milán y Florencia llega a su fin, y en su afán por afianzar su poderío ante el pueblo, Lorenzo De Medici contrata a Leonardo para que diseñe una serie de artilugios que servirán en principio para una suntuosa celebración del Carnaval.

Da Vinci aparece como un hombre obsesionado con la idea de poder volar (hasta se hace una pequeña referencia a su popular afición por comprar aves para luego liberarlas y así estudiarlas). Pero además de una mente peculiar, también es un hábil manipulador que se valdrá de cualquier recurso para aproximarse a Lucrezia Donati, amante de Lorenzo.

Aunque algunos recursos de la realización aparecen como obvios o repetitivos, es destacable la fidelidad con la que se retrata la época y la soberbia realización y vestuario que bien podrían pertenecer a la industria cinematográfica. No es para menos si tenemos en cuenta que esta producción pretende llegar a 122 países (200 millones de espectadores).

Por otro lado, Tom Riley en la piel de Leonardo, es simplemente muy difícil de creer; un detalle que estamos dispuestos a pasar por alto teniendo en cuenta la necesidad televisiva de hacer de la estética de los protagonistas un valor supremo (Lo mismo sucederá, entonces, con Laura Haddock en el rol de Lucrezia).

El verdadero problema radica en que Leonardo está dibujado como un héroe, pero no cualquiera: un héroe norteamericano. Sus propios realizadores coinciden en que tiene un poco de todos los íconos del cine: algo de Bruce Wayne, quizás un toque de James Bond y un poco de Indiana Jones.

Este elemento no solo introduce una carga predecible y molesta en la historia (que sufre la maldición del recurso constante de la típica serie americana), sino que puede resultar verdaderamente molesto para los amantes del drama histórico, teniendo en cuenta que cuando se piensa en la Florencia del Siglo XV y se ve a

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Riley en pantalla, hay algo que simplemente no se ajusta.

Finalmente y como era de esperar, la Iglesia Católica tiene un papel fundamental y aparece en este marco en un momento donde el hombre aún no se ha desprendido completamente de sus vicios medievales y se recurre a viles mentiras y a brutales crímenes en nombre de Dios. La máxima institución de los cristianos está representada como una difusa línea entre el bien y el mal donde se teje una importante red de poderío y abusos.

En medio de esta realidad, Leonardo hará su entrada como el héroe indiscutible (y un poco elemental), recurriendo hasta el hartazgo a la figura del muchacho humilde pero mucho más inteligente que los demás que juega con fuego constantemente en virtud de conseguir su noble cometido.

Victoria Barberis

Es periodista de profesión y escritora de corazón. Es "seriéfila" y una aficionada a las sagas. Su pluma a veces es sarcástica, pero siempre divertida.