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Estrella y Leonor están plancha que te plancha cuando el alisado de la ropa es un quehacer doméstico casi perimido en el vertiginoso mundo del siglo XXI. Sin embargo, el desenfreno y la aceleración no se condicen con el ritmo de vida de ambas, además la profesión de modista de la madre y el trabajo de la hija en una cooperativa de costureras que confecciona uniformes, las induce a planchar cuanta prenda esté dando vueltas por la vivienda.
Habitan juntas en un pequeño departamento, asumen a su manera la reciente muerte del cabeza de familia, disponen de tiempo, se necesitan, comparten largos momentos frente al televisor. Ninguna tiene una gran vida social, Leonor siempre termina sola en los escasos bailes a los que asiste, Estrella prefiere recluirse en el hogar y en los recuerdos. Las rutinas se repiten: preparar café para el desayuno, hacer la cama, el trabajo, la máquina de coser, la ducha, la cena, la televisión. De pronto la apacible cotidianeidad se interrumpe, cuando Leonor, con poca anticipación, le comunica a su madre que se va a trabajar a Londres como au pair porque ganará más. Una forma de cortar la dependencia.
La ópera prima de la andaluza Celia Rico Clavellino transcurre en espacios interiores por los pasillos y estrechos ambientes del alojamiento, con predominio de primeros planos en un film austero, de miradas e imágenes, con pocas palabras. En la segunda mitad, Lola Dueñas (Estrella), asidua partícipe de las películas de Almodovar, carga con el peso de las acciones ante la ausencia de Anna Castillo (Leonor), gran protagonista de El olivo (Icíar Bollaín – 2016).
Los timbres y los tonos de llamada de los teléfonos se suceden para dar pie a los escasos diálogos o a la aparición de personajes secundarios que nunca cobran relevancia, ya que todo gira en torno al vínculo materno-filial. Una película que demuestra que no son necesarios los grandes presupuestos para llegar al corazón del público. Sincera, humana, el espectador comparte con las protagonistas los espacios domésticos por los que transitan, sus silencios y los distintos estados emocionales por el que atraviesan gracias a las excelentes actuaciones de las intérpretes. Una pieza de cámara, minuciosa, detallista para apreciarla con tranquilidad. Calificación: Buena