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Antes que nada, El Cosmonauta, como proyecto desde su concepción, merece ser analizado y tenido en cuenta por aquellos realizadores que no logran conseguir los recursos necesarios para llevar a cabo sus ideas. El Cosmonauta fue realizada gracias a la financiación denominada crowdfounding, que consiste en que el proyecto se pueda producir mediante la colaboración de cualquiera.
Esta nueva tendencia de producción tiene antecedentes exitosos con títulos como Iron Sky y Star Wreck. En este caso, más de 5.000 personas random se convirtieron en productores del proyecto, mediante la donación mínima de dos euros, consiguiendo así 400.000 euros destinados al presupuesto de realización. Su director, Nicolás Alcalá, quien había concebido su historia para un cortometraje, fue lanzando varios webisodios en su página oficial, que luego dieron forma a un largometraje de 80 minutos.
Con este tipo de inversiones, el proyecto se asegura una publicidad extra por la atípica financiación, además de la que los entusiastas devenidos en productores-impulsores puedan brindar. En estos casos, se aprovecha al máximo todas las posibilidades que da hoy en día internet y el uso de redes sociales, alimentando al publico de material extra (ese atractivo, muchas veces olvidado, que tienen los DVDs) que hacen más rica la experiencia y la interacción con el espectador. Contar por todos los medios es la estrategia, y no es tan nueva como algunos piensan.
Para contar la odisea, Alcalá toma como inspiración la novela “Poética para cosmonautas” de Henry Pierrot. Tras la llegada de Neil Amstrong a la Luna, la Unión Soviética prepara una misión para viajar nuevamente al satélite. Tres amigos, Stas, Andrei y Yulia, empleados espaciales de la Unión, forman un triangulo amoroso mientras se preparan para la misión. Uno de ellos se convierte en el cosmonauta que viaja a la Luna, pero algo sale mal y lo dan como perdido en el espacio. Cuando el cosmonauta regresa a la Tierra, está vacía y mediante los recuerdos de sus dos amigos, comienza a llenar el vacío, en la ahora, desolada Tierra.
Como película, El Cosmonauta da muchas gratificaciones en cuanto a la dirección de arte, los efectos y su fotografía, teniendo en cuenta su presupuesto, pero su estructura narrativa decepciona y confunde al espectador. Al final, es como dijo su director: “la amaras o la odiaras”. Para explicar el film con un ejemplo actual, para que todos lo entiendan, El Cosmonauta despierta sensaciones similares que de Tree of Life, de Terrence Malick. La belleza cinematográfica es palpable e innegable, pero en su totalidad, el film no termina por cerrar. En este caso, el error más evidente es la elección de narración, que no permite comprender del todo la película.
Quizás, su elección se deba a que está hecha para ser complementada con los extras que El Cosmonauta ofrece en su página, por lo que no es una película para un público mainstream. El espectador necesitará de un interés mayor, no generado por la película en sí, para querer saber exactamente qué es lo que pasó, o al menos crear una propia teoría.
Con menos reflexión y más suspenso, Alcalá podría haber brindado una película muy interesante, pero es evidente su apego a la historia y la narración de Solyaris (1976) de Andrei Tarkovsky e inclusive la versión de Steven Soderbergh (2002), entre otros films con el mismo estilo. Por esto es que se convierte en nada menos que una experiencia similar a la que pasamos con de Tree of Life, de Malick. Se amará o se odiara, tal cual lo dice su director. Es exactamente la clase de cine que no cualquiera puede entender, aunque la calidad de fotografía es extremadamente hermosa como para no saber apreciarla.
Demasiado pretenciosa, demasiado experimental, poco equilibrada. Esas palabras podrían definir a El Cosmonauta. Tomando en cuenta su sistema de crowdfounding, es un buen modelo financiero y de negocio a seguir para redefinir el cine del futuro, el cine de mañana, pero que como película, se queda a medio camino.
Podes vivir la experiencia de El Cosmonauta y mirar la película completa en su sitio oficial