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Vivimos una época que se caracteriza por la existencia de umbrales confusos y cada vez más indeterminados entre ficción y no-ficción, y que se manifiesta en la omnipresente mediatización de las relaciones sociales. Este proceso, hablando específicamente del campo de la industria de las series de televisión estadounidenses, tiende a ser cada vez más performativo de esquemas cognitivos de reconocimiento por parte de los consumidores privilegiados, es decir, los que componen la audiencia de entre 18 y 49 años en el mercado norteamericano.
Las series actuales, a diferencia de las clásicas que solo vendían en abstracto el modo de vida americano, consisten en una compleja madeja narrativa en la que se combinan sujetos ficcionales (concebidos por los guionistas) y ficcionalizados (sujetos realmente existentes cuyas vidas son objeto de ficción). Estas últimas, intentan reproducir con precisión etnográfica los conflictos sociales concretos que atraviesan a los nuevos sujetos que componen la marginalidad del capitalismo en crisis post-11S.
Uno de estos mundos etnográficos que las series de televisión han constituido en objeto de nuevas visibilidades, es el que comúnmente se nos refiere como el narcotráfico. Hacemos referencia a nuevas visibilidades porque se trata de una temática bastante transitada, tanto en el cine como en la televisión. Claro que la novedad (que ya en otras temáticas no es tal), es que ahora la perspectiva desde la cual se relata la historia es el punto de vista del narco; en particular a partir de las condiciones de posibilidad, existencia y aceptabilidad de dicha perspectiva que inauguró la serie Breaking Bad.
Tras el éxito de la producción colombiana Escobar, el patrón del mal, en la cual se ficcionaliza libremente la vida del famoso narcotraficante Pablo Escobar (en rigor, más bien se trata de una telenovela etnográfica), la serie finalmente tendrá su remake o reimaginación norteamericana de la mano de Netflix.
La versión de Netflix llevará por título Narcos, se rodará en Colombia, estará basada en la vida de Pablo Escobar y se espera su estreno para el 2015: la primera temporada tendrá diez episodios. Lo interesante es que el showrunner y director será el brasileño José Padilha y el protagonista, hasta ahora confirmado, Wagner Moura de la misma nacionalidad; los acompañarán como productores ejecutivos Eric Newman (Children of Men), Doug Miro, Carlos Bernard (Sorcerer’s Apprentice) y Chris Brancato (Hannibal).
Conviene recordar que Padilha es uno de los exitosos directores y productores latinoamericanos emergentes en la industria cinematográfica norteamericana (Elite Squad, Robocop) que ha decidido, siguiendo el ejemplo de HBO, generar productos con ciertos rasgos latinoamericanos para tener un mayor acceso a ese mercado en tiempos en que el norteamericano se encuentra saturado por cientos de series que se producen anualmente en el marco de una despiadada guerra comercial entre cadenas y canales de televisión.
De alguna manera, la cuestión del umbral entre sujetos ficcionales y ficcionalizados se traslada fuera de las series y se instala en los equipos de producción, ya que en este caso son brasileños que van a trabajar sobre un tema colombiano pero que han sido elegidos por haber sido exitosos pensando y produciendo como estadounidenses. Y por su parte, Netflix apuesta a latinoamericanizar parte de su streaming para intentar lograr una penetración en este mercado, que todavía le resulta esquiva a pesar del crecimiento experimentado recientemente.
Alguien se preguntará por qué hay que latinoamericanizarse cuando precisamente es esta región del mundo una de las principales consumidoras de series de televisión producidas en el norte del continente. La primera respuesta que viene a la mente -aunque sea más intuitiva que basada en datos concretos de la industria- es que si bien hay grandes audiencias para estas series, son sólo una pequeña porción de la torta televisiva latina, y que la gran mayoría a la que se quiere acceder es la que compone las masivas y multitudinarias audiencias de las clásicas telenovelas. Pero eso, ya es otra historia.