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Está más que claro que a estas alturas Peter Jackson es un mentor en la proliferación de efectos visuales gracias a su adaptación de El Señor de los Anillos, que tomó forma por primer vez hace más de doce años. Además de los efectos, LOTR se destacaba por sobre otras series de fantasía gracias a la desenvoltura que Peter Jackson le daba a las historias paralelas, con un agudo sentido para sintetizar. Tres libros, tres películas.
La pregunta que queda en el aire con respecto a la adaptación de El Hobbit es, por qué de un libro, tres películas? Seguro que lo monetario es un gran factor, pero siempre quedó esa sensación de que en LOTR, Peter Jackson no quedaba satisfecho con lo mucho que ya contaba en las tres películas (es necesario ver las versiones extendidas par ver cuánto tuvo que recortar).
Confiado en sí mismo y en su equipo, P.J. se anima a ir un poco más allá de las páginas de El Hobbit, retomar escritos posteriores de J.R.R. Tolkien y mostrar lo que se estaba cocinando bajo la Tierra Media, mientras trece enanos, un hobbit y un mago iban en la busca de un reino y un tesoro perdido, aún cuando su autor no era consciente de lo que iba a llegar a escribir.
El Hobbit: Un Viaje Inesperado fue como un primer episodio, muy muy largo, que no terminaba de meterse en la acción y que no terminaba de introducir y permitir que sus personajes principales se explayaran. Sin embargo, El Hobbit: La Desolación de Smaug posee algunas de los mejores capítulos del libro, entre que Bilbo encuentra el anillo, hasta que se topa con Smaug, por lo que, al igual como en el material original, este segundo capítulo es el más entretenido de los dos.
En el comienzo de esta segunda parte, Gandalf (Sir Ian Mckellen) se da cuenta que algo no está bien en la Tierra Media y deja a la compañía a su suerte, en la entrada al Bosque Negro donde se topan con grandes arañas y los elfos silvanos, quienes los toman prisioneros y la historia se vuelve más pintoresca. Por una lado Jackson se permite contar porqué Gandalf se marchó y a dónde, y por el otro lado, se permite introducir al querido Legolas (Orlando Bloom), hijo de Thranduil (Lee Pace), rey de los elfos silvanos, enemistado con Thorin (Richard Armitage) por la indiferencia ante la destrucción de Erebor. También, Jackson, Guillermo del Toro, Fran Walsh y Philippa Boyens crean a Tauriel (Evangeline Lilly) una elfa guerrera, arquera, que genera un trío amoroso con Legolas y Kili (Aidan Turner), y aporta la femineidad que le faltaba al libro, muy similar al aura que generaba Arwen (Liv Tyler) en LOTR, asi que, francamente, LA AMAMOS.
Estas adaptaciones de la Tierra Media tienen otro elemento clave que nunca dependieron de la escritura de J.R.R. Tolkien. Hablamos de la música compuesta por Howard Shore. Su música por sí sola nos trasporta y revive en nuestra imaginación una y otra vez partes de la Tierra Media y personajes que ya conocemos gracias a sus tan bien conocidos leitmotiv. Es como si uno pudiera ver la película entera a través de su música. Shore enriquece a la película mucho más allá de la conexión con las imágenes, creando su propio mundo épico musical, donde adhiere nuevos leitmotiv para Woodland Realm y Lake-Town, que son tan exquisitos como los que ya conocemos. Y para estar a la altura de Shore, como tema principal tenemos a «I See Fire» de Ed Sheeran en los créditos, una hermosa canción, que habla de la eterna amistad y lo que representa ser parte de las comunidades (fellowships), que retratan casi todos los libros de Tolkien y que realza el final de la película, ante la espera de The Hobbit: There and Back Again (17 de diciembre, 2014).
La Desolación de Smaug se convierte en una montaña rusa sin fin tanto como para Bilbo (Martin Freeman) y compañía, como para el espectador, permitiéndole al primero ampliar su personaje, al punto de que le permita entender a quién está sentado frente a la pantalla porqué es tan necesario e importante el pequeño hobbit para esta historia y para otra, todavía no contada. Jackson con este capítulo no cuenta solo sobre un viaje hacía la Montaña Solitaria, sino también de lo que Smaug le causó a la Tierra Media (la enemistad de los elfos con los enanos, la despoblación de varios reinos y demás) y de lo que Bilbo le iba a causar. Los recelos y la codicia oscurecen esta historia. Bilbo y Thorin, entre otros enanos, son claramente muy enceguecidos y corrompidos, hasta el punto tal que dejan de ser las mismas personas que en eran al principio del viaje, causando innumerable muertes en los años por venir.
Peter Jackson toma las criticas de la primera parte y entusiasma más con La Desolación, haciendo uso y abuso de los grandes efectos (que muchas veces hacen que la película parezca más un video juego) y de incontables escenas de acción, otra especialidad del director, donde Smaug, con una interpretación tan formidable como pavorosa de Benedict Cumberbatch, es un elemento clave en el uso de ambas.
Los puristas de Tolkien pueden llegar a poner el grito en el cielo por las desviaciones y libres interpretaciones de Peter Jackson, que aún cuando su narración no es tan fuerte como en LOTR, es sabido que nadie podría retratar todas las aventuras de la Tierra Media mejor que él, por lo que estamos agradecidos que estos tres capítulos para El Hobbit existan.