Te recomendamos:
Un hijo que busca reconstruir el vínculo con su padre, la cultura rabina con sus legendarias tradiciones, el Olé de todos los días, un citroen CV3 de los 70’s, un par de zapatos sin cordones, un centenar de tiendas judías y, de fondo, el barrio de Once con sus ruidosas aglomeraciones. Estos son los elementos que el director argentino Daniel Burman eligió para El rey del Once, película que inauguró la sección Panorama Special de la Berlinale.
Con antecendentes como El Abrazo Partido, film que lo consagró internacionalmente y con el que se llevó el Gran Premio del Jurado en Berlín en 2004, Burman vuelve a tomar la paternidad como eje central de su film. Sin embargo, esta vez, el reparto lo conforman también no actores que ayudan a que la película se tome como una suerte de documental.
#Cine Ya está lista mi nota sobre #ElReyDelOnce. En un rato, @negrowhitenet la pública. Foto resumen un gran film: pic.twitter.com/QHfGtB5DlC — Victoria Agulla (@Vitussss) febrero 12, 2016
Como suele hacer en toda su filmografía, en esta cinta, los protagonistas también son judíos y su autenticidad se nota: Alan Sabbagh en el papel de Ariel y Julieta Zylberberg en el de Eva, se desenvuelven con naturalidad en el mundo israelita con sus costumbres, vivencias y creencias.
Después de crecer en la comunidad judía de Buenos Aires, Ariel ha construido una nueva con su pareja en Nueva York pero debe regresar a Buenos Aires convocado por su padre: Usher, el dueño de un bizarro local en el que se venden medicamentos (vencidos), carne kosher, ropa y telas.
Una vez en Buenos Aires, este judío no practicante se dibuja de nuevo en la comunidad y el papel que su padre juega en ella. En el camino, conoce a Eva, una mujer muda e intrigante que trabaja en la fundación de Usher, con quien vive una serie de (des) encuentros, reflexiones y charlas alrededor de su religión.
A diferencia del prejuicio que se tiene sobre el espíritu comerciante y acero del judío, el director de Dos Hermanos y Todas las azafatas van al cielo, contó en la conferencia de prensa que quería mostrar la faceta más humana del judío, esa que ayuda al prójimo sin esperar nada a cambio. Este principio se hace presente en cada actitud del padre que, aunque nunca aparezca físicamente, está ayudando, de alguna manera, a todo su entorno.
En la conferencia de prensa, Burman -que también ha producido películas de la talla de Diarios de Motocicleta– comentó que esta película la quería realizar «con las manos y con los pies», trabajando con un grupo reducido de gente, con el cual pudieran rodar sobre la dinámica del barrio y cabalgar sobre esa realidad, sin toda esa dimensión industrial accesoria a la que el cine se va acostumbrando. Con «lo que tenía a mano» el único realizador argentino, impresionó con una película personal, introspectiva y auténtica, que posiblemente se consagre como «La mejor película de Daniel Burman».
Posted by El Rey del Once on Friday, 5 February 2016
Auspicia esta cobertura, Goethe Institute Córdoba.