Con un granulado fino en blanco y negro que vira al grueso hacia el final, Les hautes solitudes de Philippe Garrel es una sucesión de sentimientos, emociones y estados de ánimo sin un derrotero fijo. Los hermosos rostros de Jean Seberg y sobre todo de Tina Aumont tomados en primeros planos fijos, expresan sufrimientos y alegrías resaltados por los fondos oscuros y claros según la circunstancia.
Garrel continúa con los experimentos: rompe el equilibrio de las imágenes mediante el uso de diagonales en las posturas de los intérpretes; Jean Seberg dialoga de espaldas o enfrentando a la cámara con interlocutores que están fuera de campo; el fundido en negro no siempre es un punto y aparte en la narración; la frecuente irrupción de espejos que reflejan y multiplican los rostros conflictuados. Ante la proximidad de la lente, los ojos y la gestualidad reemplazan a las palabras con un magnetismo por momentos hipnótico.
Un juego interesante y particular es la propuesta del director de La jalousie, que no encontró la aceptación de una parte minoritaria del público que se retiró de la sala, tal vez confundido como mi ocasional compañero de butaca en la película anterior, el documental Becoming Cary Grant, sobre el famoso actor de Hollywood y que al terminar la proyección me preguntó si al final Cary Grant se había muerto. Valoración: Buena