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Las luces comienzan a encenderse en los pasillos surcados de grandes estanterías de un gigante galpón. Asoman los primeros compases de un vals mientras montacargas eléctricos se desplazan por los corredores simulando un ballet mecánico. Luego de la introducción, la melodía se define y surge El Danubio azul, con todas las implicancias que trae aparejada la famosa composición de Johann Strauss (hijo), y de la cual supo echar mano sabiamente Stanley Kubrick en Odisea del espacio 2001 (1968), al presentar la armonía del espacio sideral.
No todo es paz y bienestar en el microcosmos que presenta el director Thomas Stuber en su última realización, En los pasillos, una comedia asordinada sobre la atracción entre dos empleados de un supermercado mayorista. Christian, a cargo de Franz Rogowski, un actor emergente que se destacó recientemente en Transit (Christian Petzold – 2018) y Happy End (Michael Haneke – 2017), es un tímido ex convicto que trata de reencausar su vida. Marion, encarnada por Sandra Hüller, la excelente protagonista de Toni Erdman (Maren Ade – 2016), es una mujer casada que es maltratada por su esposo. A ellos se les suma Peter Kurth, aquel veterano boxeador duro de Herbert (anterior realización de Stuber de 2015), en el rol de Bruno, el supervisor de Christian que ejerce las funciones de padre y guía del joven en el período de prueba laboral.
De escasas palabras, el aspirante a encargado del sector de bebidas demuestra sus sentimientos a través de gestos y miradas. Tiene un comienzo muy a la Buster Keaton, ya que no se lleva bien con un entorno mecanizado al cual no puede controlar. Ella con su derroche de simpatía compensa los silencios de su colega. Ambos están rodeados de personajes que como ellos parecen tener su mundo y vida social en el marco laboral. Una vez que traspasan las puertas del hipermercado llevan una existencia gris y solitaria caracterizada por la bebida y el aburrimiento. Los más viejos añoran el pasado socialista (la acción transcurre en lo que fue Alemania Oriental) con trabajos más afines, en tanto que en el ahora se ven absorbidos por el capitalismo impiadoso que los convierte en autómatas.
Las rutinas diarias que se repiten, el vacío de los corredores, la ausencia de banda sonora sólo interrumpida por el desplazamiento de las maquinarias, dan cuenta de la atmósfera íntima lejos de toda grandilocuencia que rodea el amorío. Situaciones cotidianas, aparentemente intrascendentes pero de alto contenido simbólico ponen el marco a una comedia romántica melancólica con cierto sabor amargo. La humanidad de los protagonistas y su lucha por salir adelante pese a las adversidades, abren una luz de esperanza en el final como aseverando la tranquilidad y la concordia que transmitían al principio la cadencia del recordado vals. Valoración: Muy Buena
