Te recomendamos:
Había una vez un hombre llamado Theodore, que adquirió un sistema operativo de inteligencia artificial y se enamoró de la voz detrás del mismo. Y había una vez una voz, llamada Samantha, que se enamoró de su usuario, un hombre de carne y hueso, con el corazón hecho pedazos.
Esta historia de amor que puede parecer una verdadera locura, es sin lugar a dudas una de las historias más bellas que el cine ha dado en los últimos años. La historia se llama “Her” y el alma detrás de ella, Spike Jonze.
Theodore Twombly (Joaquin Phoenix) un hombre que trabaja día a día escribiendo cartas de amor para personas que no conoce, trae consigo las heridas de una ruptura dolorosa y difícil de superar. A través de pequeños flashbacks sabemos que ha tenido un alegre pasado, una amada esposa, interpretada por Rooney Mara (The Girl with the Dragon Tattoo), pero que las cosas no han salido del todo bien. A medida que avanza la trama, nos vamos metiendo en su mundo, sus emociones, sus sentimientos, su triste realidad.
Un día, llegando al trabajo, Theodore es atraído por un mensaje publicitario, que presenta un nuevo producto, un Sistema Operativo. Pero claro, no cualquier sistema operativo: “un SO de Inteligencia Artificial, una entidad intuitiva que te escucha, te entiende y te conoce. No es solo un sistema artificial, es una conciencia”. Ese es el mensaje que lo atrae y lo convence de adquirir el producto. Ese es el comienzo de la historia de amor entre Theodore y Samantha, la voz del SO.
Scarlett Johansson (“Lost in Translation”; “Don Jon”) fue la elegida para darle voz a un personaje sumamente interesante. Scarlett no necesita aparecer en pantalla para brindar una de las mejores actuaciones de su carrera. Solo con su voz, logra llegar al corazón del espectador.
De las pocas personas que se relacionan con Theodore, hay una que lo entiende mejor que nadie, y esa es Amy, interpretada precisamente por Amy Adams (Doubt; American Hustle). Ambos personajes se complementan, se sostienen en el otro porque atraviesan situaciones parecidas, con sus respectivas parejas y sus sistemas operativos. Son dos personas adorables, dulces, pero a su vez golpeadas, que comprenden que para mirar hacia adelante necesitan sanar las heridas, hacer borrón y cuenta nueva, cerrar el pasado y mirar al futuro, que entre tantas cosas, se puede presentar como esperanzador.
Her es un film que, a través de una historia de amor entre un humano y una máquina, nos plantea cuestiones de nuestro tiempo, de nuestro presente, de nuestro aquí y ahora. La relación que tenemos con la tecnología: ¿Nos conecta o nos aleja del mundo real? ¿Es un escape necesario para no afrontar la realidad? ¿Nos aisla o nos une? ¿Somos seres sociales o anti-sociales?.
Es curioso que veamos “Her” como un film ambientado en el futuro cuando la realidad es que no estamos muy lejos de ese planteo futurista. El límite entre lo real y lo ficticio/tecnológico es cada vez más borroso, las barreras son cada vez más inexactas, comienzan a romperse. Las relaciones entre las personas están cada vez más mediadas por las máquinas.
¿Está demente Theodore por enamorarse de su sistema operativo? ¿Es su relación con Samantha una necesidad para evitar relacionarse con los humanos que lo rodean? Her nos plantea muchas preguntas, pero no busca darnos todas las respuestas.
Lo que sí queda claro es que nos permite introducirnos en la intimidad de una relación que a lo largo del film se vuelve absolutamente creíble. Los sentimientos de Theodore son sinceros, son reales, del mismo modo que los de Samantha: su curiosidad, sus deseos, sus sensaciones, sus miedos… todo nos parece real. ¿Y acaso no lo es?
Spike Jonze (“Where the Wild Things Are”) acierta al momento de vendernos esta historia sin juzgar a sus personajes. Y nosotros no lo hacemos tampoco porque el relato se desarrolla con tanta naturalidad, con tanta dulzura y delicadeza que nos dejamos llevar por ella, sin cuestionamientos.
Nos enamoramos de Theodore, de su ternura, de su sensibilidad, de su alma solitaria y herida. Y nos enamoramos de Samantha, y su necesidad de conocer el mundo, de su deseo de poder sentir como cualquier ser humano. Y le creemos cuando dice que en cierto punto lo ha logrado. ¿Por qué no? ¿Acaso el amor no puede sentirse sin un cuerpo? ¿Acaso los sentimientos solo están reservados para el ser humano?
Un guión bello y original (premiado con un Oscar la semana pasada); una banda sonora preciosa a cargo de Arcade Fire que se adapta a las distintas atmósferas que plantea el film; una linda fotografía de Hoyte Van Hoytema; y un tremendo diseño de producción de la mano de K.K Barrett (que nos sitúa en un mundo completamente dominado por las máquinas de manera impecable), hacen de «Her» un film maravilloso.
Pero por sobre todas las cosas, «Her» funciona por la memorable actuación de Joaquin Phoenix que una vez más demuestra que cuando quiere, es insuperable. Phoenix compone un personaje sumamente complejo, que atraviesa todos los estados posibles: tristeza, soledad, enamoramiento, felicidad, melancolía, bronca, tranquilidad, desesperación, paz. Y lo hace bien en cada momento, de manera convincente, adorable, perfecta.
“Her” apunta al ser humano, a su interior, pero también a su entorno. Lo enfrenta a la realidad, por más dura que sea, y lo obliga a moverse, a avanzar.
“¿Quién sos? ¿Qué puedes ser? ¿A dónde te dirigís? ¿Qué hay ahí afuera? ¿Cuáles son las posibilidades?” pregunta una voz en el mensaje publicitario del sistema operativo. Y de alguna manera, eso es lo que nos plantea “Her”: ¿Quiénes somos? ¿Quiénes podríamos ser? ¿Qué hay ahí afuera?… ¿Qué se siente ser humano?.