Series

Jessica Jones, reinventar al superhéroe

Por Luis García Fanlo

Los géneros tienen como función facilitar el reconocimiento al ser un conjunto de reglas y procedimientos de enunciación y visibilidad (en el caso del teatro, cine, televisión y los medios audiovisuales). A la vez, implican un modo de veridicción, verosímil de género o régimen de creencia que es el que nos permite diferenciar entre diferentes tipos de ficción, entre ficción y no-ficción, lo fantástico y lo realista, etcétera. Lo verosímil es lo que hace que sea cual sea el estatuto de lo que estamos viendo lo pasemos como algo real, al menos mientras dura la experiencia espectatorial; puede ser algo totalmente fantástico pero verosímil de género y por lo tanto me interpela, me hace pensar, pone en funcionamiento mis sentimientos, en suma produce una experiencia de sí mismo.

Dice Christian Metz que el verosímil es una forma de censura que apunta a la forma del contenido, es decir, a la manera en que la película (o el programa de televisión, o lo que fuera) habla de lo que habla (o muestra lo que muestra) y no al tema del que habla. Por ejemplo, hay diversas maneras de mostrar historias de superhéroes pero todas esas formas están contenidas en un verosímil de género: se visten con un disfraz, asumen como algo natural hacer el bien, tienen un código moral estricto y muy superior al de cualquier mortal, tienen una personalidad secreta y luchan contra supervillanos que son su Némesis.

Para Metz, entonces, no poder hablar o mostrar un superhéroe de otra manera que la que manda el verosímil es una censura porque impide crear otros nuevos mundos, otras reglas y otros procedimientos que pusieran en tensión el reconocimiento por parte del espectador.

En el caso de las series de televisión la brecha que se abrió para cuestionar los verosímiles entre fines del siglo XX y principios del XXI parece estarse cerrando y ya no es tan común que se produzcan series como Lost, Breaking Bad, Dexter o The Sopranos. La contracara de este ocaso de la Tercera Edad de Oro de la televisión es la proliferación de superhéroes que saltan del comic a la televisión y se yuxtaponen, articulan, enlazan, reactualizan y son reimaginados junto con el cine produciendo tramas transmediáticas pero muy apegadas al verosímil de género. La innovación ya no está en la serie o en la película sino en la articulación entre película y serie y entre éstas y el comic que les da origen y fundamento, tal el caso de Flash, Arrow, Agent Carter, Daredevil o Supergirl

Hasta que llegó, hace unas semanas, la serie Jessica Jones. Se trata de una serie producida por Netflix basada en el personaje de MARVEL que tiene como showrunner a Melissa Rosemberg (Crepúsculo, La Saga Crepúsculo, Dexter, OC), acompañada por una decena de directores y guionistas que han adaptado el comic para una primera temporada de 13 episodios.

En los papeles protagónicos se destacan Krysten Ritter (Breaking Bad) como Jessica Jones y David Tennant (Dr. Who, Broadchurch, Gracepoint) interpretando al supervillano Kilgrave. En la serie también hacen su presentación otros personajes de MARVEL como Luke Cage (Power-Man) interpretado por Mike Colter (Agent X, The Good Wife, The Following) y que en los próximos meses estrenará serie propia; Will Simpson (Nuke) interpretado por Wil Traval; Trish Walker (Hellcat), Rachael Taylor. Hay que decir que todas las actuaciones son excepcionales siendo el casting un gran acierto de producción, así como la puesta en escena, la dirección artística y el uso del lenguaje cinematográfico en la composición de planos.

Para los exigentes y amantes del transmedia les digo que hay múltiples referencias al universo MARVEL y que en ese universo diegético y cinematográfico la serie se ubica como antesala de la denominada fase 3 que comenzará en 2016; además, tanto los personajes de Jessica Jones como Luke Cage formarán un equipo con Daredevil e Iron Fist que se presentará como la serie The Defenders.

¿Y en qué consiste la transgresión de la serie Jessica Jones al verosímil de las historias de superhéroes? ¿Por qué a esta serie hay que considerarla como un acontecimiento que renueva y crea nuevas reglas para este género televisivo? Jessica Jones tiene habilidades, dones, poderes pero ni ella misma sabe cuáles tiene y cuál es su alcance, con lo que se desnaturaliza algo que damos por sentado en el género: todo superhéroe se supone que sabe en qué consisten esos superpoderes; Jessica Jones lleva una vida licenciosa y de dudosa ética ganándose la vida como detective privado y ocultando sus poderes que vive más como una desgracia que como talento; Jessica Jones no sabe usar sus poderes, no quiere ser superhéroe, detesta la posibilidad de usar un disfraz, y por sobre todas las cosas no cree que tener esos poderes signifique automáticamente que deba dedicarlos para hacer algo por otros. Jessica Jones es una joven marginal, que odia al mundo y a los seres humanos y que aunque sabe que existen otros como ella –ocultos como ella- no tiene la menor intención de convertirse en un Avenger (la serie transcurre en un tiempo diegético posterior a la primera película de The Avengers (2012).

Sin embargo hay algo que la lleva a tener que involucrarse en una acción sobrehumana y es por la (re)aparición de un supervillano, Kilgrave, que está obsesionado con ella y que no tiene ningún problema en asesinar a quien se interponga en su camino. Hay que decir que Kilgrave tampoco usa capas ni disfraces, que no se asume como supervillano y que, en cierto punto, también abomina de sus poderes aunque no puede evitar usarlos. Kilgrave no es entonces un supervillano según manda el manual del verosímil de género, no le interesa dominar el mundo ni ninguna de esas tremendas tareas que se asignan a ellos mismos los que tienen poderes extraordinarios. En realidad es un sociópata con poderes extraordinarios pero no más que eso ni menos que eso. Ni Kilgrave ni Jessica operan como supervillano-superhéroe y por lo tanto esa clasificación, que la estoy dando al escribir estas líneas, solo debe ser tomada como una licencia para hacerme explicar.

Tenemos entonces dos –en realidad más que dos- seres humanos que tienen superpoderes pero eso no los subjetiva a sí mismos como superhéroe-supervillano. Son los otros los que le exigen, particularmente a Jessica, que se asuma como lo que debería ser y resulta interesante ver cómo esos otros, al no tener la respuesta esperada, buscan la manera de convertirse a sí mismos en ese superhéroe verosímil. La excepción es Luke Cage que, al igual que Jessica, tampoco está interesado en ser nada más que el dueño de un bar de mala muerte. Ese desapego compartido es el que los une, a Jessica y a Luke, aunque por razones que no vienen al caso –entre otras que la aparición del personaje de Luke tiene como propósito ser presentado a la audiencia para que lo reconozca en la próxima serie- sus caminos serán divergentes.

Otro elemento de Jessica Jones que transgrede el verosímil de género es la problematización de la tenencia de poderes, habilidades o dones. ¿Cómo fue que este o el otro obtuvieron sus poderes? ¿Buscaron tener esos poderes? ¿Cómo saber cuáles son y cómo funcionan los poderes? ¿Cómo saber si esos poderes tienen un límite? En general son preguntas que no se hacen los superhéroes, quizás porque ya se las hicieron en algún momento anterior o porque no necesitan saberlo.

Pero en esta serie la respuesta a estas preguntas tiene un doble significado porque ayuda a comprender mejor a los personajes y sus contradicciones y, además, porque esas respuestas se van revelando –al personaje y al televidente- durante el transcurso de la serie y como efecto de acciones que ocurren: ¿»Puedes volar?»… no tengo idea pero puedo dar grandes saltos; “¿Qué tan invulnerable eres?”… nunca me propuse saberlo aunque una sierra eléctrica no me lastima; “¿Cuánta fuerza tienes?”… puedo detener un auto mediano que transita a baja velocidad; “¿Hasta qué daño físico puede reparar tu poder de sanación?”… no tengo idea.

Lo interesante es que esas preguntas son la obsesión de los humanos normales, comunes y corrientes, que no cesan de hacerlas y que anhelan tener superpoderes por cualquier medio que sea. En Jessica Jones solo se revela cómo Kilgrave obtuvo sus poderes pero nada sobre Jessica o Luke. En cuanto a Nuke y Hellcat –los que buscan tener poderes y los obtienen por ingerir drogas- el precio es la pérdida del control de sí mismos. En el medio están los simples mortales que se convierten en una carga insoportable tanto para héroes como villanos –unos y otros odian y desprecian al ciudadano normal, común y corriente- y cuyas muertes se convierten, digamos, en metáfora del daño colateral que exige la derrota de un mal mayor. Como decía Foucault, hay que defender la sociedad a toda costa de los monstruos que la acosan, aunque para hacerlo haya que recurrir a otros monstruos y el precio sea la muerte de todo aquel que se encuentre en el lugar y momento equivocado.

Me gustó muchísimo la estética de la serie y la articulación entre banda sonora y banda de imágenes que solo en forma ocasional es redundante –la redundancia es un rasgo notable y bastardo de las series tradicionales de superhéroes- generando una dialéctica entre palabra e imagen que duplica el universo de los significantes y las significaciones ya que todo significa algo y ese algo es importante para entender la historia. Por otra parte, la historia no es complicada ni mucho menos, pero es compleja. Hay que prestar atención a todo en esta serie porque en el modo en que está escrita la historia y es mostrada reside otro elemento transgresor.

Todo en Jessica Jones es arte o intenta serlo y por lo tanto todo debe ser interpretado y nada dado por supuesto o dado de una vez y para siempre. Y a la vez, los diálogos entre Jessica y Luke, o entre Kilgrave y Jessica, o Jessica y Trish, son disparadores de controversias y problemáticas ético-culturales específicas de nuestra actualidad.

Es muy poco, casi nada, lo que se podría objetar a esta serie –en el episodio piloto y tal vez también en el segundo episodio el espectador puede encontrarse desorientado por ese efecto transgresor del verosímil de Metz- y solo elogios los que se pueden pronunciar ante una de las mejores series de televisión de los últimos años y sin duda, la mejor dentro del género superhéroes.

MARVEL, junto a Netflix, dan un paso adelante, intrépido y arriesgado para intentar reactualizar y refundar el universo de los superhéroes para que mejor se adapten al siglo XXI, a la sociedad de control, y que mejor que hacerlo, además, con un supervillano como Kilgrave que no es otra cosa que una enorme y terrorífica metáfora del mundo en que vivimos, controlados, vigilados, expropiados de nuestra voluntad aunque, paradójicamente, creamos que gozamos de una libertad nunca antes vista.

Recomiendo entonces que vean esta serie, que disfruten con la transgresión del verosímil y que por sobre todas las cosas al visionarla puedan convertir esa práctica en una experiencia, es decir, en algo que sea tan real que nos produzca una inquietud de sí, del mundo que nos rodea y del modo en que vivimos. Una serie de excelencia que ingresa al podio de las mejores producidas por Netflix junto a House of Cards y Marco Polo.

Luis García Fanlo

Luis E. García Fanlo (Buenos Aires, 1957) Doctor en Ciencias Sociales y Sociólogo (UBA). Investigador del Área de Estudios Culturales (IIGG-UBA). Investigador del Centro de Investigaciones en Mediatizaciones (UNR).