El nuevo film de David O. Russell es un pequeño relato sobre el sueño americano, que a la manera de un cuento, nos habla sobre lo difícil que es alcanzar los sueños pero lo importante que es luchar por ellos, todo desde la perspectiva de una simple mujer trabajadora que tras tener una gran idea y patentarla, logra hacerse un nombre en el mundo de los negocios y las ventas por televisión.
Joy Mangano, interpretada por Jennifer Lawrence, fue una mujer que durante la década de los 90 se volvió millonaria por patentar una serie de productos y artefactos domésticos, entre ellos la famosa mopa o trapeador que se escurre solo.
La película, que se inspira en la historia de Mangano pero no es una biopic, nos mete de lleno en la cotidianeidad de esta mujer de Long Island, madre de dos hijos y jefa de una familia absolutamente disfuncional: una madre obsesionada con las telenovelas que no sale de su habitación; un ex marido que vive en el sótano de su casa; y un padre que va de pareja en pareja pero siempre termina volviendo, no tanto por gusto sino por necesidad.
Es su abuela, narradora de la historia, la persona más cuerda en esa familia de locos y la única que siempre tuvo fe en que Joy podría convertirse en alguien importante. Es esa motivación, perdida con los años, la que Joy debe recuperar para forjar de una vez por todas su propio destino.
Pero para convertirse en alguien importante, Joy debe atravesar una serie de dificultades que le imponen tanto su familia, las empresas como, en cierta manera, el mismo capitalismo. El camino al éxito y la dificultad de llevar los sueños a la realidad en un mundo dominado por hombres, donde las estafas, los engaños y las decepciones están a la orden del día, son los principales tópicos de esta película, no tan fallida como American Hustle, pero que tampoco cumple las expectativas al 100%.
Más allá de algunos recursos interesantes como el juego que plantea el director al introducir fragmentos de telenovela dentro del film -que no sólo remiten a las obsesiones de la madre de Joy sino también a la vida cotidiana de esa familia- hay algo en el tono de la película que no termina de cerrar. Y a eso hay que sumarle la estructura típica de cuento de hadas, difícil de ignorar ya que se vuelve muy trillada en su resolución.
Jennifer Lawrence hace un buen trabajo en el rol de Mangano, pero el resto de los personajes no sólo no generan empatía sino que se vuelven tan insoportables que preferimos alejarnos de esa casa caótica y concentrarnos en la estructura de ese simple trapeador, que al fin y al cabo, es la idea del millón.
