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Hay unas pocas películas en las que Bruce Willis llega a los cinco minutos sin sangre en la boca y al menos un ojo semicerrado de un artero puñetazo. La más conocida es esa donde no sangra, pero, claro, está muerto. En Deseo de Matar luce impecable porque le toca ser el cirujano jefe de un hospital de Chicago al que trasladan con una frecuencia alarmante toda clase de baleados. El doctor Paul Kersey ni siquiera tiene tiempo para suturar; ubica el proyectil, lo extrae, deja el resto en manos de sus colaboradores y corre hacia el cubículo contiguo donde espera su turno otro cuerpo maltratado. Para que quede claro que lo suyo es salvar vidas, en una escena le cierra los ojos a un policía y sin tiempo para el descanso, acude presto a atender al delincuente que le disparó a su desafortunado paciente anterior.
Paul es un tipo feliz y exitoso, casado con Joanna (Elisabeth Shue) y padre de Jordan (la argentina Camila Morrone), con una casa preciosa y acogedora, un coche poderoso y un futuro sin acechanzas en el que la única nube es la inminente partida de su hija hacia una universidad neoyorquina. Eli Roth, el director de la remake de lo que por estos pagos se dio como El vengador anónimo en el lejano 1974, se toma algunos minutos para que el espectador se olvide de que está viendo al célebre John McClane de Duro de Matar. No lo consigue del todo, pero vale la pena disfrutar de una discusión entre Paul y un bravucón durante un partido de fútbol, donde a uno de los héroes más clásicos del cine de acción lo tiene que defender su mujer.
El clima relajado dura poco porque, como el título lo hace sospechar, ocurre algo que transforma en un instante la apacible existencia de los Kersey. Tres enmascarados asaltan la casa de la familia , atacan a las mujeres y decretan el comienzo de una historia que pone patas para arriba lo que parecían sólidas convicciones sobre el bien y el mal y la justicia. Algunos no lo saben y otros no lo recuerdan pero cuando Michael Winner decidió llevar a la pantalla grande la novela de Brain Garfield , pasó algo similar a lo que se está insinuando en la actualidad. El público convirtió a la película en un éxito de taquilla y los intelectuales se cansaron de criticar el planteo presuntamente reaccionario del filme protagonizado por Charles Bronson.
En aquella versión Paul Kersey era arquitecto; en esta, su condición de médico permite contrastar con mayor eficacia esas dos pulsiones de vida y muerte que lo atraviesan cuando toma el bisturí o la glock. Y así como trabajaba sin descanso en el hospital, se encariña con su flamante rol de justiciero y ejecuta de manera sumaria a delincuentes de toda laya. Y la policía?. Bien, gracias. Desbordada como en cualquier gran ciudad, llena de casos irresueltos, con críticas hacia la supuesta falta de colaboración de las propias víctimas y con un personaje que le aporta credibilidad a un guión con muchos excesos: Dean Norris, en la piel del detective Rains, un rol que le calza como anillo al dedo al actor que hemos visto en muchas producciones sin prestarle demasiada atención hasta que le tocó en suerte hacer de cuñado de Walter White en Breaking Bad. Desde entonces no nos permitimos ignorarlo.
Deseo de Matar tiene otro acierto: Vincent D Onofrio en el papel del hermano del protagonista. Cualquiera que ame la acción tiene que disfrutar de los minutos que comparten en pantalla Willis, Norris y el gigantón enigmático y genial ,presente todavía en las madrugadas del canal Universal con Law and Orden , criminal intent. Eli Roth decidió incluir 46 años después de la versión original, algún detalle que revelara características de los tiempos que corren y eligió que el cirujano se convierta en vengador usando tutoriales de Youtube para aprender a disparar. También las hazañas del protagonista cuando inicia su tarea de limpieza se viralizan gracias a las redes sociales.
Hay quienes afirman que Bruce Willis ha venido solo para reactualizar los oscuros designios de venganza que signaron al Kersey original del imperturbable Charles Bronson y opinan que la película parece una larga publicidad de la Asociación Nacional del Rifle, en un momento especialmente conflictivo de la vida política norteamericana. Es muy probable que esa gente no haya advertido el torno profundamente irónico del aviso televisivo que captura el interés del protagonista y luego la «clase» que le ofrece la vendedora cuando cree que ha llegado el momento de concretar sus fantasías justicieras. Como sea, tanto si se elige la literalidad o el subtexto, Deseo de Matar es sólo una película, con un buen elenco y un libro polémico. Y con Bruce Willis un clásico. Valoración: Buena