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Desde el año 2013 la serie de Netflix, House of Cards, se convirtió en el paradigma del thriller político en televisión. A pesar de que cada vez le es más difícil mantener los estándares que ellos mismos impusieron sobre el género, House of Cards sigue cumpliendo y manteniendo a su audiencia pendiente de la historia.
Durante cuatro temporadas fuimos testigos del camino que Frank Underwood, un congresista demócrata por el Estado de Carolina del Sur, tuvo que recorrer para llegar a convertirse en presidente de los Estados Unidos; siempre acompañado por su igualmente despiadada e inescrupulosa esposa, Claire.
Esta quinta temporada nos encuentra en un momento decisivo para los Underwood. La historia retoma donde había quedado, con el matrimonio presidencial enfrentando una amenaza terrorista muy cerca de las elecciones. A medida que se acerca el día electoral, la incertidumbre crece por lo que los Underwood desplegarán todo su arsenal para seguir perpetuando su poder en la Casa Blanca. Sin embargo, el terrorismo y la fórmula rival no serán los únicos obstáculos que tendrán que sortear, ya que viejas amenazas volverán a resurgir.
Uno de los grandes aciertos de esta serie a lo largo de estos años, ha sido la capacidad de los guionistas para incluir temas de la agenda política de Estados Unidos en cada temporada; hasta tal punto que a los espectadores se nos dificulta distinguir la ficción de la realidad. En estos 13 nuevos capítulos, no sólo veremos cómo se desenvuelve la lucha contra el terrorismo a un nivel local, lo que ya nos fue anticipado en la temporada anterior, sino también cómo es la intervención del país en asuntos de política internacional, como por ejemplo en la guerra civil en Siria. Toda esta temporada nos llevará a preguntarnos hasta qué punto se logra manipular estos temas para el propio beneficio del gobierno ¿Acaso los políticos reales también hacen esto? ¿Podrá ser que en algunos casos la ficción no llegue ni a los talones en lo que pasa en la vida real?
Otro de los puntos fuertes de esta temporada siguen siendo las actuaciones tanto de Kevin Spacey como de Robin Wright, las cuales siempre fueron una constante a lo largo de los años. Esta vez, Wright se destaca en los momentos de mayor sutileza en su interpretación, mientras que Spacey nos regala momentos explosivos que valen oro. También la incorporación de Patricia Clarkson -en el rol de Jane Davis- resulta en un personaje tanto interesante como fresco en contrapunto con lo que ofrece el resto del reparto. Los que están más flojos, y solo por una cuestión de no poder equiparar actuaciones pasadas, son Michael Kelly y Derek Cecil quienes interpretan a Doug Stamper y Seth Grayson respectivamente.
En estos nuevos capítulos la trama continúa atrapante, aunque de a momentos transcurre de un modo demasiado vertiginoso por lo que algunos espectadores pueden llegar a descuidar detalles importantes. También a veces pierde tracción dramática, sobre todo cuando muchos cliffhangers no son retomados en el capítulo siguiente sino que se produce una elipsis que deja al espectador con cierta sensación de vacío. Ésta luego será llenada con moderado éxito a través de las infaltables explicaciones de Frank Underwood.
Parece ser que la salida de su creador y uno de los principales guionistas, Beau Willimon, afectó de una manera sutil aunque sustancial al devenir de la temporada. Aunque por suerte como dice el mismo Frank, lo tenemos a él y tenemos a Claire. No tenemos nada que temer, él no se va a rendir.