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La “luz incidente” es el albor que llega a la superficie de un sujeto y lo que el sujeto devuelve es la luz reflejada: esa concomitancia, entrega solidaria, es la premisa básica de la fotografía. Ariel Rotter, director argentino – recomiendo ver El otro con Julio Chávez– toma esta idea y la vuelve metáfora: una mujer –increíble Érica Rivas– es minuciosamente seguida por la lente de la cámara.
La mirada omnipresente del director seduce a esta dama en su duelo: ha quedado viuda producto de la fatalidad de un accidente y tiene que seguir su pena con dos hijas.
La mirada de esta mujer, absolutamente desesperanzada, involucra al espectador desde las primeras escenas. Su melancolía y tristeza son potenciadas por la decisión del director de filmar en blanco y negro: la atmósfera lúgubre – pero con una gran belleza cinematográfica- destila nostalgia.
La apacibilidad de esta mujer que se siente vacía es manifestada en cada primerísimo primer plano. Rotter juega con esto, una y otra vez, se enrosca y nos enrosca con esta mujer, que es una especie de Vamp triste.
Luisa es una mujer joven y hermosa, pero el derrotero de la vida no le permite rehacer su vida; el pasado la invade y la sumerge en una escenografía fija, inamovible. La casa familiar es su mundo privado, el mundo de ella y sus hijas.
Un hombre intentará escabullirse en su universo privativo, obligándola con diplomacia a quererlo. Pero Luisa está triste y no puede salir de su pena. La sofisticación de las escenas – Luisa es una mujer de clase acomodaticia- marcadas por el ritmo jazzero (está ambientada en la década del 50) proponen una película reservada y apacible.
Ella es una mujer que es cortejada. Él, un hombre soltero, millonario, que necesita que lo amen – la interpretación de Marcelo Subiotto es impecable-. Él la pretende con insistencia, y en ese juego de atracción reside lo interesante de la película. Él insiste, ella se deja, pero en su mirada está la respuesta.
Bailan, se besan, él quiere ocupar el rol del marido que ella perdió, ella se resiste, pero sin fuerza: no puede corresponder ese halo de amor, sólo está allí sintiéndose observada.
Luisa es la luz incidente. El drama se escabulle en cada mueca de esta mujer, que circula con pena pero sin nunca perder su belleza.
La Luz Incidente es una experiencia cinematográfica que hay que vivir; la empatía con Luisa es tal que uno siente a través de sus ojos inmensos. Además, cada escena, cada paneo es de una sofisticación que evoca incluso al clasicismo. Un cine para celebrar.