Te recomendamos:
La lágrima fácil: Prometí no llorar, me lo juré a mí misma, pero con una película de Disney nunca se sabe y con Coco es imposible no lagrimear. Contar demasiado sobre la película no me parecería honesto, pero sí voy a decir que tuve el mismo sentimiento que cuando vi Pinocho allá en los ochenta, cuando era una niña. La historia gira en torno a Miguel, un niño mexicano, inquieto, amante de la música que vive en una familia en donde justamente la música está prohibida, pero en una festividad del Día de los Muerto, Miguel comienza un viaje iniciático en donde se topará con sus familiares fallecidos.
Lee Unkrich y Adrian Molina (Toy Story 3) encaran con un profundo sentido del humor el tema de la muerte y de la pérdida, y exploran los conflictos familiares sin drama y esto es interesante y le da un respiro moderno al cuento clásico de familia. El colorido de la celebración es llevado al extremo, la fantasía se torna lisérgica y divertida. El género de aventura es bien explotado: Miguel recorre con su perrito Dante, este limbo colorido en donde los muertos batallan en contra del olvido, sólo se desaparece cuando una persona ya no los recuerda.
La búsqueda por conocer los secretos familiares y la relación compinche entre Miguel y Héctor (Gael García Bernal) un muerto oustsider al que no lo quiere ni en el paraíso, completan un pasaje narrativo perfecto. Unrich y Molina toman lo más telúrico de la celebración, e incluyen cameos de extintas celebridades mexicanas.
En su versión original el spanglish se torna divertido, y original en una película con sangre hispana. Coco es una gran película que apela a la sentimiento ante la ausencia de un ser querido, pero también es alegre y entretenida para un público infantil que pone su mirada en los gags y el slapstick de los personajes. Le aviso lleve kilos de pañuelos descartables porque algunos pasajes son hermosamente demoledores.