Cine

La piel de Venus, la palmadita de Polanski

Por Vanesa Fognani

Roman Polanski es uno de esos directores retorcidos hasta la médula. Sus películas tienen ese costado perverso y absolutamente manipulador, que hacen que el espectador se convierta en un esclavo. El cine de Polanski es raro, sí, es rarísimo, y es muy probable que muchas personas vean sus excentricidades como excesos, pero para mí la forma de hacer cine de este director francés siempre me pareció maravillosa, su bucólica forma de ver el mundo trágica pero con un cierto sentido del humor es parte de su sello. Además, Polanski hace que el delirio se convierta en un proceso fundamental de su obra. El delirio, casi fundamentalista y dogmático, proporciona una palmadita -donde uno quiera- para el espectador.

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La primera gran palmada del increíble Polanski fue tal vez Repulsión, metraje del 65 filmada en Inglaterra con la gran Catherine Deneuve como protagonista. En la película, la blonda le tiene fobia al sexo; esa pulsión negativa la lleva incansablemente a vivir varios sucesos macabros. El devenir en un final absurdo fija las pautas, taxonómicas, de lo que vendrá en su filmografía: La danza de los vampiros; El bebé de Rosemary; Barrio Chino; Búsqueda frenética; Perversa luna de hiel, esta última, para mí, la mejor de sus obras, y quizás la más parecida a La piel de Venus, película que nos convoca.

En Perversa luna de hiel (1994) Polanski transpola su terror maquiavélico a la relación de pareja. Oscar es un escritor norteamericano –interpretado genialmente por el gran Peter Coyote– que viaja a la increíble París para inspirarse en su proceso creativo; allí conoce a una joven, Mimi –Emmanuelle Seigner, fetiche absoluto en el universo polanskiano- con quien vive un romance intenso –MUY intenso-, en donde la pareja de tortolitos se meten de lleno en la exploración amatoria: el sadomasoquismo –como le gustan a Polanski las palmaditas-, los juegos sexuales con alimentos –esta escena es imperdible- y los bailecitos sugestivos trasforman a la película de amor en un delirio erótico absolutamente resultón y de culto para los seguidores de Polanski.

Por ello, La Piel de Venus, novela de Leopold von Sacher-Masoch, es un texto perfecto para el mundo de Roman. La historia es un duelo de oratoria entre un hombre y una mujer. El amor, la pasión y la intensidad recorren cada oración de La Piel de Venus, y si bien hubo vastas adaptaciones en cine y en teatro, la mejor transposición es la de Polanski.

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Trece años después de aquella emblemática película, el rouge, el látigo y el cuero se reavivan con ansias en el texto de Masoch, adaptado por el propio Polanski. Emmanuel Seigner ahora es Vanda, una madura actriz bastante arrabalera que cae en un teatro parisino para audicionar para el papel protagónico de la pieza “Venus en la piel”. La obra habla sobre el sometimiento de una mujer en manos de un hombre que goza con el dolor, el hombre en cuestión no es otro que el gran Mathieu Amalric, quien interpreta a Thomas. Él es el director de la obra, el que mantiene el control de la situación en la audición: las puertas se abren como en un cuento de Charles Dickens y Polanski nos invita con ese gran comienzo a meternos en una pelea genérica, el teatro es el ring de este duelo en donde se reflexiona sobre el amor y la pasión.

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Las actuaciones de Amalric y Seigner son sublimes, él absurdamente tímido y ella salvajemente impulsiva. Ella juega a ser “la” Vanda de Venus en la piel, pero sin dejar de ser la Vanda legítima, el juego de palabras es un condimento esencial en el aspecto lúdico de la película. Él, Amalric, que tiene un parecido asombroso con Polanski a los cuarenta y pico, intenta resistirse, pero pasada media hora de metraje se deja llevar por ella.

Los dos interpretan, juegan a actuar, pero en ese juego comienzan a resignificar cada escena de esa obra de teatro: la cercanía en la mirada, los roces imperceptibles de sus labios, los sollozos retraídos, convierten todas y cada una de las escenas en momentos sensuales, tensos, que mantiene en vilo al espectador: ¿Vanda se quedará con el papel de la obra?, ¿Thomas entenderá la verdadera esencia de Venus en la piel?, ¿”Él” y “Ella” finalmente, luego de un histeriqueo de dos horas, terminarán acostándose?.

Con un final delirante y sorpresivo- la danza final de Vanda es majestuosa- Venus en la Piel se convierte en otra genialidad del maestro Polanski, quien logra llevar la tensión al máximo y, con una palmadita, nos despide.

Vanesa Fognani

Lic. en Ciencias de la Comunicación, y crítica amateur. Amante de los dramadies ochentosos, decidió hacer de la crítica un hábito y un hobbie para preservar su salud mental. Edita la sección de cine de este portal y antes garabateó en la columna semanal “Jueves de estreno” en el portal de noticias NOTINAC. Ir al cine le salvó la vida.