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Parece mentira que exista vida más allá aparte de Katy Perry, Lady Gaga y Rihanna. Y sí, existe otro mundo dentro del pop, desconocido por muchos, y que es igual de bueno -incluso mejor- que el primero. Es la típica música que, justamente por ser desconocida, la consideras muy indie y pensás que sólo la escucha gente con ganas de ser tan cool que sólo lee poesía en cafeterías gay-friendly a cualquier hora de un lunes a la tarde. Luego, te quitas los prejuicios -o no, algunos prejuicios son difíciles de sacar – y te sigue pareciendo indie pero, te das cuenta que no podés vivir sin ella. Eso es lo que pasa con Ladyhawke. Simplemente, no van a poder resistirse a su combo synthpop con indie rock.
Philipa “Pip” Brown, conocida artísticamente como Ladyhawke, es una cantante y compositora neozelandesa. Influenciada por Nirvana, realiza sus primeras actuaciones tocando la guitarra en pequeñas bandas grunge. Terminó el secundario y decidió mudarse a Australia y formar parte de grupos electropop que definirían su estilo musical como solista. Pip es una artista con mucha garra. Hace unos años, pegó fuerte con su primer álbum homónimo y provocó todo tipo de pasiones, odios y reflexiones en la crítica musical. Desde los que la tachan de no ofrecer nada original y ser un mero revival de los ‘80, hasta los que la alaban poniéndola en un pedestal. El sello australiano Modular Records supo ver el potencial de Pip, y el éxito de la publicación de Ladyhawke, demuestra que no se equivocaron. Tenemos, desde el comienzo, pistas inequívocas de lo que nos vamos a encontrar en el resto de ese álbum: “Magic”, “My Delirium”, “Back Of The Van”, «Paris Is Burning” y “Dusk Till Dawn”. Singles potenciales por los que muchos venderían su alma al diablo (!).
Nos encontramos con un primer trabajo discográfico que, a pesar de tener predominio en lo electrónico, es todo un homenaje a los años ‘80, incluido su nombre artístico (que lo toma de película Ladyhawke). Devuelve a la actualidad, los sonidos más new wave, el synthpop, y el rock melódico, aunque con una estética y actitud más cercana a la música pop rock. Las comparaciones con Pat Benatar, Cyndi Lauper o Stevie Nicks son comunes, y ni ella misma niega su amor por todo lo que rodeó la década a principios de la cual nació. Son como miradas nostálgicas al pasado, pero sin apartarse del presente. Y para contrarrestar un poco, hasta se hizo remezclar por artistas más actuales, como Peaches, Alex Gopher y Cut Copy, entre otros.
Luego de haberse tomado unas largas vacaciones desde Ladyhawke, Pip Brown regresó al estudio para grabar Anxiety, su segundo album. Black, White & Blue es el elegido como primer single. Un tema con sonidos pop-rock electrónico: guitarras ruidosas, texturas en la percusión y un estribillo fresco. Totalmente fiel a su estilo pero sin sonar para nada aburrida. De hecho, muy alejado de lo que suena normalmente en las radios americanas o británicas.
Sinceramente, con la cantidad de artistas y bandas que hay en la actualidad, uno hace click en el reproductor esperando otro tema predecible sin mucha esperanza, dando por hecho que especialmente cuando se trata de un segundo disco y de un single presentación, se tiran al “más es más” y a quemar todos los cartuchos posibles. Pero en esta ocasión, Ladyhawke no sólo sorprende sino que además agrada. Con el video de Black, White & Blue nos muestra el vacío que tiene la industria musical. La televisión en medio de la oscuridad, la fama, el dinero y el poder fotografiados para después ser quebradas por ser pura mentira publicitaria. Ladyhawke entiende muy bien lo que está pasando y muestra con sutileza ese cambio de conciencia que necesitamos muchos para poder ver mas allá de lo que se nos vende como música. La causa de su éxito, que alcanzó por allá en 2008, quizá resida en su sencillez, casi excitante, que te hace recordar, bailar y sonreír; justo lo que deseas en ciertos momentos. Y eso se agradece, porque a veces, no se necesita nada más.