Cine Oscars

El musical que todos aman, Affleck supremo y una cita inolvidable

Por Vanesa Fognani

Con colaboración de Germán Pérez

Con la 89 ceremonia de los Oscars ya terminada, los resultados en la mano y algunas anécdotas que quedarán para la historia, repasamos a las 3 películas más ganadoras de la noche.

 Todo indicaba que La La Land ganaría por lo menos 10 de las 14 ternas en las que estaba nominada. Sin embargo, la noche tuvo un sabor agridulce para todo el elenco. Si bien fue la película con más galardones recibidos: ganó mejor actriz con el papel brillante de Emma Stone, mejor director de la mano del director -32 años- Demián Chazelle, mejor canción original, mejor fotografía, mejor diseño de producción y mejor música. El momento de amargura llegó cuando tuvieron que ceder el Oscar a Mejor película a sus verdaderos propietarios: el elenco de Moonlight. Jordan Horowitz, productor ejecutivo de la película ‘La La Land’, fue quien anunció que la ganadora se encontraba debajo del escenario, mientras los de la Academia sólo atinaban a encontrar al responsable de tal tragedia.

 

Nuestra impresión sobre La La Land. Todos hablan de La La Land, la nueva película del jovencísimo Demián Chazelle, el musical en donde Emma Stone y Ryan Gosling cantan, bailan, se enamoran y se desenamoran. Todos postean sobre esta parejita que vive una historia con todos los clichés del amor. La historia es simple, quizás demasiado, pero el color del musical – bastante pop por cierto- y el carisma indiscutible de los protagonistas realzan una historia en donde el éxito se centra en la primera hora.

El musical coral “Another day of sun” le inyecta a la película una energía potente, quizás demasiada para un comienzo. Muchachitos y muchachitas cantan sobre los infortunios del amor, pero sin perder el tono popero, saltan y copan la pantalla de forma avasalladora. Pero no es un musical clásico, tiene todas las mañas del flashmob, los protagonistas bailan entre la multitud y se dejan de hacerlo cuando aparecen los protagonistas. Allí comienza la historia de Seb y Mía, quienes se encuentran y desencuentran. Ella es una chica que quiere ser actriz pero se conforma con ser la moza en los estudios Warner y él es un pianista al que no le ha ido demasiado bien en la vida, los dos tienen sueños, pero lejos están de llegar a su metas.

 

En esa melancolía por encontrar el éxito personal, se descubren. Hay una escena, la mejor, creo que es la única perdurable en mi retina: Mía y Seb se topan en una fiesta, él está tocando con disgusto temas ochentosos (el ama el jazz) y ella para disgustarlo le pide que toque I ran de A Floxk of Seagulls, esa picardía, ese sentido del humor – es el tono de Wihplash película de Chazelle que amo- se pierde promediando la película. Un tono demasiado fantástico y la insistencia del director por explotar el género musical y subrayar el tufillo a homenaje a los musicales del clasicismo desgastan la historia. Gosling (Seb) y Stone (Mía) tienen chispa y es lindo verlos juntos, pero la química no es suficiente. La La Land es linda, tiene buenos momentos y llevó a Chazelle a ganar el Oscar y a sus protagonistas a arrasar con los premios. No es de nuestras favoritas, ni siquiera la tarareable City of Stars tema original de la película nos cautivó demasiado.

 

 

Con un Cassey Affleck como el punto más fuerte de la película, Manchester by the sea cosechó dos galardones que nadie en el Dolby podía negarle. Mejor guión original llegó de la mano de Kenneth Lonergan, quien materializó su primera nominación con la estatuilla.

Un Lee Chandler cargado de culpa y dramatismo fue el personaje que finalmente despegó a Casey Affleck del apellido que lo condenaba a ser el «hermano de Ben». Globo de oro, el Bafta, el Satellite, el Critic Choice, el Independent Spirit Award y, ahora, el Oscar son los premios que lo catapultaron a ser uno de los actores más codiciados.

 

 

Nuestra impresión sobre Manchester junto al mar. El director Kenneth Lonergan pone en pantalla un dramón que tal vez sea demasiado bueno para esta temporada de premios. Manchester by The Sea logra adueñarse del público contando una historia llena de golpes bajos centrándose en la vida de un hombre que, a pesar de tener cuerpo y alma, no está vivo. Casey Affleck logra cortar las chances de otros actores de adueñarse con el galardón máximo en actuación masculina ofreciendo el rol de su vida. A pesar de que esta película siga en su totalidad a un hombre, el verdadero protagonista es el pueblo Manchester-by-the-sea. Manchester genera un espectro en toda persona que se ve en pantalla, casi como una religión, se alza como un estigma más allá de los límites que bordean la costa y carreteras. Esto es mérito de Lonergan, que con su sutil ojo pone el mensaje «uno puede escapar de Manchester, pero Manchester va a estar siempre aquí».

 

Es una pintura con colores fríos, casi sin vida pero de alguna forma, resulta hermosa para los ojos del público. Lee vuelve a Manchester, pero también vuelve a su pasado. Debe hacerse cargo de su sobrino -Lucas Hedges, brillante- tras la muerte de su hermano. El personaje solitario de Lee, que vive a apesadumbrado, debe rehacerse ante la mirada del adolescente. La tragedia contada de forma realista y la suprema actuación de Affleck hacen que Manchester by the Sea sea mi preferida. En esta temporada de premios los cuales están llenos de película con un nivel similar, el film de Lonergan triunfa por su sinceridad absoluta.

 

 

Con el mayor galardón -cedido por unos minutos a la favorita La La Land– adentro del bolsillo, este drama cosechó grandes halagos durante toda la ceremonia. Con Mahershala Ali como ganador de Mejor actor de reparto, Moonlight (Luz de Luna) comenzaría a andar el camino que la llevaría a coronarse como la Mejor película del año. Además sumaría el de Mejor guión adaptado de la mano de Barry Jenkins (Medicine for Melancholy), quien tomó la historia de In moonlight black boys look blue («En la oscuridad los niños negros se ven azules») de Tarell Alvin McCraney y la convirtió en esta obra maestra.

 

Nuestra impresión sobre Luz de luna. Berry Jenkins filma con una delicadeza pocas vistas en Hollywood, se detiene, observa y nos hace percibir los sentimientos y las emociones de los personajes a través de la poesía de su imágenes. Así lo hizo con Remedios para melancólicos en el 2008, su opera prima y lo retome en Luz de luna, película basada en el libro In moonlight boys look blue de Tarrell Alvin McCraney. En su nuevo metraje Jenkins cuenta la historia de Chiron, un chico afroamericano, desde su infancia hasta su adultez. Algo así como Boyhood de Linklater pero mucho más salvaje y brutal.

 

Chíron tiene una madre adicta a las drogas -brilla Naomi Harris en el papel- y es víctima de las burlas y el bulling de sus compañeros del colegio. Chiron, diminuto, pero con esos ojos inmensos, se la pasa sufriendo gran parte de la película, pero su calvario encuentra paz cuando conoce a José y Teresa, una pareja de treintañeros que lo contiene y lo escucha y lo aconseja en su viaje iniciativo desde la infancia hacia la adolescencia. La escena en donde Chiron aprende a nadar de la mano de José es de una ternura increíble, Jenkins sumerge la cámara, pero también se sumerge con ellos, mete el cuerpo junto con los protagonistas y en esa entrega logra una de las mejores escenas de estos premios Oscar.

 

 

Chiron está feliz con José -Mahershala Ali– lo ama y lo idealiza y encuentra en su persona el padre que no tuvo, con él discute sobre que significa ser homosexual. Porque Chiron vive una historia de amor con Kevin un compañero del colegio, con quien mantiene su primer encuentro íntimo. Un hecho trágico interrumpe su adolescencia y el director nos lleva a la etapa de Chiron en su vida adulta. Ese flacucho se ha transformado en un hombre bien parecido que vive en una absoluta soledad, un llamado por teléfono y el encuentro con Kevin le devolverán a la película la fuerza de la primera parte. Esa cita entre ambos se convierte en una comunión de miradas, el deseo de la niñez sigue intacto. Kevin lo mira con una seducción infinita y Chiron, hombre de pocas palabras, le devuelve todos los guiños. De fondo suena Hello Stranger de Barbara Lewis, Chiron vuelve a ser feliz. Con un final al estilo de Carol de Todd Hynes, uno sale movilizado de ver Luz de Luna, una película que explora los sentimientos y los deseos humanos.

 

 

Vanesa Fognani

Lic. en Ciencias de la Comunicación, y crítica amateur. Amante de los dramadies ochentosos, decidió hacer de la crítica un hábito y un hobbie para preservar su salud mental. Edita la sección de cine de este portal y antes garabateó en la columna semanal “Jueves de estreno” en el portal de noticias NOTINAC. Ir al cine le salvó la vida.