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El nuevo film de Cristopher Nolan es objetivamente un ejemplo de lo mejor a nivel técnico en lo que va de este año. Este proyecto se caracteriza por no refugiarse en la violencia de la guerra sino por sumergir al público en una tensión constante en todo el desarrollo de la película. La historia cuenta el evento de la evacuación de las tropas francesas e inglesas de las playas de Dunkirk durante la Batalla de Francia, a principios de la Segunda Guerra Mundial.
Lo curioso que tiene el film de Nolan es que en lugar de focalizarse en un solo punto de vista, recurre al desarrollo del evento en tres episodios que transcurren con diferencia de horarios y desde diferentes perspectivas (tierra, mar y aire). Estas tres situaciones cuentan con tres diferentes protagonistas: en tierra Fionn Whitehead; en mar, Mark Rylance y en aire, el heroico Tom Hardy; cada una de estas historias están interpuestas de manera en que el aumento de tensión va in crecendo.
Las actuaciones son contundentes destacando a Rylance como un marino civil que tiene como objetivo rescatar la mayor cantidad de soldados con su velero. Tom Hardy por su parte, logra imponerse sobre el resto del elenco al interpretar a un piloto que está dispuesto a sacrificarlo todo para despejar las playas de Dunkirk y ayudar a sus compatriotas. En un rol no menos relevante se encuentra Kenneth Branagh destacándose con su presencia en piel de un comandante que no se doblega frente a la situación que le toca vivir.
Si tenemos que subrayar algo en Dunkirk es la fotografía realizada por Hoyte Van Hoytema, el montaje de Lee Smith y la música realizada por Hans Zimmer. Estos tres apartados son un ejemplo de excelencia a nivel fílmico; juntos, estos especialistas en la técnica logran con Nolan un resultado sublime cuando sus respectivas áreas chocan en el resultado final que se aprecia en la sala. Hoytema y Nolan merecen ser reconocidos por su labor en Durkirk.
