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Cuántas veces habremos deambulado por el tramposo e improductivo pasadizo de lo que hubiera sucedido si las cosas se hubiesen dado de otro modo, si pudiéramos cambiar algo, si pudiéramos volver a ver a alguien. Lo que nadie nos dice es que, aun si eso fuera posible, aun si pudiéramos revertir el curso de las fatalidades, no sabríamos cómo manejarlo. No sabemos lidiar con lo que no conocemos, con lo que nos desordena las estructuras y esto es lo que busca enseñarnos estos inquietantes dramas sobrenaturales.
De contenidos que explotan el regreso de los muertos vivos, están hechos los guiones cotidianos. La moda de los zombies supo llegar para quedarse, y entonces, fuimos testigos de una decena de argumentos similares, explotando al extremo la magia de los efectos especiales. Entonces, cuando Les Revenants apareció de la mano de Canal Plus, dejó claro que las grandes ideas son mejores si se abordan con simpleza.
Un día, sin saber por qué ni mucho menos cómo, una pequeña localidad francesa asiste al suceso más espectacular e impensado de todos: que los muertos regresen a la vida. Aparecen de la nada, sin saber siquiera qué les sucede, buscando casi por instinto encontrarse con lo que dejaron en su último día en este mundo: familia, amigos y amores que ya no se ven ni se sienten como antes, que han continuado con el paso de los años y que se enfrentan al nuevo duelo que significa entender que alguna clase de misteriosa resurrección es posible.
Una de las primeras virtudes de esta historia se pudo ver en el hecho de que aparece una idea recurrente y gastada, dotada de la simpleza de un relato casi poético, y despojándola a la vez del manto hollywoodense del concepto del zombie, o del muerto viviente como lo conocemos hasta ahora. Claro que esta serie está basada en una creación previa: el filme They Came Back, al que Fabrice Gobert supo sacarle un excelente provecho para crear un producto de lo más adictivo.
Por tratarse de una serie relativamente breve, los arcos argumentales son más amplios y busca dejar menos cabos sueltos. Cuando se plantea ciertos interrogantes, lo hace con la intención de dejarnos atrapados, esperando. Comienza jugando con el misterio, pero inyecta pequeñas dosis de escalofríos y de romances, que la hacen –en algunos momentos- no apta para todo público.
La musicalización y las locaciones son el mejor condimento para esta historia, que hace gala de una belleza absoluta, desde todas las aristas. El simbolismo es un elemento clave, donde el pueblo y los enfrentamientos del ser humano con la moral (no necesariamente religiosa) están representados en diversos elementos, dando la idea de circularidad y de un argumento que no solo busca contar, sino que aspira a mostrar los misterios más intrigantes de la humanidad, de una manera humildemente hermosa.
En 2012 Les Revenants se despedía de la pantalla tras una breve y majestuosa primera temporada, con la promesa de un regreso programado para algún momento de 2014. Así fue como, durante un largo tiempo, sin importar lo breve del encuentro ni lo largo de la espera, esta serie francesa fue ganando cada vez más adeptos que encontraron en ésos contados episodios una historia que ofrecía lo que ninguna otra de su clase nos supo dar: sencillez y elegancia.
Pero parece que de momento, también tendremos que ir haciendo las paces con la prima hermana americana de Les Revenants: Resurrection, de ABC.
No se trata de una remake en sí, aunque los elementos claves son tan similares que se nos hace muy difícil no trazar estos paralelismos. Aquí también, por ejemplo, un niño aparece de la nada dejando a todos bastante desconcertados. Sin pronunciar una palabra, vuelve a su pueblo natal y a su casa paterna con ayuda de un buen samaritano, solo para que los espectadores nos desayunemos con una frase de cotillón en las leyendas urbanas de terror: “mi hijo lleva muerto muchos años”.
Y esto no es lo que más ruido nos hace, más bien es la dificultad de ver en un drama profundo ésa costumbre americana de hacer de las grandes ideas un contenido familiar que pueda ser visto a toda hora. Aparecen algunas caras conocidas como Kurtwood Smith (That 70’s Show, Star Trek) Omar Epps (House, ER), y no sabemos si eso es algo bueno o malo.
Aparece también, pero de un modo un poco más obvio y moralista, el planteo de lo desconocido y del significado de la vida como la conocemos. Las preguntas parecen buscar una rápida respuesta y apunta más a lo superficialmente emotivo que a la búsqueda de un argumento que despierte múltiples curiosidades más allá del guion.
Vamos a dejar de lado las actuaciones que se quedan a medias, que no terminan de convencernos por ejemplo, de que un añoso y desesperanzado padre se vuelve a encontrar con el rostro de su hijo varios años después de su deceso, y tiene un rostro con una sorpresa ensayada que no engaña a nadie.
Mientras Resurrection se ocupa de la muerte de un modo más general y superficial, Les Revenants despliega una gran gama de elementos bien cuidados para hacer natural lo sobrenatural: desde la música hasta la simbología que representa cada personaje, todo nos invita a quedarnos.
Les Revenants se puede ver y volver a ver, sin importar el tiempo que pase, porque es una serie imprescindible. Resurrection, por otro lado, queda para aquellos que creen que en el país del norte se hacen los mejores zombies.