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Fue una de las noticias de la semana. Lindsay Lohan reinventará a la gran Elizabeth Taylor, en una biopic que promete romper las taquillas. Mas allá de la revelación de quien tendrá la responsabilidad de representar a una de las actrices y sex symbol más grandes de la historia, también nos movilizamos por la historia personal de quien lo hará.
Lindsay Lohan, después de tantas idas y venidas, de sus rehabilitaciones, sus entradas en la cárcel, su debacle personal y profesional y sus miserias expuestas al mundo (al punto de dar lastima), tendrá una nueva oportunidad de demostrarle al mundo cuán talentosa puede ser.
La cinta, producida por Larry Thompson, comenzará a rodarse en junio próximo y girará alrededor de la tormentosa relación de Liz Taylor con Richard Burton, a quien conoció en la mítica Cleopatra. Desde los comienzos del misterioso románce hasta la conmoción mundial que generó su conocimiento en la opinión pública, un caso que sirvió como paradigma en la industria por tratarse de dos personas casadas que dejaron todo para unirse.
La mujer de los ojos violetas, ganadora del Oscar y considerada una de las mujeres más bellas de la historia, falleció en 2011 y dejó, entre otras cosas, un legado casi imposible de representar. Lindsay Lohan hará una parte de él, tal vez la más difícil, en lo que será -según sus propias palabras-, el papel de su vida.
Soy de los convencidos de que Lilo no lo necesita. Mucho menos hablando desde su belleza. Ha habido pocas mujeres en la historia reciente que hayan demostrado la ductilidad con que Lohan se mueve ante la cámara. Y lo que no es menor: pocas mujeres tienen una belleza tan particular, tan misteriosa e intrigantemente melancólica como la de Lindsay. Dijeron de ella que rompería récords en términos de fama, que lograría estar en boca de todos y que su carrera cinematográfica le daría a Hollywood la posibilidad de encontrar a una nueva musa. Lindsay en parte cumplió, aunque no como ella quería (ni como muchos de nosotros). Lo hizo gracias a sus problemas, a sus múltiples portadas y a sus incontables escándalos.
TMZ, THR y el resto de los portales seguramente habrán estado felices. Lindsay Lohan les dio de comer durante todos estos años, aunque poco haya importado su salud, su ánimo y mucho menos su vida personal. La opinión pública jugó su papel, buscando antecedentes en Google, mirando sus fotos provocativas, sus lagrimas en el juzgado y su salida de la cárcel. Otros, rogaron por su recuperación y le hicieron homenajes a sus producciones fotógraficas. No hay revista en el mundo en la que no haya estado Lohan. Desde Vogue a Vanity Fair, pasando por Interview, W o GQ.
En Vogue, hace algunos años, Lindsay se animó a personificar a Marilyn Monroe, en las colinas de Hollywood y con un vestido imponente. Esa sesión de fotos para la edición española de la biblia de la moda quedó en el recuerdo y mostró la capacidad de Lilo para dejarse llevar por sus musas inspiradoras. Habrá que ver como lo hace en la película. El antecedente de actrices que han pasado por la piel de grandes íconos del cine y la moda, es el de Michelle Williams en My Week With Marilyn, en una interpretación maravillosa que le valía un Oscar. La diferencia, es que no sorprende la caracterización viniendo de la gran Michelle. Habrá que ver si Lindsay está a la altura de Elizabeth Taylor en la ambiciosa película.