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Live from New York: cuarenta años de #SNL

Por Victoria Barberis

Nuestro lado del mundo nunca fue un lógico receptor de Saturday Night Live. El humor tan específico de algunos de sus sketches, sumado al sinnúmero de códigos culturales que forman parte de la identidad del producto, nos dejan afuera de los chistes más de una vez. Claro que los más pretenciosos se regocijan todos los sábados por la noche al ver algún episodio -ya emitido hace tiempo- de este programa de variedades que tantas barreras ha sorteado, mientras fingen con soltura entender todos los remates ultra-americanos. Pero más allá de ese encanto neoyorkino de televisión bien manufacturada en el Rockefeller Center que seduce a muchos por estos lados, no es menos cierto que el enorme show de NBC ha dado exquisitos frutos, motivo de sobra para estar agradecidos.

Es que más allá de constituir un ícono cultural que lleva cuarenta años consolidándose, SNL ha sido un gran semillero de comediantes y guionistas, catapultando carreras artísticas como las de Amy Poehler Eddie Murphy, Billy Crystal, Mike Myers o Adam Sandler. Su concepto y sus libretos son únicos en el mundo, resaltando con verdadera gracia las cuestiones centrales de la actualidad norteamericana. No solamente han surgido de allí enormes figuras, sino que además se han realizado diversos filmes que llevan estampado su inconfundible sello humorístico: películas como Wayne’s World, It’s Pat o MacGruber han derivado de los sketches más populares de este late show.

La clave de esta conquista quizás encierre la razón por la que todos nosotros, a miles de kilómetros de distancia en lo geográfico y en lo cultural, no resistimos la tentación al escuchar «Live from New York, it’s Saturday night!». Tiene que ver con lo que Lorne Michaels imaginó allá por el año 1975: un programa de variedades emitido en directo, capaz de combinar y armonizar la comedia con monólogos, personificaciones, actualidad, música en vivo y grandes personalidades de la industria del entretenimiento.

Es por esto que, si bien es cierto que aun cuando estemos habituados a un tipo de humor más afín con nuestra idiosincrasia, no podemos dejar de reconocer el talento y la creatividad que impulsa a este show. Es probable que en cada región del mundo (y dentro de los propios países) haya diversas formas más o menos efectivas de lograr la sátira, la personificación o el golpe de efecto. Es probable también que los que llevan su propia cultura un poco más arraigada, se molesten al oír un gag con el indicativo de las risas que marcan qué es lo que debe ser gracioso. Pero no por eso podemos negar a SNL su genialidad dentro su estilo, donde siempre hay algo para todos, donde ya sea por la música, por los anfitriones invitados o por nuestro sketch preferido, queremos quedarnos hasta el final.

Las emisiones estuvieron signadas por varias épocas distintivas, y a lo largo de cuarenta años al aire, los grandes momentos se acumulan en cantidad y casi no podemos enumerarlos por temor a quedarnos con un puñado demasiado escueto. Pero tampoco podemos olvidar a Jimmy Fallon y a Tina Fey al frente del mejor momento de Weekend Update, sin duda uno de los cuadros más sólidos del programa. Antes de eso, Billy Cristal y Julia Louis-Dreyfus enloquecían a la audiencia con sus ocurrencias y mucho antes aún, Bill Murray comenzaba a asomar en la televisión como parte de la primera era de SNL, allá por 1976.

De la misma manera, los números musicales han sido excepcionales, con artistas de primer nivel desde los primeros episodios. Cómo olvidar el paso de Nirvana por el escenario, donde destrozaron instrumentos al final de su performance, o la actuación de artistas de la talla de Tom Waits (1977), The Clash (1982) o Britney Spears en el amanecer de su popularidad allá por el año 2000. Incontables y asombrosos, como dijimos antes. En contrapartida, las dos actuaciones más criticadas probablemente hayan sido las de Ashlee Simpson, quien tuvo un impacto negativo en su carrera cuando durante su performance comenzó a sonar su canción Pieces of Me mientras ella cantaba Autobiography; y la de Lana del Rey: la cantante fue duramente criticada por haber desafinado y por verse con poca soltura en el escenario.

Dana Carvey, Jon Lovitz y Phil Hartman son los nombres que probablemente más nos suenen de nuestros primeros contactos con el show. Es que aquella tercera era (entre 1985 y 1990) será –además de una de las mejores épocas para los sketches- la que atraparía a toda una generación de futuros seriéfilos, conectados de algún modo con esta propuesta y con aquel tipo de televisión. Así, vendrán después los agradecidos receptores de sitcoms al estilo, como NewsRadio (con la participación de Hartman y Lovitz).

Chris Farley, Mike Myers, Adam Sandler, Rob Schneider y David Spade vinieron después. Allí aparecieron personajes como Pat de Julia Sweeney, el mismo que llegaría al cine en 1994 con las actuaciones de Dave Foley, Kathy Griffin y Charles Rocket. En el año 2000 Tina Fey tomó el mando del equipo de guionistas del programa (era la primera vez que una mujer se ponía al frente de los libretos), que por aquel entonces contaba con nombres como Fallon o Seth Meyers. Quizás haya sido esta la época que terminó de enamorar a muchos por estos lados y la última gran etapa creativa.

Claro que cuarenta años no vienen solos y a lo largo del camino aparecieron algunos contratiempos. El más reciente tiene que ver con las diversas críticas realizadas desde diferentes sectores, remarcando por sobretodo la falta de comediantes capaces de estar a la altura de lo que proponen los libretistas. Se trata de un formato de televisión caracterizado por el recambio, un factor que en general puede aparecer como novedoso y contribuir a la creación de nuevos espacios para la inspiración, pero que por el otro lado, puede generar malestar en un público que cuando se acostumbra, vuelve a pedir una y otra vez.

El show ha tenido elencos muy diversos que han mutado con el tiempo, y lo que alguna vez supo ser una de las canteras más prometedoras para los talentos de la televisión, comenzó a devenir en un constante refrito interpretado por actores de media talla. Al observar con detenimiento los frutos de SNL a lo largo del tiempo, veremos a los actores de antaño ahora consagrados y cómodos en sus sólidas carreras, mientras que los más recientes no se ven muy alentados por su tibio comienzo como reemplazantes de los grandes nombres de la pantalla chica norteamericana.

De hecho, los momentos grises han tenido que ver, en su mayoría, con la partida de elementos fuertes dentro del cast, que dejaron un vacío difícil de llenar (quién no estará pensando en Weekend Update al mencionar este punto). Cuando Kristen Wiig y Andy Samberg salieron de escena en 2012, comenzó a aparecer nuevamente la piedra que el programa no se cansaba de esquivar: la ausencia de rostros claves para el éxito de la propuesta. No fue hasta el episodio de Navidad comandando por el dúo dinámico de Fallon y Fey que se logró la audiencia más alta en dos años, superando los seis millones de espectadores.

Por otro lado, la casa grande de la TV americana no estuvo exenta de polémicas en otros ámbitos, como el enorme revuelo en torno a la contratación de Sasheer Zamata, la primera actriz afroamericana en unirse al elenco luego de la partida de Maya Rudolph cinco años atrás. El programa se enfocó en la búsqueda de mujeres pertenecientes a minorías étnicas como una manera de sortear las críticas por falta de diversidad racial entre los protagonistas. La falta de mujeres entre los guionistas también fue una cuestión importante a la hora de las críticas y allí se sumaron LaKendra Tookes y Leslie Jones al equipo, dos mujeres también afroamericanas. Pero como nunca se puede dejar a todos contentos, aquí también hubo una discusión acerca de si esto fue parte de una maniobra de marketing por parte de los productores.

Los invitados musicales tampoco han estado fuera de las miradas en este sentido. La cantante Sinéad O’Connor saboteó el programa en las dos ocasiones en las que fue convocada. La primera fue en 1990, cuando los productores tuvieron que buscar un reemplazante para la artista que había llegado preparada para hacer una fuerte crítica sobre el humor misógino del programa. En una segunda oportunidad, se reemplazó su performance original por un tape del ensayo, ya que la irlandesa creó un gran revuelo al romper una foto del Papa Juan Pablo II y arrojar los pedazos a la cámara. En 1996, la banda Rage Against de Machine realizó una protesta contra el host de aquella noche, el millonario republicano Steve Forbes, colgando banderas de Estados Unidos al revés durante la performance.

Saturday Night Live tiene cientos de historias que contar, porque las ha vivido todas. Estuvo ahí durante días festivos, elecciones presidenciales, sacudones políticos, conflictos armados a nivel global, el 11-S y todo lo que entre en la franja de tiempo desde 1975 hasta el día de hoy. Así como el día del atentado al World Trade Center se vio obligado a modificar gran parte del guion, suprimiendo el humor político y la sátira al estilo de vida americano, también tuvo un impacto positivo en la elección de Barack Obama como presidente de Estados Unidos.

El papel político que juega SNL es indiscutible y fundamental; de hecho, varios políticos han realizado apariciones en el show, el primero fue Gerald Ford en 1976. De la misma manera, se hace fuerte su mirada sobre los acontecimientos mundiales más sobresalientes y controversiales, como el conflicto Israel-Palestina o la expansión del virus ébola. A través de sus líneas podemos percibir también la visión de mundo que el programa busca identificar como la visión estadounidense.

Claro que, ya sea desde el uso de palabras como fuck hasta las críticas más agudas al sistema, SNL ha sido un verdadero maestro de la auto-censura. En 1992, el sketch Wayne’s World (aquella hilarante pieza interpretada por Mike Myers y Dana Carvey) se burlaba de Chelsea Clinton. Como resultado, el programa suprimió este episodio, eliminándolo de las siguientes retransmisiones. En los años noventa también comenzaron a aparecer algunos cuadros como el de Robert Smigel, que por una vez realizó una dura crítica a las grandes corporaciones. Como resultado y considerando que aquello no era divertido, la producción decidió suprimir este sketch.

De los destacados e imprescindibles hosts, no nos hemos olvidado. Son la parte más importante de cada sábado por la noche y además son nuestro gancho principal para quedarnos viendo el episodio. De hecho, hacer una selección de fotografías y videos para ilustrar cuarenta años de realeza televisiva parece una misión imposible. Eso es lo que se supone que debe lograr un show de variedades, nada más que eso: infinitos momentos que todo el tiempo deseamos atesorar, pero que se mueven en la memoria desplazados por el recuerdo más reciente de algo genial. Se supone que debemos sentir eso que sentimos, eso que nos hace alzar la ceja durante un sketch y destornillarnos durante el siguiente.

Victoria Barberis

Es periodista de profesión y escritora de corazón. Es "seriéfila" y una aficionada a las sagas. Su pluma a veces es sarcástica, pero siempre divertida.