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Ryan Gosling, uno de los actores más destacados de los últimos años de la escena cinematográfica norteamericana, se lanzó a la aventura de escribir y dirigir su primera película: Lost River. Una historia por momentos inconexa que contiene un destacado manejo de la luz, una banda sonora intensa, actuaciones enrarecidas y algunas escenas surrealistas.
A Gosling lo conocemos desde la década del noventa por haber participado junto a Britney Spears y Justin Timberlake en el Club de Mickey Mouse. Y desde hace unos años por sus actuaciones contenidas y sosegadas, pero al mismo tiempo explosivas y violentas, en las películas de Nicolas Winding Refn: Drive y Only God Forgives. De este director, Ryan Gosling ha dicho que se sintió profundamente influenciado para la realización de Lost River. Aunque después de ver la película es evidente que no fue del único que se valió para realizar su opera prima.
Otra faceta menos conocida del actor es la de músico. Desde finales de la década pasada integra la banda de rock independiente Dead Man´s Bones, un proyecto que recomiendo ampliamente, en la que participan niños del Conservatorio de Silverlake, fundado por Flea de los Red Hot Chili Peppers. La referencia a la banda no es menor ya que la estética que maneja Dead Man´s Bones está muy emparentada con algunos elementos de la película, principalmente, por los ambientes enrarecidos en los que conviven monstruos y niños.
La historia de la película es sencilla: en un desolado pueblo (cerca de Detroit) una familia tiene que abandonar su casa por una deuda que mantiene con el banco. La madre (Billy) para solventar la deuda decide aventurarse en un burdel sombrío de la ciudad, mientras que el mayor de sus hijos (Bones) decide apropiarse de desechos de casas abandonadas, que fueron embargadas por el banco, para venderlos y colaborar con la deuda a su madre. Billy, interpretada por la hermosa Christina Hendricks (Mad Men), buscará la manera de deshacerse del director del banco, también dueño del burdel, que quiere sodomizarla a cambio de condonar la deuda; mientras Bones, intentará escapar de un maleante medio punk (Bully) que reclama los desechos como suyos y que deambula en un auto por las calles advirtiendo por un micrófono que el pueblo le pertenece. Para liberarse de Billy, Bones tendrá que sumergirse en un río para encontrar una especie de talismán (una cabeza de dinosaurio), que también le permitirá escapar del entorno oprimido.
El burdel al que acude Billy en las noches está regentado por una madama (Eva Mendes) que realiza extraños actos gore en el que prevalece la sangre y mutilaciones. La madama cada noche interpreta un acto nuevo mientras paulatinamente le va enseñando a Billy los efectos especiales.
Sin duda lo más destacado de la película son los ambientes surrealistas que el director construye gracias al intenso manejo de la luz que lo pinta todo y que recuerda a Suspiria de Darío Argento. El soundtrack de la película es variado y mantiene un mismo estilo lento y estilizado pero que asociado con las imágenes genera atmósferas inquietantes.
Por momentos el uso de la cámara es delirante, primeros planos aberrantes y con lentes angulares enrarecen aún más la fisonomía de los siniestros personajes que acuden al burdel. En este aspecto la película parece tener una fuerte influencia de los mundos que construye David Lynch en sus películas. El dueño del burdel y director del banco parece evocar a Frank Booth (Denis Hooper) en terciopelo azul, sobre todo, por la necesidad de enunciar permanentemente que les gusta “coger».
Es interesante cómo el director se vale de encuadres con giros de más de 90 grados para perturbar al espectador. Un recurso seguramente sugerido por el director de fotografía Benoît Debie, que también hizo uso del mismo efecto en las películas Irreversible y Enter the Void de Gaspar Noé.
El guión tiene vacíos narrativos pero que son claramente deliberados para generar un entorno asfixiante, fragmentado y solitario (casi pos apocalíptico) en el que conviven pirómanos, casas abandonadas, ladrones de desechos y personas agobiadas por un tiránico sistema bancario que lidera un perverso hombre del submundo.
Para salir de esa atmósfera oprimida madre e hijo tendrán que internarse en un mundo surrealista en el que se encontrarán con situaciones extrañas pero al mismo tiempo bellas para ser contempladas visualmente. Es como si el director hubiera querido encontrar la belleza en esa decadencia.
La película, que fue denostada por la crítica, claramente está lejos de ser una obra maestra pero goza de elementos de sobra para ser apreciada audiovisualmente. Una ópera prima en la que convergen referencias de un mundo distópico, dominado por los bancos y en el que las expectativas de vida están lejos de aquellas que algún día le auguraron a sus personajes. Nada distante de los que sucede en la sociedad contemporánea norteamericana y que el director inteligentemente intenta cuestionar.