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Inyección de adrenalina. Acción arrolladora. Desenfreno en el desierto. Cualquiera de estos títulos podrían ajustarse perfectamente a lo que es esta nueva entrega del guerrero de la carretera llamado Max Rockatansky. Y es que después de tres décadas, Mad Max volvió a la pantalla, ya sin Mel Gibson pero con George Miller en la escritura y dirección.
Presentada hace unos días en el Festival de Cannes (fuera de competencia), el nuevo film del australiano cumple todas las expectativas de los fanáticos e incluso las de aquellos que no conocen nada de la historia. Son dos horas literalmente al borde de la butaca, sin respiro: entretenimiento asegurado.
Mad Max nos sitúa en un mundo post apocalíptico donde el agua, los alimentos y el combustible son tesoros preciados controlados por unos pocos, en este caso el tirano Immortan Joe.
Max (Tom Hardy) es un hombre solitario que depende de sí mismo y vive alejado de toda posible civilización, no congenia con nadie ni trabaja en equipo, a menos que sea necesario. Él es llevado a la Ciudadela por los seguidores de Joe (Hugh Keays-Byrne) y se convierte en la «bolsa de sangre» de uno de ellos, Nux (Nicholas Hoult). Pero en este film, tenemos unos cuantos personajes importantes que llevan adelante la trama, ya que no todo gira alrededor de Max.
Imperator Furiosa, (Charlize Theron) es la que lidera la rebelión, la que (en busca de redención) «traiciona» a los suyos llevándose (para protegerlas) a las cinco esposas del tirano, y es en este enfrentamiento con su bando donde conoce a Max, quien se les une en la lucha.
La película no da respiro desde el primer minuto. Conocemos a Max a través de una voz en off y de unos pequeños flashbacks (imágenes de su pasado que lo atormentan) e inmediatamente se desata la locura. Locura es una palabra que no puede quedar fuera del análisis, porque es lo primero que se viene a la mente cuando vemos todo lo que sucede en el desierto. Todo es una hermosa locura, un espectáculo visual impresionante, lleno de acción y adrenalina. Es tal el nivel, que hay momentos del film en el que necesitamos un break, que paren un poco porque queremos descansar (y nosotros no estamos haciendo nada, sólo miramos).
Las secuencias de acción automovilísticas son impecables y con el 3D seguramente se disfrutarán aún más. Todo transcurre arriba de vehículos y la cámara se mueve a una velocidad tal que hay que estar atento para no perderse nada. Es un festival de tiros, sangre, choques, vuelcos y tierra. Incluso hay personajes bizarros y ridículos, como el de la guitarra, que en cualquier otra circunstancia criticaríamos, pero en este caos todo está aceptado, todo vale y todo aporta.
Todos los personajes, a su manera, buscan la redención. Es en ese camino en el que los seguimos, y es en ese camino en el que se pone en juego todo lo que son y lo que tienen. Y es que hablar de esperanza no sirve, porque en el mundo en el que viven no existe la esperanza. Ni siquiera sabemos si existe un futuro. Es un aquí y ahora en el que se lucha para sobrevivir.
El diálogo en el film es escaso, incluso en algunos casos hasta innecesario. Excepto para explicar cuestiones básicas de la trama que de otra manera no se entenderían, la película no abusa de ello porque todo se vuelca en la imagen.
George Miller hace un trabajo visual fantástico, en el que no se usaron tantos efectos especiales como uno supone. Tom Hardy es un buen Max pero en muchos pasajes del film se ve opacado por Charlize Theron, que se roba la película. Algo para destacar es que en este film son las mujeres las que llevan las riendas de la trama. Sí, Max es Max y él todo lo puede, pero es Furiosa la que desata el caos, son las jóvenes esposas (Riley Keough, Rosie Huntington Whiteley, Zoë Kravitz) las que están en el medio del enfrentamiento e incluso son las mujeres mayores las que se suman al grupo para defender el camión (y a su gente) en la parte final del film. Lideradas por Furiosa, ellas toman las armas y trabajan cuerpo a cuerpo con Max y compañía para lograr el objetivo.
Mad Max: Fury Road es de esas películas que se disfrutan más en el cine, recostado en la butaca, sin preocupaciones ni pendientes del reloj. Son dos horas que se pasan volando, para dejarnos con ganas de ver más, ya sea las originales o las que pueden venir.
