Comencé el día con un film que participa de la Competencia Argentina: La muerte no existe pero el amor tampoco de Fernando Salem, basado en el texto Agosto de Romina Paula. Emilia vuelve a su pueblo natal en la provincia de Santa Cruz para despedir las cenizas de su amiga que murió hace un tiempo. Un viaje al pasado en el que se encontrará con viejos fantasmas y vínculos que cuestan cortar. Los padres de la amiga que la acogen en su hogar, su padre y la nueva familia que formó, y un antiguo amor ponen en duda su regreso a Buenos Aires donde la espera su trabajo y su novio.
Entre el duelo que no termina de cerrar y las vacilaciones sobre el verdadero sentimiento con respecto a su actual pareja, la protagonista está lejos de ser feliz, aunque manifieste lo contrario con poca convicción. El rostro, la mirada, su andar denotan tristeza e insatisfacción, tal vez añorando un pasado que no fue. El clima frío en un entorno de bosques y nieve representan los sentimientos de Emilia, poco efusiva y distante para expresar lo que experimenta. Un buen trabajo de Salem que estuvo rodeado de un sólido elenco entre los que se destacan Antonella Saldicco, Justina Bustos, Osmar Núñez, Susana Pampín, Agustín Sullivan y Romina Paula.
Si tuviera que elegir una temática entre las tantas que ofrece la cinematografía, están aquellas películas que yo titulo “desencuentros”. Son aquellos argumentos que hacen que dos personas se separen a temprana edad y vuelvan o no a reencontrarse luego de muchos años. L’appartement (Gilles Mimouni – 1996), Al otro lado (Fatih Akin -2007), Sombras del tiempo (Florian Gallenberger – 2004) se encuentran entre mis favoritas. La ansiedad, los nervios, la angustia de los personajes se apoderan de mí y a su vez las disfruto mucho. En la competencia Internacional se exhibió la brasilera La vida invisible (A vida Invisíbel) de Karim Aïnouz que obtuvo el Premio del Jurado en la sección Un Certain Regard en el último Festival de Cannes. Brasil 1950, la condición de la mujer no difiere del resto del mundo para aquella época. Viven en una sociedad patriarcal, sus deseos profesionales no cuentan, su destino es cuidar del hogar y de los hijos. Ejemplos en el cine existieron muchos. La sonrisa de Mona Lisa (Mike Newell – 2003) mostraba la educación en un colegio de la alta sociedad norteamericana cuyo fin era el egreso de excelentes amas de casa.
La reciente Un amor imposible (Catherine Corsini – 2018), era un retrato de la mujer dominada y sometida en aquella década. Incluso el thriller de Hitchcock En manos del destino (1956) dejaba traslucir en el personaje de Doris Day la resignación de una carrera exitosa en salvaguardia del matrimonio. El director de Madame Satã (2002) entrega un melodrama que involucra a un padre despótico y sus dos hijas. Guida y Eurídice son dos jóvenes hijas de un panadero portugués, muy compinches. Guida escapa enamorada de un marinero griego para volver frustrada un año más tarde sola y embarazada. Eurídice, cuya pasión es el piano, sigue los mandatos familiares y se casa con un candidato presentado por los padres. Cuando Guida regresa, el padre la repudia y le miente sobre la hermana.
El melodrama está instalado, las hermanas se buscarán a lo largo de décadas. Un guión que atrapa a medida que avanza la acción, una fotografía de colores brillantes, un excelente muestrario de la situación de la mujer en los cincuenta, posicionan al film como uno de los candidatos al premio mayor. Extenso, pero sin sentirlo, con ciertas similitudes al cine de João Canijo por temática y duración, el film es un acertado retrato de los sueños de dos jóvenes que pese a los contratiempos nunca bajan los brazos. Las mentiras, el maltrato, el sometimiento no son impedimentos para continuar su lucha y hacerse respetar. El título hace referencia al rol que jugaba la mujer en aquella época, invisibles, a la sombra de los hombres, siempre en una posición secundaria. Cine con mayúsculas, para disfrutar, una de mis preferidas de este festival.
Angélica, que participa de la Competencia Argentina, es el segundo largo de Delfina Castañino, recordada por su promisorio debut con Lo que más quiero (2010). Angélica está por cumplir 40 años, su madre murió hace poco y no puede superar la ruptura con su ex. Debe vaciar junto a su hermana la casa de sus padres para ponerla en venta, pero la crisis por la que atraviesa le impide abandonar el hogar paterno.
Se encierra cada vez más en sí misma, se refugia en la derruida casa de su infancia que comienza a ser demolida. Entre los escombros tiene su escondite, se escabulle de los obreros y los espía como un animal en celo. Una vida que se derrumba, una atmósfera que se enrarece en la cual asoma lo siniestro, marcan el tono de un film marcado por el ruido ensordecedor de las herramientas, un juego de luces que favorece las sombras y las diapositivas proyectadas que asoman como fantasmas del ayer. Una traumática vuelta al pasado próxima a la alienación. Un trabajo sobrio y correcto, algo por debajo de su ópera prima.