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La obsesión de David Fincher por los asesinos en serie parece no terminar. Con antecedentes pasados como Seven y Zodiac, el aclamado director norteamericano ya había demostrado su interés por estos especímenes, pero ahora se mete de lleno en el tema alejándose del largometraje. La primera temporada de Mindhunter, su nueva serie con Netflix, es un excelente thriller policial en el que Fincher se da tiempo y espacio para adentrarse en la psiquis de los asesinos seriales volcando lo más característico de su estilo cinematográfico. Si bien ejerce el rol de productor ejecutivo y sólo ocasionalmente el de director, algo que ya había hecho en otra de las producciones de la plataforma de streaming (House Of Cards), su impronta es muy personal y atraviesa fuertemente los diez episodios que componen la primera temporada. En ella, dos agentes del FBI recorren Estados Unidos durante los setenta para investigar la psicología de una nueva camada de asesinos que parecen compartir rasgos y modus operandi.
En apariencia, el programa adopta la estética y estructura de los shows policiales clásicos, pero, marca de Fincher, Mindhunter da una vuelta de tuerca más: la serie se aleja de los lugares comunes con una trama compleja, diálogos inteligentes y personajes cambiantes. Por un lado, el estilo buddy cop del dúo de agentes permite pararla en la misma línea que series recientes como True Detective (1ra temporada), pero a diferencia de esta, que contaba con el tándem de estrellas hollywoodenses McConaughey -Harrelson, los elegidos para interpretar los papeles protagónicos destacan por su bajo perfil: Jonathan Groff es el joven y entusiasta Holden Ford, mientras que Holt McCallany hace de Bill Tench, un agente que ya lleva varios kilómetros encima. Al dúo se les suma Wendy (Anna Torv), una psicóloga que acompaña a los investigadores de la buró en su trabajo por comprender los engranajes de la mente psicópata. La química entre los protagonistas es de los puntos más logrados de la serie, mientras que las interpretaciones individuales dan con la profundidad de los personajes, unos que deben hacer frente a los morbos más perturbantes en su actividad laboral, a la vez que conviven con sus propios dramas personales.
Pero no todo son las buenas actuaciones, pues el equipo de guionistas y directores que acompañan a Fincher logran construir con paciencia y meticulosidad una atmósfera oscura de creciente suspenso, incluso alimentada por un humor algo cínico, que atrapa al espectador y que tiene su pico de tensión final en el último episodio de la temporada.
Con todo esto no es extraño que el programa esté cosechando cada vez más elogios de la crítica especializada y del público en general, mientras que Netflix y el hacedor de Fight Club se muestran entusiasmados con la confirmación de más temporadas. Mindhunter se mete en tu cabeza y, por lo visto, planea quedarse.
