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Nadie puede decirle que no a una serie producida por Eli Roth. Nadie. Aunque sea sólo con el propósito de saber de qué se trata esta vez, con qué seguidilla de escenas escalofriantes nos sorprenderá, qué le quedará por hacer después de Hostel.
Hemlock Grove es la nueva serie original de Netflix, parte de la apuesta fuerte del sitio para posicionarse no sólo como un canal, sino como un generador de contenidos propios (la primera fue House of Cards, con una trama exquisita para un éxito rotundo). Esta vez, la invitación se enmarca dentro del género de terror y suspenso, pero no cualquier terror: se trata de una nueva estética a la que asistimos hace un tiempo, con hombres lobo, mucha sangre y lindos chicos misteriosos.
Pocos escenarios se prestan tanto para montar una serie de misterio como un pueblito norteamericano olvidado, lejos del ruido de las grandes ciudades. Hemlock Grove es una pequeña localidad de Pensilvania, colmada de habitantes silenciosos que no se animan a mencionar los oscuros secretos del pasado. Si a esto le sumamos que la historia comienza con el brutal asesinato de una porrista de la escuela secundaria local, tenemos uno de los clichés más recurrentes de la industria televisiva estadounidense. Solo falta agregarle un par de adolescentes acampando en el bosque (y no estamos tan lejos de eso).
La historia gira en torno a dos familias que guardan celosamente sus pasados y que sin buscarlo, se unirán y se enfrentarán al mismo tiempo bajo una serie de eventos inexplicables que paralizan a todo el pueblo. Los ejes de la historia son los dos jóvenes: Roman Godfrey (Bill Skarsgård), un chico extraño, misterioso y perverso, que a su corta edad ya es dueño de un imperio y parte de la familia más poderosa (y también más oscura) de la región.
En la otra vereda, está Peter Romancek (Landon Liboiron), un recién llegado que vive con su madre en medio del bosque, de ascendencia gitana y, según nos enteramos apenas comienza la serie, hombre lobo. Peter comienza a pensar que Roman podría ser un upir (una raza de vampiros, conocidos por ser los más sanguinarios y violentos), sólo que él aún no lo sabe (hombre lobo conoce vampiro ¿Dónde hemos visto esto antes?).
Fuera de los lugares comunes en los que la serie recae de a momentos, vale decir que tiene elementos que la enaltecen y que la hacen merecedora de unos cuantos aplausos. No hay nada que objetarle a Bill Skarsgård cuando compone a un insondable, reservado y casi sensual Roman. Interpreta sus escenas de una manera única, apoderándose del momento y de la atención. Roman enciende un cigarrillo y lanza una mirada imperiosa mientras bebe un sorbo de whisky (y nunca deja de beber), y de repente todo gira a su alrededor.
Por otro lado, están los (majestuosos) efectos especiales. A esta serie podría objetársele que se excede en el uso del impacto visual, de lo morboso, de lo nauseabundo, del gore llevado al extremo. Pero Hemlock Grove es el gore. Ése es el pilar sobre el que se levanta el contenido y el diálogo. Y vale decir que las escenas más escabrosas son las que se llevan cinco estrellas: basta con advertir la transformación de hombre a lobo que protagoniza Landon Liboiron, una de las mejores que se hayan visto en la televisión.
Es que hay una tendencia actual a desarrollar el género de terror de una manera brutal. Muchas de estas producciones se valen de lo visual llevado a lo excesivo, sin disimulo de lo macabro. Hay una necesidad por lograr que los espectadores den vuelta el rostro a cada instante para alejar la mirada de alguna escena impactante. Es casi torturador, en el caso de esta serie, el uso y realismo de los cadáveres, de las deformidades, de la carne que se desgrana.
Es tan demoledora por momentos, que cuando vemos un poco de sangre esparcida en algún capítulo, ya no nos genera nada, ni aún a los más impresionables. Este es el mejor y único recurso que tiene la serie para generar impacto, debido a que peca de insegura en varios momentos, como si quien adaptó el guion hubiera pensado que hacían falta muchas explicaciones todo el tiempo, aniquilando de a ratos el misterio y volviéndolo predecible.
En alguna zona indefinida de la serie se ubica el personaje de Olivia Godfrey (Famke Janssen). Sin lugar a dudas, no podía haber nadie que fuera mejor para ese papel y para esta serie. Famke lo leva con habilidad, como si no le costara nada. Pero Olivia es muy trillada, es predecible. Su rol de la malvada mujer fatal que guarda un secreto siniestro y que sin embargo, sonríe a los enemigos con una hipocresía encantadora, es un elemento bastante conocido y ya explotado hasta el hartazgo.
Quizás Olivia no sería tan fastidiosa si no fuera una madre enfermiza para Roman, o si no estuviera inserta en una historia que al final de cuentas es similar a un relato típico de boy-girl issues dotado de la profundidad de un thriller y de la maldita habilidad de Eli Roth para asustarnos de todas las formas posibles.
En los trece capítulos que dura la primera temporada (recordemos que Netflix publica sus series por temporadas completas, no por capítulo como en las cadenas televisivas), hay un recorrido intenso por el mundo del misterio, la locura, lo sobrenatural, lo sexual y lo prohibido. Hay historias de amor que se manchan con sangre, hay fenómenos inexplicables que como espectadores a veces deseamos no descubrir para no enfrentarnos a una parte de la historia que se pondrá aún más cruel.
Esa parte del ingenio creativo de los escritores que adaptaron la novela homónima original, merece la pena el intento. Hemlock Grove merece la hora que se tarda cada capítulo en quedar grabado en la retina. Quizás aquellos a quienes no les importen los elementos obvios, se quedarán a esperar la segunda temporada.