Te recomendamos:
El personaje de Nina en Black Swan quedara en la posteridad. Lo del próximo 27 de febrero será una anécdota feliz que traspasa los limites del tiempo y marcara el rumbo de su carrera para siempre. Un Oscar, se sabe, es el máximo premio al que puede aspirar un actor. Pero mas meritorio es cuando la misma interpretación supera los laureles del éxito para volverse icono de un genero, de ciertos tiempos. No creo exagerar, o quizas si dentro de las percepciones que me lleve al verla. Vale la pena volar con ella. Lo de Portman es mágico, un papel que se codea con una dualidad que por momentos indigna, cuando la oscuridad hace a la belleza mas cautivante y abrumadora. Darren Aronofsky, su director, la ubica en un lugar al que pocos pueden acceder. Darren, el mismo que nos emociono con The Wrestler y nos sorprendió con Réquiem For A Dream, es quizás uno de los directores predilectos de la academia aunque todavía no gano ningún premio. Su capacidad de representar la vulnerabilidad de las personas es reveladora. Tanto que la escena toma protagonismo y se vuelve una sucesión de pasajes, en Black Swan, con ritmo frenético. Y de pronto su musa baila frente a su director de baile. Se inhibe, es invadida por los fantasmas. Se rodea de sus miedos y convive con un lado sensible y a la vez controvertido. Coquetea con lo prohibido y asume los riesgos de pasar la línea de la belleza al terror en un segundo. Nina esta exhausta pero los recursos no parecen agotarse. Todavía quedan los aplausos de pie, el reconocimiento que llega de la mano de un puñado de miserias que pareciera que están a poco de superarse. Ahí es cuando Portman no falla. La flexibilidad marca los movimientos con los que Nina contornea su delgada figura mientras una minuciosa Portman construye el personaje. Quizás otro de los méritos mas grandes es que parece caminar por la cuerda floja durante toda la película. En un papel tan particular no seria novedad, pero Natalie Portman lo sortea y sigue adelante. Algo así como cuando se despierte el 28 de febrero y tenga que convivir con Nina, aquella bailarina que ella misma construyó. La estatua ya la tiene.
*Por George Blanco
- La transformación de Natalie Portman