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No sé bien cuál es el influjo que ejerce en mí la “award season”, como le dicen los norteamericanos a estas semanas donde se amontonan los Golden Globe, los Grammy y, especialmente, el tema que me ocupa en esta nota: los Oscar. Supongo que es la mezcla de arte, lotería, show y apuestas la que me resulta tan atractiva.
Me gusta hacer predicciones, me gusta hacer apuestas entre mis compañeros de trabajo y me gusta opinar con fundamento, entonces me apuro a ver las películas que dejé pasar o que todavía no aterrizaron en nuestro país.
Si no tenés ganas de leer mi análisis completamente amateur de qué me parecieron las nueve nominadas a Mejor Película de los Oscar 2012 te paso mis predicciones para quienes yo pienso que ganarán este domingo: Mejor Película: The Artist. Mejor Director: Michel Hazanavicius (The Artist). Mejor Actriz: Viola Davis (The Help). Mejor Actor: Jean Dujardin (The Artist). Mejor Actriz de Reparto: Olivia Spencer (The Help). Mejor Actor de Reparto: Christopher Plummer (Beginners). Mejor Guión Original: Midnight in Paris. Mejor Guión Adaptado: The Descendents.
Aclaro que estos no son mis favoritos, sino quienes yo pienso que van a ganar. Si están apostando con amigos, pongan unos pesos en esos candidatos. Ahora paso a contar mis impresiones sobre las películas.
Este año pude ver todas las nominadas al Oscar a Mejor Película excepto Extremely Loud and Incredibly Close, que planeo ver unas horas después de terminar esta nota. Esa película y Hugo comparten varios elementos que las acercan. Dos chicos, Oskar y Hugo, con aires de inventor y un poco de detective, buscan resolver el misterio de un objeto que pertenecía a sus padres, una llave que se enlaza con la tragedia de las Torres Gemelas en el caso de Extremely Loud… y un robot victoriano en Hugo.
En Hugo la película funciona como un gran homenaje a los comienzos del cine y en especial a la figura del pionero de los efectos especiales Georges Méliès, que es un personaje mismo dentro del filme. Scorsese deja de lado el mundo del hampa y la mafia, incluso abandona su querida Nueva York, para armar un cuento infantil parisino con fotografía generada por computadora y, según todos dicen, un buen uso del 3D.
Debo confesar que vi todas las películas en versiones bajadas de internet y en una pantalla pequeña, así que no puedo evaluar el impacto visual. Sin esos trucos y esos efectos, la historia de Hugo me pareció inocente, lineal y ñoña. Las actuaciones tampoco resaltan y en algunos casos incluso molestan. Así me pareció la participación de Sacha Baron Cohen, como un inspector que vendría a homenajear a los Keystone Kops que perseguían a Charlie Chaplin o a Fatty Arbuckle en el cine mudo.
Pero a diferencia de esos policías hiperactivos que convertían su torpeza en humor físico, Baron Cohen no da risa, ni emociona, ni hace enojar, ni asusta, ni nada. Ni siquiera se entiende por qué es el único de la película que habla con un acento francés forzado como el Inspector Clouseau mientras que el resto de los personajes charlan en perfecto inglés.
Hugo es la película más nominada de este año, seguida muy de cerca por The Artist, otro guión cargado de homenajes a los inicios del cine. Esta película sorprende por varios aspectos. Primero, por el hecho de que esté nominada entre las mejores películas, a pesar de ser una película francesa, algo que es atribuible a la habilidad del productor Harvey Weinstein, que se encarga de su distribución en los Estados Unidos.
Y, por supuesto, también sorprende el hecho de que es muda, en blanco y negro y con formato 4:3. Sin embargo, es un cuento bien actuado y contado con mucho ingenio, encanto y cariño hacia la historia del Hollywood primitivo. En la actual crisis creativa de la meca del cine, eso puede ser suficiente para que sea la gran ganadora de la noche de los Oscar. Todos los pronósticos dicen que The Artist va camino a ganar tres de los premios principales, mejor película, mejor director y mejor actor.
Entre tantos homenajes obvios y evidentes, dos grandes directores como Woody Allen y Steven Spielberg aparecen para hacer sus propios homenajes, más velados, con más estilo. Allen está nominado por Midnight in Paris, una película que podría considerarse menor dentro de su filmografía pero que resultó encantadora para muchos.
Ahí está nuevamente la presencia francesa, como en Hugo, como en The Artist, pero aquí París sirve como vehículo para transportar a Owen Wilson a unas inspiradoras reuniones con artistas de la altura de Picasso, Hemingway y Dalí. “No todo tiempo pasado fue mejor, es preferible seguir para adelante en este período de sequía de inspiración hollywoodense” es lo que parece afirmar Woody en esta historia. Y en eso su mirada me resulta más positiva que la evocación melancólica de Hugo y The Artist.
Lo de Spielberg es mejor aun. Tomando la historia de un caballo construye una historia sentimentaloide y para toda la familia, bien a su estilo. Aquí también hay influencias marcadas, especialmente del cine de John Ford, un favorito de Spielberg. Pero War Horse no es una oda al pasado, sino un cuento bien armado y excelentemente fotografiado. Merecería tener mejor suerte que la que tuvo en la taquilla y la que seguro tendrá en la entrega de los Oscar. Siguiendo en la lista de directores consagrados podemos intentar analizar a The Tree of Life, de Terrence Malick, una película que resulta incomprensible para la mayoría de la gente, una historia sobre el dolor de una familia frente a la pérdida de un hijo donde se mezclan secuencias del origen del universo y postales oníricas. A mí me resulto, lisa y llanamente, un bodrio y coincido con la mirada de Sean Penn, uno de los protagonistas, que dijo: “Es uno de los mejores guiones que he leído. Si Malick hubiera contado la historia de una manera más llana, hubiera logrado un efecto más potente”. Probablemente, The Tree of Life gane el Oscar a Mejor Fotografía (Cinematography) y eso será, en mi opinión, una gran injusticia para War Horse.
Las tres películas que restan en la lista son las que más me gustaron: The Descendants, The Help y Moneyball. La primera es la tragicomedia localizada en Hawaii y protagonizada por George Clooney sobre un hombre que pierde a su mujer en un coma profundo y en medio de esa crisis se entera que ella lo venía engañando hace tiempo. A esta situación se superpone la complicada relación con sus dos hijas y su rol como responsable de decidir la venta de unos terrenos que llevarían una fortuna a su familia amplia (ellas y ellos son “los descendientes” del título).
Clooney está muy bien en su rol y se destaca Shailene Woodley, la chica que interpreta a Alex, la hija mayor de la familia. Con un guión que parece simple y directo en una primera impresión, nos enfrenta con cuestiones universales, la relación con la familia, las traiciones, la disyuntiva entre hacer lo que se quiere o lo que se debe, cuáles son las decisiones correctas en la vida, dónde se termina el amor, qué lugar ocupa la compasión.
The Help también es una historia de profundas relaciones humanas, ubicada en la década del sesenta, en el sur norteamericano donde el racismo está arraigado y se hereda de generación en generación. En ese momento de revueltas y movimientos sociales, una escritora de raza blanca decide contar las experiencias de las mucamas negras, con la ayuda del personal doméstico de sus amigas. Los papeles y las actuaciones de las dos mucamas “informantes” principales son geniales y estas actrices (Viola Davis y Octavia Spencer) seguramente serán los Oscar con más justicia de la noche del domingo. The Help es una gran película, con conflictos sociales, con recreación histórica, con grandes personajes y grandes actuaciones.
Más allá de eso, me permito contar un detalle menor: con The Help entendí por qué en los Estados Unidos todas las mucamas o baby sitter son mexicanas o sudamericanas. Allí estos oficios están teñidos de un legado de esclavitud y por eso ningún norteamericano (blanco o negro) va a querer nunca trabajar de eso.
Finalmente, la recorrida por las nominadas a Mejor Película termina con Moneyball. Y tengo que confesar que ésta es la película que más me gustó. Es una apreciación completamente personal, como todo este artículo, y está apoyada en que me emocionan las historias que involucran a las epopeyas deportivas, especialmente si tienen que ver con los más débiles, los eternos perdedores, como Rocky o, en este caso, el equipo de béisbol Oakland Athletics.
Moneyball está basada en la historia real del primer manager que aplicó profundamente las matemáticas y las estadísticas en la formación de un equipo profesional deportivo. Con la ayuda del economista Peter Brand, el manager Billy Beane (interpretado por Brad Pitt) arma un equipo de aspecto deforme, pero muy barato y efectivo. Y eso le basta para revolucionar un deporte profesional que mueve millones de dólares en los Estados Unidos.
Es una oda al ahorro en tiempos de crisis norteamericana, pero también es una historia profundamente bilardista (técnico campeón con la selección argentina en 1986, con Maradona en sus filas). Y en ese sentido me identifico plenamente con la manera de ver el deporte profesional de Beane.
Si alguna vez alguien se decide a filmar la historia de cómo Bilardo construyó las selecciones de Argentina para los mundiales 86 y 90, me encantaría que lo escriba alguien con la sensibilidad de Aaron Sorkin (The Social Network) y lo dirija alguien con la habilidad de Bennett Miller. También me gustó mucho como representó Brad Pitt a este obstinado manager de béisbol, pero sinceramente no creo que al bueno de Brad le dé el Physique du rôle para hacer del doctor Bilardo.