Sin dudas la historia del ajedrez está atada en parte a Bobby Fischer (Tobey Maguire), el excéntrico ajedrecista que impulsó de forma sonora al deporte de la mente, llegando al extremo de televisar su partida contra el ruso campeón del mundo Boris Spassky (Liev Schreiber), lo que en el contexto de la guerra fría fue motivo de estado en otra de las tantas competencias que la URSS tuvo con EE.UU. Esto es lo que nos intenta mostrar Pawn Sacrifice (La Jugada Maestra) junto con los avatares de la vida del célebre ajedrecista.
El film retrocede hasta los primeros años de la vida de Bobby, quien era un niño espiado por el FBI dado que su madre, una enfermera suiza poliglota, era comunista. Bobby tenía que esconder sus libros con las jugadas rusas y ante cualquier pedido del FBI responder: “no tengo nada que decir”. Lo que nos lleva a un punto de partida en donde la sensación de estar siendo perseguido es algo que indudablemente recorrerá toda la atmósfera de la película.
Un Bobby pequeño empieza a arrasar en los torneos norteamericanos de ajedrez, pero ya comienza a mostrar una personalidad caprichosa, irascible y totalmente centrada en el deporte que empieza a transformarse en una enfermedad psicológica. Como todo gran deportista, la necesidad de una rivalidad edificante tiene que estar a la orden del día. El rival de Bobby Fischer, si bien en parte fue toda la escuela rusa de ajedrez, termina siendo Boris Spassky. La película se centra, en gran parte, en esta rivalidad y en cómo el protagonista tiene que lograr un peligroso equilibrio para enfrentarse a su hasta ahora némesis en la actividad, en lo que fue la final por el campeonato del mundo de 1972 celebrado en Islandia.
Tobey Maguire hace un papel estupendo. Es difícil verlo en situaciones donde destrata rivales y en donde logra contener semejante cantidad de ego y narcicismo. A esto hay que sumarle un encomiable trabajo para pasar de la concentración extrema en el tablero a percibir cualquier sonido que lo hace llegar a conclusiones conspirativas de cualquier tipo.
Como siempre, detrás de un grande aparecen los ayudantes, los que si bien no hacen nada en el escenario de batalla, manejan todo en bambalinas. En este caso, Paul Marshall (Michael Stuhlbarg) el manager que consiente todos los caprichos de Fischer, y el Padre Bill Lombardy, un gran maestro de ajedrez que hace de entrenador de Bobby y es perfectamente llevado a la pantalla por Peter Sarsgaard. Interpretando al rival, Liev Schreiber se lleva todos los aplausos por su Boris Spassky, un personaje que por momentos es un témpano pero que luego queda maravillado por el talento de Fischer.
Es difícil pensar en cómo se pueden construir escenas que te hagan dejar un suspiro, siendo que la acción ocurre en un tablero de ajedrez. Pero aún así la película lo logra. También se lleva bien con los momentos previos, aquellos en los que Bobby Fischer se encierra solo en su paranoia constante, en ese sonido que le taladra la cabeza, en esa sensación de no estar siendo completamente libre de sus demonios salvo contados instantes de su vida.
Pawn Sacrifice es un relato aproximado de la vida de Bobby Fischer, de esa vida que se puede construir como relato, con el campeonato del mundo de 1972 y esos momentos de zozobra que todavía se podían decodificar. Un relato acerca de aquello que pudimos conocer de este ajedrecista que cambió el juego para siempre.